Sobre Emil Cioran






















Documental sobre Cioran, su vida, su mito, su escritura que expresaremos ateniéndonos mayormente a las citas a su obra que allí se dan.


Se indaga por saber quién fue Cioran, si es que fue cierto que pertenecía a un movimiento criptofascista rumano.
Cioran alabó a Hitler. Alaba el estilo de vida del nazismo, su egoísmo, su misticismo. Escribe en su segundo libro páginas antisemitas. A ese libro lo  describirá después como algo que fuera una suerte de himno de un asesino, de un  loco furioso del cual se condenó  furibundamente. Todo es, al parecer, furibundo en Cioran. Todo tiene origen en la idea de que algo existiera sin importarle su voluntad propia, individual, de destrucción, lo embargó de una crisis de rabia. Sensaciones que simplemente puso en palabras. Esta maldad le interesa en tanto que lo diferenciaba del animal, cuya rabia sólo se centra en el objeto, en tanto que la del hombre invade los lugares del yo, pasando por todo lo imaginado del universo, llegando a un odio de todas las cosas en sí mismo, como le pasó a él.
En el mismo orden tenemos su aseveración de perplejidad: "El hecho de tener un biógrafo no ha hecho renunciar a tener una vida" que es impredicable, que sólo deja muy mal parado a un biógrafo; y que puede relacionarse con la importancia, a la que adhiere, del ridículo en un retrato. Sólo el ridículo lo humaniza, (lo vuelve víctima y colisiona la estúpida vanagloria del yo).
Estas reflexiones tienen que ver con mirar las cosas como son, lo cual obliga a permanecer al margen de los hechos. Hecho que es general aunque Cioran lo vea como experiencia propia.
Sólo el monstruo puede ver las cosas tal como son porque está fuera de la humanidad. Y así se sentía él y conforme actuaba y escribía.
Por ello la supervivencia de un buen escritor, que le compete, en la cual observa algunos ejemplos ilustres, se debe en la medida de la gratuidad de su crueldad. La generosidad de su hiel.
La explicación de su fascinación con el régimen nazi está no poco esclarecida en la intensidad de sus reflexiones. Cioran habla de la obsesión de las cosas a través de las ideas, a lo que exponen, y dice que pocos han sentido lo que él.
En este lugar se ordena la crisis que tuvo sobre su país, un país pequeño y recientemente liberado de Hungría. Y reflexiona que quienes como él sintieron las aspiraciones de un futuro grande para ese país, elucubraban un futuro para  aquello que no lo tenía. Por ello concluye que esos -quienes instaban a darle un futuro- así redimían al país, con esa demencia.
La patria no es más que un campamento en el desierto (aforismo tibetano), cita. Pero la locura de su patria es su rarísima infancia, rarísima en conformidad con lo que vendría después. "Incluso mis temores eran alegres. Conocía la felicidad y presentía que iba a perderla." En el mismo orden de reflexión está lo que sigue: que ante el temor de lo peor Cioran dice que se lanzó a la desgracia antes de que apareciera. Estos sentimientos son los que se esbozan en un libro con el nombre de La caída en el tiempo, sentimiento de  "caída en el tiempo" que es sumamente individual.
Al parecer, una nueva apercepción del tiempo se le abriría, de ahí la nostalgia de la infancia: "aquellos que no son  concientes del tiempo, no sienten tedio. El tiempo es lo que no pasa". Con lo que se concluye que el tiempo es una suerte de infierno y lo que se busca es perderlo.
En aforismo lo expresa así: "Todos estamos en el fondo de un infierno en el que cada instante es un milagro."
Pero el fenómeno del insomnio al que se verá expuesto toda su vida tiene que ver con estas reflexiones:
El insomnio es lo peor que puede pasarle a una existencia, escribe. Y también:
Se aprende más en una noche en vela que en un año de sueño. Esta subversión de situaciones desafortunadas le lleva a reconsiderar el concepto de descanso-trabajo: donde no hay descanso hay trabajo, donde no hay paz se hace algo. El insomnio es como una paliza. Todo es, expresa, indeterminado para el insomne,  no hay ilusión de comenzar nada. Pero ésto no parece más que un parecer de quién está inmerso en el insomnio.
Existió una época en la que Cioran se pasó viajando en bicicleta por toda Francia; para él, fue su época más activa, con ello como con el insomnio sella y cuestiona el asunto de la actividad como inactividad. Pero sí era un hombre ocioso, como lo dice él mismo, la anécdota siguiente lo prueba:
A los 40 años fue desvinculado de los servicios de La Sorbona. Había hecho de estudiante sin serlo realmente, y si hubiese sido por él, hubiera vivido toda la vida como estudiante.
Para su época sus reflexiones atinentes al compromiso del intelectual parecen avanzadas; así, no concilia con la  concepción de Sartre de literatura comprometida, de un Sartre de quien diría que hace una suerte de industria de las ideas. El escribiría: "La patria es la lengua. No se habita un país. Se habita una lengua." Concepto claramente dependiente de Mallarmé, a quien intentaría traducir a su lengua. También es actual su posición sobre el pathos humano: Hay una imposibilidad teórica de la pasión. La pasión se sustraerá siempre porque es el agente de las cosas. Por ello dice: "El deber de un hombre solo es estar aún más solo." Puesto que la pasión es lo más individual que puede tener un individuo.


