Martin Gardner — La deficiente teoría freudiana de los sueños










Uno pensaría que a Freud tenía que haberle bastado con admitir que los sueños pueden reflejar temores, además de deseos. Pero no: se esforzó toda su vida por encontrar maneras de interpretar los sueños desagradables como cumplimientos de deseos secretos. Se daba cuenta de que estos sueños antideseo presentaban serios obstáculos a su teoría.

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Los psiquiatras actuales, con excepción de algunos analistas mayores que todavía consideran sagrados los escritos de Freud, opinan que la teoría de los sueños no fue el mayor logro de Freud, sino su mayor fallo. El simbolismo es tan flexible que un analista hábil, basándose en datos reunidos en los diálogos de diván y en las pruebas de libre asociación, puede interpretar cualquier sueño como mejor le convenga para apoyar sus conjeturas. Un buen ejemplo de esta elasticidad es la creencia del propio Freud en que cualquier sueño puede significar todo lo contrario de lo que representa, «tanto como lo que representa». ¡Un símbolo masculino puede representar a una mujer, y viceversa!

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¿Y qué pasa con los soldados que reviven en sueños horribles traumas que preferirían olvidar? También esto lo explicó Freud como deseos. ¡En esos sueños de terror, el durmiente es un masoquista que quiere seguir sufriendo! Tal como escribió Freud, «incluso los sueños con un contenido doloroso se interpretan como cumplimiento de deseos».

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Habrá que repetir lo que tantas veces se ha dicho: donde Freud acertó, no fue original; y donde fue original, se equivocó. Comparémoslo con Darwin: donde Darwin acertó, fue original; y donde no fue original, como en su defensa del lamarckismo, estaba equivocado.

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La teoría de Evans-Newman es que el cerebro, igual que un ordenador, se va atiborrando de información inútil. Así como hay que limpiar de vez en cuando la memoria del ordenador para quitarle toda la basura inservible, nuestro cerebro necesita también fregados periódicos. Los sueños son los procesos que utiliza el cerebro durmiente para pasar a la memoria a largo plazo la información que vale la pena conservar, y borrar de la memoria a corto plazo las trivialidades que, de otro modo, obstruirían las rutas neurales.
¿Para qué recordar cosas como el color de los calcetines que nos pusimos ayer, o la comida que comimos, o todo lo que dijimos en conversaciones intrascendentes?.
Mientras los impulsos eléctricos recorren el cerebro para eliminar esta basura, las pulsaciones activan neuronas adyacentes, conjurando patrones prácticamente al azar. Nuestro cerebro subconsciente hace lo que puede por colocar estas imágenes en algún contexto mínimamente coherente, pero como las imágenes surgen al azar, la historia soñada presenta extravagancias sin sentido y transiciones bruscas, como las escenas de los dos libros de Alicia de Lewis Carroll. Durante una hora o dos cada noche nos volvemos locos inofensivos.

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Los miles de millones de neuronas del cerebro están interconectadas en una red inconcebiblemente compleja, la estructura más complicada que se conoce en el universo. Cuando se almacenan recuerdos normales, el proceso tiende a reforzar conexiones neurales inútiles. Crick y Mitchison las llaman «recuerdos parásitos». El propósito del sueño REM es amortiguar estas conexiones sinápticas accidentales y así borrar recuerdos espurios. Naturalmente, este proceso aleatorio fabrica escenas extravagantes y sin sentido.
Los bebés experimentan el doble de sueño REM que los adultos, e incluso los fetos manifiestan movimientos rápidos de los ojos en el vientre de la madre. Si verdaderamente están soñando, esto parece contradecir la teoría de Freud. Según Crick y Mitchison, los bebés sueñan para mantener sus cerebros lo más libres posible de conexiones neuronales indeseables, que podrían interferir con la formación eficiente de recuerdos. La falta de REM en el equidna se explica por el tamaño extraordinariamente grande de su neocórtex. Una red neural de ordenadores, si es muy grande, puede acomodar conexiones neurales espurias sin sobrecargarse; lo mismo le ocurre al hiperdesarrollado neocórtex del equidna.
A los freudianos les parece útil recordar y analizar los sueños.
Crick y Mitchison sugieren algo muy distinto: «Soñamos para poder olvidar», escribieron en Nature. 

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Hobson recuerda un sueño muy realista en el que, durante una visita al Museo de Bellas Artes de Bostón, vio y oyó a Mozart tocando un concierto de piano. Se fijó en que Mozart estaba muy gordo. Un analista freudiano podría haber llegado a la conclusión de que Mozart era una imagen paterna, y que su obesidad simbolizaba el deseo subconsciente de Hobson de matar a su padre para quedarse con su madre para él solo. Hobson dice que el concierto era uno que él conocía muy bien. Suele escuchar a Mozart mientras conduce, y visita con frecuencia el Museo de Bellas Artes. Su propia barriga estaba empezando a aumentar de volumen. El sueño no tenía ningún contenido latente. Tal como lo explica Hobson, «Mozart es Mozart». 







En ¿Tenían ombligo Adán y Eva?, "Psicología", (V)