Fragmentos escogidos del seminario 27 de Lacan "Disolución" — vía Sucitrep Osat
El oscurantismo propio de la palabra se duplica por la creencia en la Revelación que imputa a Dios el "hágase la luz". Cuando eso se triplica por la filantropía y se cuadruplica por el progresismo, es noche negra.
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El fulano Otto Rank se acercó a eso hablando del trauma del nacimiento. Trauma, no hay otro: el hombre nace malentendido.
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El serhabla en cuestión se reparte, por lo general, en dos hablantes. Dos hablantes que no hablan la misma lengua. Dos que no se escuchan hablar. Dos que no se entienden, sin más.
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Lo que, sin embargo, distingue al saber llamado inconsciente del saber de Dios, es que éste suponía el de nuestro bien.
Y esto no se puede sostener. De allí la pregunta que hice, ¿cree Dios en Dios?
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Me contento con apuntar que el silencio atribuido al Ello como tal supone la palabrería. La palabrería que la oreja está esperando, la del "deseo indestructible" que ha de traducirse en ella.
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Digo cualquiera: una rana, por ejemplo.
Hay una pintura que me baila en la cabeza desde hace tiempo. Logré recordar, no sin dificultades propias de mi edad, el apellido de su autor. Es de Bramantino.
Pues bien, esta pintura está bien hecha para dar fe de la nostalgia de que una mujer no sea una rana, que está puesta patas para arriba en el primer plano del cuadro.
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La lalengua sólo es eficaz al pasar a lo escrito.