Adolfo Vázquez Rocca — Sloterdijk; Secretos bizarros de Freud, discretas obsesiones telecomunicativas y primeras formaciones de psicología profunda europea










Artículo parte del Proyecto de Investigación “Ontología de las distancias en Sloterdijk, hacia una teoría antropotécnica de las comunicaciones”. Desarrollado por el Dr. Adolfo Vásquez Rocca, Facultad de Humanidades y Educación UNAB. 
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Adolfo Vázquez Rocca revisa conceptos en boga y rescata la noción de magología, telepatía, entre otros. Véase de magología (disciplina de la magia) y telepatía (pasión a distancia). En otras palabras, la magología comprende una visión precientífica, romántica en cierto aspecto, con un centro claramente iluminador en la figura de Mesmer. En psicoanálisis, observa Rocca, esta tendencia fue silenciada desde el mismo Freud -el cual creía que la ciencia estilizaría los postulados del psicoanálisis-, según sus aspiraciones iluministas. Rocca habla de mediación, y de allí, los medios, las formas de comunicación, trans-misión girando en torno a las apreciaciones del filósofo Peter Sloterdijk en su teoría de las esferas: libros Esferas I, II, y III (trilogía). 
Viciada de formulismo, la ciencia -¿aunque no la tecnología?- parece dejar fuera lo que Sloterdijk acuña como "teoría de la visitabilidad", o de los contagios afectivos, que no es una teoría nueva. De allí que de contagio se extraigan lexemas que generan el circunloquio de estas ideas, como ser "infección". 
La noción de esfera centraliza la atención en el individuo que genera relaciones entre pares limitados, como si intentara describir un radio de acción de ida y no de vuelta (de allí que la noción de esfera no suponga la reciprocidad que aquí se alega). Por ello es que la noción de red sea más descriptiva del conjunto. 
La constitución del individuo tiene una evidente intención de crítica al estadio del espejo lacaniano. La constitución que alegaría Sloterdijk se denomina "polo de dúplice unidad" y reza que la experiencia del niño "ocasionalmente" perceptora de una superficie vítrea, metálica o acuosa sería un "estrato de percepción suplementario", o sea, no esencial. Según Sloterdijk, Lacan pre-supondría al hombre, en un reduccionismo de formación limitado a la autopercepción visual. Ese sería el vicio del estadio del espejo. Lo que se discute aquí es una noción al parecer heideggeriana o que posee la morfología terminológica de este filósofo que es el "poder-ser-íntegro" o dicho sin tantos reveses: la antelación al estadio del espejo de la formación del in-dividuo. No obstante, aún formulada como haya sido formulada la teoría del espejo posee posibilidades explorativas muy ricas como símbolo, sin fechar, de copia, de imagen, de repetición, etc. Como se sabe, la capacidad o perennidad de una teoría no reside en su eliminación definitiva sino en su capacidad de revisión. Por un lado, la noción de (auto)experiencia que refiere Rocca, escrita tal como él la escribe, (ya) presupone cierta identidad. De hecho, Rocca referirá a repetición la noción de "transparencia" -que es otra acepción de "espejo"- de ciertas sociedades ágrafas y una suerte regressus -salvando las enormes distancias- a esa condición, con el avance de las telecomunicaciones. 
La noción de especulación y espejo parecen tener la misma raíz, lo cual genera un rodeo semántico -soporte de toda filosofía- en torno a las nociones de adaptación por condicionamiento del medio. En la primera acepción del DRAE de la palabra especular se lee "Registrar, mirar con atención una cosa para reconocerla y examinarla", lo que muestra la tesis supuesta como original en Sloterdijk, es decir, "contagios afectivos". Otra acepción de especulación es la de "tráfico", todas metáforas de medio, mediación, telecomunicación, etc. Por último la noción de mimetismo no requiere, desde el punto de vista biológico, ningún presupuesto de experiencia visual. 