Volviendo a su furia, a sus crisis de impotencia, nos encontramos volcadas a palabras verdaderas sensaciones que volvió pensamientos pascalianos, tales como:
La imaginación de un combate singular con la existencia por ver quién prevalecía, (propio del profundo insatisfecho y el  sujeto con crisis reivindicatoria, lo cual plantea una naturaleza descabellada en esa demanda). Estos fueron los sentimientos en torno a la ejecución de Breviario de la podredumbre. De todas estas sensaciones nace su apercepción de quienes tienen algo para decir y quienes no. Por ejemplo un filósofo satisfecho sería una suerte de fantochada, más valiera un mendigo enojado consigo mismo como objeto contemplativo.
De ahí la importancia no en lo que se sea sino en la singularidad de un sujeto, a lo  que lo observa dado por el tono. El tono es lo que escribe, es lo vital. El tono que refiere Cioran no es algo medible, es algo que es único y por tanto no es medible y eso importa más que el talento en cuanto que éste es medible.
No duda en decir -aunque no sea creyente- que escribir es como un encuentro con Dios. Escribir es como un encuentro con Dios con la salvedad de que la soledad del que escribe es menor en mucho de la de Dios, de aquello con lo que el que escribe se encuentra.
Pero al parecer lo que caracteriza a la escritura de Cioran es cierto cinismo, cinismo que es perdido por él con la edad. La furia desaparece con el tiempo, parece decir. Porque uno escribe lo que escribe para dejar de creer en eso. Pero eso no anula lo dicho. En el caso de Cioran, lo terrible de lo dicho.

Con respecto a la evolución de las sociedades, sus afirmaciones también parecen actuales.
La duración de la sociedad está dada por la mediocridad del odio de la mayoría entre sí. No están a la altura de su odio a los demás, y así se sostiene la sociedad.
Es imposible imaginar un estado mejor para realizarlo, tan pronto "sólo actuamos bajo la fascinación de lo imposible". Ese estado furibundo o algo semejante que denuncia como enfriado por el tiempo, es lo actuante, es la altura de ese odio, lo que no hace sostener la sociedad. Por ello la utopía es estéril, puesto que es la necesidad de asociar la felicidad, es decir lo inverosímil, al devenir.
Este monstruo que no es el del individuo es el que ha viciado el razonamiento del siglo XX. Es el monstruo que dice que las cosas se hacen proponiéndoselas, sin la  fascinación que refiere Cioran.
La vida está totalmente lejos de ese razonamiento, es ruptura, herejía, aparición de lo aberrante.
La crítica a la revolución francesa, ese deseo de cambio que es idiosincrasia en el pueblo francés, es para él donde todo es un escenario, algo para ser visto, con promotores que son actores, algo que no hacen realmente, un encargo, nada vive allí, nada se experimenta.


La pregunta lógica es: ¿Cioran pesimista? No, es crítica, insatisfacción de las soluciones vulgares donde el principio es la reconciliación.
Cioran justamente, se dice, nunca ha buscado reconciliar lo irreconciliable (esto está ligado a su fragmentarismo, la  voluptuosidad que ha encontrado en escribir así, y pero sobre todo, en no padecer las contradicciones, en templarse en ellas). También con que nunca ha buscado una meta, ningún resultado. Y cree que no pueden existir ni en general ni para el individuo. Rechaza toda trascendencia. De ahí que las revoluciones no le conmuevan demasiado, sobre todo si ellas promueven el cambio. El cambio viene, justamente, de aquella naturaleza del hombre general e individual donde nunca se ha buscado ningún resultado, ninguna meta. Por eso dice que la lucidez completa es una nulidad. Y por eso dice  también que el que la vida no tenga sentido es una razón para vivir; la única, en realidad. Como si dijera que la meta -que no es tal-, que no existe, proviene de lo oprimido al decir que se debe poner del lado de los oprimidos, aún cuando estén equivocados, sin olvidar que están hechos de lo mismo que sus opresores.


Hacia el final, Cioran sostiene que, en su vida amarga, la idea, el pensamiento del suicidio fue algo que le permitió no matarse. Establece una filiación de esa idea del suicidio con la de libertad. Tanto la idea de suicidio como el suicidio mismo es una salida ante la opresión, la expresión de la necesidad de no dejar morir lo más individual del sujeto.
Existe una rara relación entre la libertad y la creación. Se pudiera decir que son interdependientes; así, irónicamente, como le caracteriza, Cioran dice: "Si alguien debe todo a Bach es, sin duda, Dios", exaltando a Bach como un sumun de la creación, uno de los más elevados ejemplos de creación, y por tanto, de libertad".