Dos clases del seminario XX de Lacan – vía Sucitrep Osat

















La primera trata sobre el saber y la verdad. Lacan refiere el odioamoramiento, que es, una forma de decir lo que Freud dijo citando a Empédocles: para saber es necesario el odio-amor. Dios, parece que dijo Empédocles, es el más ignorante puesto que no odia. La ontología lacaniana dice el ser como lo que más odia. De ahí que lo verdadero, como dice varias veces, apunta a lo real. Está expresada en esta fórmula:


  a                         $
   ____  ---------> _____
  S2                       S1



que es a su vez la del psicoanálisis mismo. Es una gráfica (y no un grafo, conforme a otras apreciaciones de Lacan) que expresa que el objeto de goce hace inscripciones en S2 (significante 2), es decir, en lo Imaginario. Por su parte, el S1 (significante 1) sólo tiene caracter de emisión, sin imbricación alguna con lo imaginario y representa las pulsiones del sujeto. 

Pero la verdad siempre está antes, un imaginario de cómo son las cosas. El origen de la palabra hebrea (emet) le interesa a Lacan, de origen jurídico además. Lo cual se ve claramente para él en el juicio y sus fórmulas: decir la verdad y nada más que la verdad no es decir lo verdadero, una suerte de móvil que explicara todo cuanto tiene que decir el testigo ad hoc. Debe decir el saber de esa verdad. Debe devolver todo al origen del saber, como dice Lacan: devolver la ley que regula el goce que es en sí misma la penalidad, la pena. 

Para Lacan, del goce sólo es posible un semblante. Se lo evoca o se lo interpela, no se lo dice. La verdad la expresa en esta gráfica:


S (-A-)


El sujeto de la verdad comprende que el Otro (A) no comprende (no tiene parte) en su goce. La representación lacaniana es una botella o toro como él le llama, que describe una silueta hacia lo simbólico y lo imaginario, encapsulando el goce y que es la pulsión. 
Lacan habla de la significancia para referirse a la formalización de la matemática. Es para él la más avanzada. Aún para su avance no puede "comprender" el goce. Lacan refiere que incluso Russell, como filósofo de la matemática, en sus ideas, asume esta proposición. El rigor que Lacan ve en las formalizaciones matemáticas no lo ve en la dialéctica de Hegel: ella es insustancial con respecto a la progresión histórica. 
Por ello le interesa el goce y la metáfora que busca es la de la tela de la araña. Esta es una imagen descriptiva: saliendo de un punto de la araña, como el toro o la botella de la pulsión, tiene a su vez sus lugares de impase (encrucijada de líneas) en el que lo real accede a lo simbólico, encrucijadas que sostienen esa red. 

Lacan vindica sus gráficos:  a, $, A y Φ en tanto que van más allá de la palabra sin salir del lenguaje. Ellos hacen una mostracción de la inter-dicción del goce como S1. La experiencia analítica no deja de mostrar sólo esto, el S1, deja libre su producción. La relación sexual no cesa de no escribirse, dice, como se sabe de Lacan. De ahí que la relación sexual sólo queda reducida a "encuentros" a causa de la contingencia del falo.

Como en el ejemplo del juicio, vemos cuál es la naturaleza del objeto de goce o petit a en tanto que el registro simbólico se dirige al real. El real es un abierto: en la gráfica del goce se ve que la botella nunca se cierra hacia su final. El semblante por ende resulta del registro simbólico y la realidad es propiamente el Imaginario: encore-à-naître, aún. Es lo aún por nacer como lo aún nato. Lo nacido, su laberinto de sentido, de significados, cristalizaciones de significantes. De ahí que el a sea un algo, no una nada, un vacío y el real, el registro, lo imposible mismo. El sujeto ocupa el lugar del a pero a su vez lo hace reinar. El semblante debe verse como suerte de esbozo. 

A Lacan le llama la atención que la pregunta a cerca del saber no haya sido hecha sino hasta Descartes. Luego retomada por el análisis. Este saber está dado en el significante. De ahí que el sueño no introduzca a ningún lado, ninguna suerte de mística. Los equívocos del sueño son entonces tomados como suerte de anagrama (desórdenes de significantes, reconfiguración de los mismos).

También le sorprende felizmente a Lacan cierta sabiduría que halla en el registro de las virtudes cristianas, como les llama, precisamente en el de la caridad. Es el lenguaje mismo la nueva de los evangelios, cuando la caridad era la nueva de un después benigno en un plano de sentido. El lenguaje en la busca vana del hombre es el qué que sabe: el Otro. Ese mundo del Otro es referido por Lacan como dichomansión: depositario del decir (del S1 como el S2). Y así se explica que separe a de prender en la palabra "aprender". Aprender algo es prender en el Otro. Y para ello hay un costo de evaluación por ese Otro, que no permite que cualquier cosa le sea prendida. Arriesgar el pellejo, como dice Lacan, lo cual sería arriesgar el goce. Ese saber del Otro da un "vuelto" (metáfora pecuniaria), en tanto que devuelve poco al sujeto. 

Lacan continúa la clase refiriendo por qué la computadora piensa, sí, pero no sabe. Si tiene un Otro la computadora es muy acotado, en tanto que el Otro del que habla Lacan es un depósito de herramientas mucho mayor. Esta distinción se ve claramente en cómo veían Marx y Freud al individuo, al sujeto. Desde un punto de vista marxista el saber sería producto del valor de cambio (transacción) en tanto que en Freud, valor de uso. El saber, dice Lacan, tomándose la licencia, no se comarxia (con x). De ahí que la adquisición del saber queda en la nada, no se exporta o importa luego de adquirido. El ser correspondería al objeto de goce y ese goce sería vehículo solamente de la letra, del mismo modo que un virus parasita el ser. 

Lacan se despacha con una ironía en clave de su particular discurso: Jung no decía más que la verdad. Básicamente quiere decir que su goce no sirvió al parásito que es el lenguaje. 

Lacan entiende nuestra época como una época en la que no se puede odiar a Dios conforme se está advertido que no sabe. Como el Otro. El Otro mora en un no saber. A su vez, la mujer es puro saber conforme a esta disonancia con el Otro ya que sólo puede tener un inconsciente cuando es toda, completud y conforme la libido es masculino, su no saber es masculino.  

Así Lacan invierte la filosofía de Aristóteles, resumido de la siguiente forma: los seres menos seres participan de lo más alto de los seres. 


La segunda clase trata sobre la posición del lingüista. Refiere que hay una distancia entre el decir (enunciación) y el dicho (enunciado). En esta binaridad, se encabalgaría el dicho con el inconsciente y el goce con el decir. De ahí que explique Lacan que lo que hace en sus seminarios se llame lingüisteria y no lingüística: trata de no descartar el componente no dicho o el decir (y el goce) en su estudio. Hace Lacan hablar a continuación a un lingüista, Jean-Claude Milner, para que refiera la situación actual de la lingüística. 

A continuación de la participación de Milner agrega que hay una ética en el gesto (el decir). El gesto muestra un límite o se muestra como límite ante la ocasión de lo bello (el otro con minúscula). Por ello Lacan escribe la lalengua todo junto y con ello trata de distinguirse del estructuralismo: para él, el signo está subordinado al significante y no al revés. El decir requiere de lo dicho, y el hecho de que el Otro sea designado como un no-todo por Lacan, implica que no dice toda la verdad. Expresado en sus grafías es Φx, donde x contradice a Φ.