Según Levi-Strauss habría una distinción, elogiable por Rocca, entre tiempo e historia. Entendiendo al tiempo como género, tan pronto sería, según expone Rocca, propio al mismo tiempo que de las sociedades ágrafas, también de las que poseen escritura. Las primeras sociedades, de carácter marcadamente tradicionalista, vivirían, según Rocca, en el tiempo, pero no en la historia. Así la escritura es presupuesto que diagramaría la historia. Sin embargo, la cuestión es a la inversa y así la tesis de Sloterdijk tendría un mejor espesor; Levi-Strauss presupondría el tiempo como esencia: no es verdad que los dos tipos de sociedad vivirían en el mismo tiempo, sino que es su historia la que ha construido el tiempo en el que viven. 
Se nota en Rocca una crítica clara a la teoría de los medios de comunicación que se contrapondría a los sucesos vividos en el presente, de nuestra era, que avanza hacia la comprensión de cada hombre como "mensajero potencial, informantes de un estado de cosas", especie última de tentativos y caducos y nuevamente tentativos y caducos humanismos. 
El panorama de Rocca es el de una batalla cultural entre modelos de comunicación "oculto-arcaicos" y "modelos-ilustrados" como les llama, que no reviste mayor importancia. 
No obstante, Rocca compendia las precursorías de esta teoría de proximidad en William James, Pierre Janet, Sigmund Freud, Dostoievski, Schopenhauer e innumerables otros. 
Así, Sloterdijk dice: "el psicoanálisis sigue siendo la praxis de cercanía personal más interesante en el mundo moderno" y como cuenta Rocca, tendría predilección por el trabajo del Freud joven y desacuerdo con los conceptos lacanianos. 
Rocca insiste, afianzado a Sloterdijk, en una crítica a la teoría de los medios. Para él éstos son los formadores del "último hombre", nietzscheanoRocca: "Los últimos hombres son “ángeles” vacíos, antimensajeros, hombres incapaces de articular palabra". Esta idea está tomada de Sloterdijk, que a su vez la toma de Nietzsche en su "disangelio", hombres sin mensaje, en oposición a "evangelio", que como sabemos es "la buena noticia". El paroxismo de este Apocalipsis Rocca lo ve en la aguda y notable fórmula "El mensaje es el medio" de McLuhan. Notable porque delata el tremendismo -no por ello no visionario- de las nociones nietzscheanas, o de Sloterdijk. Notable sobre todo porque el mensaje no es el medio puesto que precisamente no hay mensaje (entiéndase "mensaje" aquí en el sentido clásico, claro). Al Kafka que agregará Rocca podemos agregar el Lovecraft del cuento Polaris: la idea de la vida como trans-misión, no de mensajes, sino de la mera trans-misión. El olvido del para qué se hacen las cosas. A este respecto, Rocca lee en un texto de Wittgenstein que curiosamente no menciona en la bibliografía el interés del filósofo austríaco para con la obra de Freud. Como se ve, las nociones de Freud relacionadas a la práctica de la transferencia están meméticamente extendidas al concepto de "pensamientos privados" de Wittgenstein. Sin más, el embarazo que le producían las ideas de Freud pudiera haber resultado en lo que clásicamente llamamos "influencia". Por ello Rocca destaca en las sociedades primigenias antes referidas la idea de estos pensamientos "privados" como un fenómeno absurdo, inhallable. 
Nada nuevo bajo el sol. Sobre todo en esta idea que sustenta la crítica insistente, de ribetes irónicos, de Rocca: "En sociedades diferenciadas, con distintos trabajos y pensamientos, son los psicoterapeutas los encargados del entretenimiento y los proveedores de redes los que se deben ocupar de que los individuos no caigan demasiado profundo en la privacidad patológica de sus pensamientos y sentimientos" que es meméticamente una extensión crítica visible en El Antiedipo de Deleuze-Guattari y visible también en el concepto de poder pastoral de Foucault y por eso mismo rastreable hasta cualquier forma de romanticismo. 
