Sobre una entrevista a Adolfo Vásquez Rocca








Adolfo Vásquez Rocca. Filósofo contemporáneo. Profesor. Ligado al sistema universitario, al modelo americano en Chile: el campus. Suerte de adelantado en investigación en ese país, y en di-fusión internáutica, v. gr. colaborador en Wikipedia y en otras publicaciones en revistas. De amplias lecturas. Practicante de una "vanguardia filosófica" en Sudamérica. Sistemático y ordenado en sus estudios, posee el doctorado y postgrados. Suerte de uno de los primeros divulgadores de Peter Sloterdijk, al menos en Sudamérica. 
La entrevista la realiza Marco Chávez Jara. 


De esta entrevista se nos ocurre subrayar y adicionar ideas que tienen gran actualidad sobre la situación filosófica.


El objeto formal de la filosofía. 
Tal no existe. No existe en tanto la filosofía no es esencialmente un género. De ahí que Rocca se autodenomine outsider. Los cruces interdisciplinarios que permite la filosofía muestran una suerte de regressus al llamado espíritu renacentista, desbancado justamente por las sociedades disciplinarias, que constituyen a la filosofía como género. La especialización deriva en una obsesión de recorte investigativo para llegar a conclusiones específicas. Así, la llamada filosofía analítica, recostada al rigorismo de la ciencia, concluye en un dogmatismo. Aquí vale un curioso símil entre la noción de literatura por Barthes y la filosofía: ambas permiten (y está en su hacer) el desfile carnavalesco o de gay saber de las demás disciplinas, v. gr., como dice Rocca, la epistemología recorre la ciencia, el arte, la estética. También: se considera a la ética como una rama de la sociología desde el positivismo lógico (axiología): se toma un modelo antropológico a lo Montesquieu de que la ética comprende las valoraciones individuales empíricas de gentes diversas en sociedades determinadas, lo cual está bien, pero se lo toma como algo que sólo hay que describir. 


Toda filosofía es filosofía de la naturaleza. (Derivación del primer párrafo, todas lo son).
La filosofía no se ocuparía de sí misma, justamente porque no es en sí misma. Como las esencias aristotélicas, la filosofía se proyecta a través de los accidentes, los hechos. De allí la perennidad de la filosofía: en la negación de su carácter disciplinario. En suma, la perennidad de la filosofía reside en lo que críticos literarios y semióticos han observado: la hipertextualidad que no tiene nada de "hiper" y por lo cual sería mejor hablar de intertextualidad, palabra a su vez innecesaria por redundante. En el tenor de sus trabajos, Rocca llama a la filosofía con la figura de virus, que resiste y usa los demás virus (disciplinas), suerte de comportamiento politeísta. Como dice Rocca, la filosofía es apertura al contagio. El nivel de actuación de la filosofía sería paradigmático, sobrevuela el sintagma, el sentido, se sirve de él. Rocca destaca por eso la importancia de la técnicas de navegación, habida cuenta la era informática, lo que él llama, tomándolo de Sloterdijk -con claras reminiscencias de Lyotard-, la deriva de la información.  


La claridad en filosofía.
La claridad en filosofía es un mito del pensamiento prenietzscheano. Un pensamiento dualista o maniqueo. Importa más que la epistemología la naturaleza "mediadora y autogenerativa del signo". Esto deriva en un ejemplo históricamente interesante: el Círculo de Viena en su lema de "aclarar el sentido" lo cual nunca es del todo posible. Cuando Wittgenstein tuvo contacto con las lecturas de este Círculo, justo allí, consideró que la filosofía era mucho más que aclarar la confusión que genera el lenguaje y de allí nació lo que la crítica llama el segundo Wittgenstein. Rocca cita al director de cine Raúl Ruiz: “¿Qué es un símbolo? Decir una cosa y significar otra. ¿Por qué no decirlo directamente? Por la simple razón de que ciertos fenómenos tienden a disolverse si nos acercamos a ellos sin ceremonia”. La filosofía cobra todo su espesor en la necesidad de ceremonia, que tiene su correlato en el ánimo incambiable del cada uno, de cada ser vivo. Muchos juegos de palabras (más que de lenguaje) llevan esta impronta: por ejemplo: "dejar un mundo mejor (a nuestros hijos, se agrega)". La filosofía analítica lleva implícita una teleología que puede desmontarse así "¿Decir directamente qué?, ¿qué decir directamente?", la idea de que lo que hay que abordar ya está ahí.


