Nietzsche sobre Heine, Byron, Shakespeare, Francis Bacon, sobre sí mismo...

















La más alta concepción de la lírica me fue proporcionada por Heinrich Heine. En vano busqué a través de los siglos una música tan dulce y apasionada. Poseía aquella divina malignidad sin la cual yo no concibo la perfección: yo aprecio el valor de los hombres y de las razas por el modo como saben necesariamente entender el dios inseparable del sátiro. Y ¡cómo maneja la lengua alemana!  Algún día se dirá que Heine y yo hemos sido, con mucho, los mejores artistas de la lengua alemana, incalculablemente por encima de lo que han hecho de ella los simples alemanes.
Yo debo tener un profundo parentesco con el Manfredo de Byron: todos sus abismos los he encontrado en mí; a los trece años estaba yo maduro para esta obra. Yo no encuentro una palabra sino sencillamente una mirada para aquellos que en presencia de Manfredo osan profanar la palabra Fausto. Los alemanes son incapaces de toda concepción de grandeza: Schumann es la prueba. Llevado de la ira contra estas cosas dulzonas, yo he compuesto una contra- obertura de Manfredo de la que Hans von Bulow dice que no vio jamás cosa semejante sobre el papel de música: la llamaba un estupro de Euterpe.
Cuando busco mi fórmula más alta para Shakespeare, no encuentro nunca más que ésta, la de que ha concebido el tipo de César.  Semejantes cosas no se adivinan: se es César o no se es. El gran poeta sólo alcanza su realidad, hasta el punto de no poder luego soportar su obra... Cuando lanzo una mirada a mi Zaratustra, me paseo durante media hora de aquí para allá por mi cuarto sin poder dominar una intolerable crisis de sollozos. No conozco ninguna lectura que lacere el corazón como la de Shakespeare: ¡cuánto debió sufrir aquel hombre para sentir de tal modo la necesidad de ser payaso! ¿Se comprende Hamlet?  No la duda, sino la certidumbre, es la que vuelve loca... Pero para sentir así es necesario ser profundo, ser un abismo, ser filósofo... Todos nosotros tenemos miedo de la verdad: y yo lo confieso aquí: yo estoy instintivamente seguro y consciente de esto, que lord Bacon es el autor, el torturador de este siniestro género de literatura: ¿qué me importan las charlatanerías miserables de esos americanos romos y confusos?  Pero la fuerza de la poderosa realidad de visión no sólo es compatible con la más poderosa capacidad de acción, de acción monstruosa, de delito; por el contrario, es su premisa... Nosotros no sabemos bastante, ni mucho menos, de lord Bacon, de este primer realista en todo el gran sentido de la palabra, para saber todo lo que él ha hecho, lo que ha querido, lo que ha vivido consigo mismo... Ea ¡id al diablo, señores críticos!  Suponiendo que yo hubiera bautizado mi Zaratustra con el nombre de otro escritor, por ejemplo, con el nombre de Richard Wagner, la perspicacia de dos milenios no sería bastante para adivinar que el autor de «Humano, demasiado humano» fuera también el visionario de Zaratustra...






Ecce Homo, Por qué soy tan discreto, 4

Fuente: Camash Editor Digital.