Las sociedades no diferenciadas, prealfabéticas o ágrafas, como dijimos, suponen una inteligencia diferente. En el universo oral, discursea Rocca, todos son magos con la emancipación del adelantado co-mago, figura del viajero que conversa con el extraño y vuelve al núcleo tribal. Repitiendo la noción reestablecida de Levi-Strauss a historia hace tiempo, la alfabetización constituiría un viaje en el espacio que transforma el tiempo. Como se verá en cómo observamos y hace sus exposiciones Rocca, el viaje sintetiza el tiempo. Como ilustra Rocca la esfera afectiva son lazos protectivos que forjan episódicas y desdibujadas identidades tribales (equilibrio inestable) mediante la producción sonora: estar siempre al alcance de la voz es mantenerse en la seguridad de lo familiar y propio; y en "la de la fascinación del ser humano por el ser humano". Este estadio antropológico primitivo caracterizaría a los pensamientos por su transparencia, a la manera de un pensamiento colectivo efectivo con correlato telekinético evidente -ya que hacemos isotopía magológica-, todas nociones desmerecidas por el ideario científico. 
Mencionamos a Kafka, del cual extrae Rocca un pasaje de sus diarios que por otro lado forma parte de la tópica kafkiana: el mensajero que no llega nunca a destino y no obstante insiste en "ir". En otras palabras: al no llegar nunca al destino, el mensajero se transforma en el mismo mensaje. En una visión antropológica, Kafka anotaría en su diario que el hombre como asunto lúdico de niños escoge siempre ser el mensajero, antes que el rey. El mensajero, léase médium (en Rocca), el que no está en ninguna parte, el "entre" deleuziano, la atopía barthesiana, el hic et nunc im-posible o el goce lacaniano. El "nihilismo mediático" -por qué no llamarle zombiesmo- hombre-masa ortegiano o, anteriormente, "hombre mediocre" en Ingenieros; en fin, no es más que la normalización conductual, por cognitiva. 
Entonces, este pasado "de dúplice-unidad oscurecido" de Sloterdijk no supone novedad. La psicología es la disciplina reina, aunque no actuante en tanto disciplina, que se sustrae siempre a las intenciones de la técnica porque ella misma sería el resultado de una técnica, de todo arte humano. En este lugar inextenso de la mente aún cuando bogue la reformulación del espacio material por modificarse a virtualidad, Rocca rescata la noción de Eros platónica como una fuerza  "preobjetiva y sobreobjetiva" una fuerza vacía de sentido, que como no obviará Rocca, remontará a la noción de Voluntad schopenhaueriana. A una escala colectiva esta "magia intersubjetiva" como enuncia Rocca siempre permanece un paso adelante y por tanto atópica. Sloterdijk, entonces, intenta una revisión de los primeros conceptos psicoanalíticos en pos de un lenguaje pertinente sobre la "cercanía". La melancolía, por ejemplo, sugiere ser una huella psíquica de un caso individual de "ocaso de los dioses". En primera medida digamos la unidad sémica de dios e ídolo: ídolo es la imagen del dios, pero, con adoración fetichista, esto es, el ídolo es el dios en las sociedades "transparentes" de Sloterdijk. La transparencia reside en la mismidad del nombre (cualquiera fuera su re-presentación) y la cosa. Sin ir muy lejos la melancolía debe verse como una desilusión (des-encuentro spinoziano) débil en la cotidianeidad ahora a gran escala, cuando las expectativas -que son un residuo de estas sociedades primitivas en que psíquicamente se confunden la expectativa con el dominio de la cosa a lograr, y luego comprobadamente fuera del alcance por ser la expectativa un territorio anímico de confusión entre posesión y fe-.
Spinoza y la relectura de palabrerío lacaniano pudieran decir al respecto. Lacan entiende la melancolía, citando a Spinoza, una falta, un pecado. Se ha faltado a la falta. El individuo ha faltado a su expectativa que lo recorta o lo "castra" porque la expectativa es la falta de la realidad que sólo el individuo obtiene a través de su ídolo o dios. Por ello Rocca habla del trastorno anímico como una distorsión de la participación, una "enfermedad medial". Freud habló de complejo, el cual no debe entenderse como "problema", lo que hace el sentido común. El complejo es una memética de la noción de participación, de ser-parte en un sistema o red (y aquí tiene peso la noción de esfera).
Entonces Sloterdijk preconizaría un regreso de la psicología volviendo a la lengua de su resplandor, una conducta muy marcada en escritores como un Borges o un Canetti, respetuosos de la no interpretación de los mitos. 