La noción deleuziana más actual de filosofía.
Al primer golpe de vista, la noción wittgensteiniana de filosofía parecería antideleuziana. Sería la que asociamos al Círculo de Viena. No obstante, he aquí la escalera de Sexto Empírico que blandía Wittgenstein, el errement lacaniano, o esta noción de ceremonia que Rocca toma de Ruiz y que pretende mostrar que ese camino no fue in-útil. Y por ende, la utilidad de lo in-útil, lo cual es mero palabrerío, se ve bien, juego de opuestos. La crisis de la totalidad histórica y las temporalidades narrativas de las que habla Rocca son, justamente, parte de la ceremonia que se nomina filosofía. Se pudiera agregar a esos casos, el arte contemporáneo y el relativismo cultural, más visible en el arte conceptual. Pero volviendo al punto, si la noción de Wittgenstein es "elucidante" como le sale decir a Rocca, habrá que mostrar que el término es inadecuado. Más allá de que tanto objeto como sujeto sean categorías metafísicas, se vuelve a ellos para decir que la filosofía vuelve más claro al objeto para el sujeto y no al sujeto para el objeto (y bla bla bla).


La noción de crítica.
La noción de crítica sólo puede ser valorativa si se permite derivaciones ideológicas. La crítica como crisis es un tipo de manifestación psicológica que genera un resultado, a este efecto, en el mundo conceptual. Trauma y cambio, noción semejante a la de tragedia en Nietzsche. De hecho, como dice Rocca "la filosofía nace de la sospecha". Nietzsche y otros son los considerados filósofos de la sospecha, los eternos inconformes. Filósofos de la sospecha, se dijo: en un verso de "Los poseídos entre lilas" de Alejandra Pizarnik se lee: ...hay una voluptuosidad inadjetivable en el hecho de comprobar. No es esta sospecha de estos filósofos una sospecha edípica para usar el término barthesiano, es una sospecha delirante. O puede decirse de otro modo, no es una sospecha policial, es una sospecha criminal. Entonces ya se sabe: lo más importante de Edipo Rey no es que sea un sabueso sino que hizo los despelotes que hizo. Usando nuevamente a Pizarnik "alguien mata algo" ¿Qué mata esta sospecha? Mata algo. La sospecha no entiende más que su necesidad de sospechar, toma lo que encuentra en el camino porque requiere hacerse de enemigos, así el colérico Schopenhauer ataca a Hegel de cabo a rabo, hasta su muerte y hasta la propia muerte de Hegel. Esta noción de la filosofía como crisis, conforme a lo expuesto arriba, no desmiente que la filosofía sea, a su vez, un género, es decir un índice. Pero el hecho de que haya escritores cuya obra sea ampliamente filosófica, como el caso de la misma Pizarnik o un Kafka, etc pone otra vez todo patas para arriba. Al principio de la entrevista Rocca contesta que la vocación filosófica se despierta en temas o preguntas que "aluden a la muerte, al sentido de la vida, a nuestra posición en el mundo y nuestro legado al partir". La filosofía como género pregunta. El tema. Como delirio, canta. El género discursivo genera la errática noción de vocación y las inclinaciones iniciales de los aprendices, a las que se les atribuye, curiosamente, el que sean infantiles. 
Rocca: "Que pueda en todo caso la filosofía escrita, tras sus comienzos hace dos mil quinientos años, mantenerse en estado virulento todavía hoy, lo debe sin duda a los resultados de su capacidad para hacer amigos a través del texto." Esto, dice Rocca, a resultas del tópico "la muerte de la filosofía". No obstante el supuesto estado virulento responde más bien a que, la filosofía, cualesquiera cosa que sea, no fuerza esta noción de género que sin embargo obtiene de las sociedades disciplinarias. Rocca insiste, no obstante, en la noción de "los temas de la filosofía" lo cual no es propiamente, por decir algo, deleuziano. Los temas de la filosofía en todo caso son los monstruos de museo con los que hay que habérselas, los popes esos y la nueva era muestra otros museos no tan popes que no son más que meros fósiles. Como se dijo, los temas son índices: he allí el escritor inacabable de cuyas obras me estoy ocupando reza la mitología que es cualquier autor.