Según Rocca, Sloterdijk postularía dos formaciones de la psicología europea "profunda". La primera: una intimidad bipolar; amor vulgar o atracción al otro por infección causada por "espíritus extraños" cuyo espacio es el presente como tiempo de posesión, y luego el amor sublime o nostalgia del otro como huella del recuerdo de la "coexistencia con Dios" [destacamos en Rocca el uso de la mayúscula para "Dios"] cuyo espacio es el pasado como tiempo de éxtasis. Así, como un camino de regreso al útero (Regressus ad uterum) a través del orgasmo, el éxtasis religioso y la creación. Nada nuevo bajo es sol: Cf.: Alejandra Pizarnik, "Sala de psicoterapia". Esta intimidad que se añora y que vanamente se busca en el amor vulgar o infeccioso que sólo a-parece hierofánicamente en esos tres fenómenos referidos arriba se correspondería con "la dúplice-unicidad prehistórica del espacio-madre-hijo". La segunda formación de la psicología europea "profunda" sería la del magnetismo animal, hipnotismo y sonambulismo artificial desarrollado sobre todo en Alemania y Francia entre 1780 y 1850, con precuelas en las concepciones magnetosóficas de los magos del Renacimiento: Paracelso, Gilbert y Van Helmont, pasando por Jacob Böhme y hasta en Newton. 
Todo esto para decir que el hierofante es un brujo -que conversa con la pacha mama, por ser jocosos- y un episodio de la historia de la Iglesia, dentro de la cristiandad. En Heidegger, parece sostenerse el derrumbamiento del estadio del espejo, de este modo: si es histórico, falla; sí mítico, no. Es decir: el ser-en-el-mundo heideggeriano supone una no relación óntica (ontológica) con el mundo. Hemos dicho que el mundo lo lleva dentro el individuo, en su diversidad alien-ante específica.  Escribe Rocca: "El ser-ahí nunca es “primero” un ente exento de ser-en, por decirlo así, que tendría a veces el capricho de echarse a cuestas una “relación” con el mundo”" Claramente no se ha entendido a Lacan, lo cual también, valga decir, nada importa, según él nos haga saber que la comprensión importa menos que la angustia y que es la angustia la que comprende. La fórmula sartreana La existencia precede a la esencia, copia de Heidegger, no quiere decir otra cosa que "la esencia es la existencia", y "mundo", no quiere decir nada, o mejor aún, si le damos la categoría sémica vulgar, el clivaje imaginario, querrá decir todavía "trasmundo" en el sentido crítico nietzscheano. 
Así, Rocca habla del "sosías", que proviene del personaje de una comedia de Plauto y que en sentido figurado implica una persona que tiene tal parecido con otra a tal punto de confundirse con ella. El sosías, Rocca lo asocia a la placenta, al espacio intrauterino como doble sagrado del sujeto y que se considera desechable a partir del siglo XVIII. Por esta acción llevada a cabo durante este mencionado siglo se habría llegado "al nihilismo individualista de la Modernidad, y a un efecto de las religiones como sistemas simbólicos que han transformado a los aliados íntimos de los individuos en vigilantes internos". El espacio anímico del individuo, dice Rocca, se encontraría ya antes en la burbuja intrauterina en una estructura aquí-ahí. Cuando se desprende el individuo de ese espacio se operaría la sustitución en otras figuras, madre, y compañeros más tarde. Así volvemos a la melancolía de la que habla Rocca antes (y ya hablamos arriba), por ejemplo, como una huella psíquica de un caso individual de "ocaso de los dioses". Escribe Rocca: "creer consciente o inconsciente que se ha sido abandonado por el íntimo promotor, confidente y motivador, dios íntimo complementador." ¿Cómo que creer y cómo que consciente o inconscientemente? ¿No se ha dicho acaso, no ha dicho Rocca ya, acaso, que las figuras afectivas, efectos de "fascinación del hombre por el hombre" como el mismo le llama, están integradas en el sujeto? Creer es saber, y todo lo que sucede inconscientemente sucede conscientemente porque ha sucedido conscientemente, Cf. David Hume. La crítica de Rocca se sustenta todavía en vetustas categorías: "todo objeto es algo que puede ser ocupado y desocupado" y por ello insiste en un pasado no perdido, tomando el término de Thomas Macho que es "nobjeto". El concepto de chose o cosa lacaniano [es de Freud, en realidad] es el concepto que se acercaría a ese nobjeto (o pre-sujeto). Desde el punto de vista biológico aún la noción de "nobjeto" sería metafísica, un clivaje paródico de las fuerzas del imaginario. Dicho de otra forma, Rocca cita la crítica del estadio del espejo lacaniano en "Excurso 9" de Sloterdijk: "este ser-imagen-cuerpo íntegro no significa casi nada frente a las certezas preimaginarias, noeidéticas, de integridad dual sensitivo-emocional". 
Parece que defendemos a la rata lacaniana, no obstante, en un tono a la manera Gombrowicz que espetaba en un "maten a Borges" el profundo deseo de que muera el paradigma aplastante trae implicado la capacidad -léase en "capacidad", "todavía vivo"- de re-visión de una teoría; en este caso vaya para Lacan. Así Rocca reconoce en el psicoanálisis lacaniano una idea brillosa en su aportación sobre la refutación de la esperanza terapéutica: Rocca la enuncia así “no se te ayuda sino en el instante que comprendas que nadie puede ayudarte”. Pero esta idea va más allá de lo que dice Rocca, hasta Schopenhauer, y por eso mismo a una cosmovisión budista de la vida, algo críptica y lapidariamente enunciada en estas palabras del filósofo pesimista: "sólo la muerte es positiva", derivación del "vivir es sufrir", derivación a su vez de las cuatro noble verdades famosas. 
¿Por qué decíamos que es insuficiente la noción de esfera sloterjdikiana para una visión de conjunto de las manifestaciones colectivas? Slavoj Zizek puede apuntalarnos: es porque la esfera define el territorio de atracciones y por tanto de fascinación que fecunda ídolos. La red describe la apertura a una nueva inclusión de otras manifestaciones que están más allá de la esfera familiar, tribal o como quiera que se le llame. Cuando Rocca refiere los límites del intercambio subjetivo esta apuntando a ello: "Los límites de mi capacidad de transferencia son los límites de mi mundo" [con una clara paráfrasis de Wittgenstein en "los límites de mi mundo", y a su vez, del solipsismo cartesiano]. 
Hay aquí un dato de color cuando Rocca nos cuenta las dos inscripciones que Platón puso en su Academia, la segunda de las cuales era (es)otérica, y según la cual sugería el alejamiento a todo aquel que no consintiera en mantener dramas amorosos, precisamente porque en ellos se operaba la "transferencia" o tráfico o comercio, o como quiera llamársele, según el cual la esfera se deshacía y a través de una crisis de esa esfera se operaba una inclusión del interferido otro. Es por ello que el otro, en esa denominada "magia intersubjetiva" es la actualización de ese otro imposible propia del mito platónico de las dos mitades que se añoran: en otras palabras ¿adónde irá a buscar el paraíso perdido el sujeto? Respuesta: en la intersubjetividad, y no por ello habrá volver. 
Haciendo historia, Rocca, rescata otros ejemplos ilustres: la magia florentina de la intersubjetividad, -no es casual que nos remontemos al renacimiento- en Giordano Bruno, psicología de la acción recíproca, con el enamoramiento como envenenamiento. 
Concluyendo, para Sloterdijk parecería que existe en la psiquis humana una antigua "dotación histórico tribal" y los medios, la escritura no serían capaces de eliminarla. Es una función preverbal. Rocca examina los personajes de Shakespeare, los cuales funcionan como baterías psíquicas que se cargan por conexión a una red de tensiones de rivalidad imitando sus violencias. Así, los sociólogos de la literatura no andarían errados en decir que el universo dramático de Shakespeare sería un muestrario de la naciente sociedad burguesa-imperialista de competencia. La violencia que estiman todos hoy perjudicial proviene de las sociedades de vergüenza, como destaca Rocca. Sociedades en las que el hombre, según Nietzsche, llegaría a sus mayores fanatismos -todo fanatismo pudiera nominarse con las palabras de Bruno, envenenamiento amoroso, esta vez colectivo-. 
La cuota de mesmerismo en Schopenhauer pudiera provenir de sus lecturas de Kieser, en una visión de influencia material mutua entre los cuerpos mediante el fluido magnético. Recordemos que el spinoziano Gilles Deleuze habla de flujos de deseo para referir encuentros y que en estos encuentros Spinoza tendría en cuenta el carácter entrópico de esos intercambios. Rocca escribe (o cita): “el agente magnético es la actividad vital o poder interior de la tierra, el poder telúrico frente a los poderes antitelúricos, que proceden del sol”. La famosa Voluntad schopenhaueriana sería la fuerza vital aquélla, que toda mediación no podría eliminar. La historia de las telecomunicaciones impone en sus causes una ilustración de todo lo que ha sucedido desde siempre entre los hombres: el refinamiento de las comunicaciones con todo tipo de dispositivo y artilugio tales como móviles y demás derivados del modelo inestable de la Internet. Según Sloterdijk, así el hombre está poseído por sus semejantes, como también entendiera Zizek. ¿Pero quiénes son sus semejantes si a su vez están poseídos? Así, entre razonamientos pujados por esta realidad de hoy y un poco de tradición science fiction, Rocca, imagina un comunicador capaz de irradiar sus propios pensamientos directamente en los cerebros de personas lejanas, ("sistema neuro-telepático"). No sin tintes apocalípticos, no hay que dejar de decir. Como asimismo que el Apocalipsis es un mito en ambos sentidos del término que se reformularía eternamente puesto que su condición es el futuro, la ignorancia: nunca existirá y nunca ha existido. Dicho en otras palabras nunca estuvimos despiertos, nunca estaremos despiertos.
Asimismo imagina en esta "edad final de los medios" la suplantación de los ojos y oídos por una suerte de bypass neuro-telepático. La posibilidad de trasponerse sin encontrarse físicamente al modo del psicótico como iluminaran relatos cortazarianos y películas de Hollywood recordamos, mediante circuitos, intercerebrales enviando incluso representaciones personalizadas.
Estas ideas, mostrarían la caducidad del modelo orwelliano de monopolización de la transferencia de pensamientos entre hombres.  Aunque Rocca parece todavía atado a este modelo, como se ve en la siguiente frase: "deberíamos gozar de nuestras reservas naturales del no-entender, mientras haya tiempo".
Entonces, el seguimiento que hace de esferas según Sloterdijk desde el hombre primitivo en estado de "transparencia" (suerte de panteísmo no filosófico) pasando por las “culturas de la vergüenza” (donde la propiedad privada erige la vergüenza) culminaría en una transferencia actual de pensamientos des-regulada en dirección horizontal: esferas y esferas, "condenados a una ciudadanía mundial electrónica". 
Por ello llegan a Sloterdijk interrogantes éticos de esta realidad; para ello interroga el In-sein o el ser-con heideggeriano como algo que no se agrega desde afuera a los integrantes del grupo sino como lo propio, próximo, habitual y confiable. 
Finalmente, para Sloterdijk habría tres fases que es posible distinguir en el proceso de globalización: metafísico-cosmológica, (la globalización metafísica de dos mil años entre Aristóteles y Copérnico); la marítimo-terrestre (signada por la hegemonía científica y cultural occidental de los últimos quinientos años); y la electrónica, la de las telecomunicaciones: donde "la comunicación ha sustituido a la moneda como valor de cambio". Esta última era, constituiría el fin del cosmopolitismo y el nacimiento del ‘provincianismo global’ con la reconfiguración de las culturas locales (el almacenamiento de la diversidad). Otro nombre para estas sociedades es el "de paredes finas" proceso de eliminación de fronteras en el sentido deleuziano de desterritorialización (o sea virtual, viajes de intensidad), desmarcación de las ahora pseudo-categorías kantianas traspasadas por la tecnología: combinación entre lo geográfico, lo simbólico y lo disciplinario.
Un modelo anticipatorio, anota Rocca, de estas sociedades de "paredes finas" -aunque arquitectónico todavía- sería El Palacio de Cristal de Londres en 1850, albergando Exposiciones Universales, y un texto de Dostoievski que hacía de toda la sociedad un “objeto de exposición”.
El resultado sería un modelo de organización intuitiva (encore lacaniano) y evolucionista: el mundo exterior se sintetizaría en un interior planificado. 





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