Filosofar.  
Estado inaprensible. Caracterizado tal vez, como dice Rocca, por un estado de "asombro, perplejidad, disposición crítica". Existe una frase que por allí circula y que sería más o menos así: "el estilo del filosofo es la pregunta". Un estado de imbecilidad (el ausente), de extrañamiento constante que debe, al fin de cuentas, perderse en pos de sanidad mental. Rocca recurre a Popper, más inclinado a datar los por siempre estrafalarios gestos humanos aunque no por ello no carente de belleza: "poner en riesgo nuestras propias hipótesis. Falsearlas, esto es, intentar por todos los medios y con todos los recursos demostrar que estoy equivocado." Esta pretensión de Popper muestra que nunca fueron muchas sus luces puesto que ¿hasta dónde llega la falsación? Y asimismo, la equivocación, eso que así se llama, no tiene otra realidad que la representación. No obstante Popper nos conduce a las aguas más límpidas de Wittgenstein por su insistencia siempre presente del "autoengaño" una palabra compuesta muy marketinera por culpa de los psicoayudantes -o sea, los psicólogos que además escribieron- que tal vez no es otra cosa que una metáfora de estado estable, o sea eso: un estado, un estable. Por ello Rocca dice bien que esa actitud de Popper de demostrar la equivocación es anti-dogmática. Y no es así, precisamente la actitud antidogmática es la que no comprende en su ideario equivocación. Entonces, henos aquí con dos formas de imbecilidad: la actitud dogmática y la reconvención. Rocca dice que la filosofía es incentivación de la curiosidad. Pudiera ser que la filosofía sea sólo esto último, curiosidad. Lo que citábamos antes en verso de Pizarnik, sin la connotación de vieja chismosa que esa palabra genera.


La filosofía como teoría erótica.
Según Rocca "gran parte de nuestras creencias y las teorías a las cuales adherimos responden a causas inconscientes, más que estrictamente racionales." No hay "razón" alguna para separar lo irracional de lo racional, como veía Lacan: no hay nada de irracional en la biología de una ameba. Así avanzamos hacia la Voluntad de Schopenhauer que avanza a su vez hacia el ámbito de lo pulsional dividido a su vez por Rocca en erótica y thanática. 
Se puede decir cualquier cosa de esta división -ya que aquí se ensaya prosa, desde la nómina Montaigne-: erótica del dios Eros, de vida; thanática: del dios de la muerte, hermano de Hypnos, dios del sueño ("por lo que los dioses gemelos más odiaban a Zeus era por que este terminó siendo escogido como el líder del Olimpo", Wikipedia, 2007). Cf.: Roland Barthes vía Bataille: erotismo como vida, y erógeno en oposición. En oposición, vaya a saber, por la necesidad de entender algo. Allí donde hay erogeneidad, hay sentido. Allí donde erotismo, colapsa aquel. Más o menos eso, ya que las dos palabras son malformaciones del mito Eros. Dicho sea de paso, la mitología es una burla tan grande a la comprensión que ya no queda más que hacer recreo. 
Así, como veníamos diciendo, la erogeneidad se ligaría al lugar seguro, de los que trata también Sloterdijk. La idea de erotismo la conjuntaríamos a esa alegoría que es ese niño con ojos vendados -curiosamente, al igual que La Justicia- quien con un cañuto sopla petardos a donde se le ocurra a la posición en que esté, ya que estaba ciego. La conclusión es que Eros nunca causa "desastres", "tragedias", etc. porque no las quiere o porque no las entiende como tales.   


El sistema racional y el sistema educativo.
Rocca dice claramente que todo sistema racional está fundamentado en premisas aceptadas a priori (con "a priori" del sistema racional, no se refiere a lo anterior a la experiencia): "...si uno esgrime razones para justificar la adopción de esas premisas, el sistema racional que justifica esas razones se funda en premisas aceptadas porque sí, porque uno consciente o inconscientemente así lo quiere." No creyendo ya que el único a apriori sea sino el de la experiencia, aún al que se llama innatismo, esto quiere decir que ya no tiene caso discusión alguna puesto que la discusión muestra la insistencia de esas premisas aceptadas porque sí.  
Otras cosas dice, interesantes, Rocca que no tenemos ganas de dejar pasar. Por ejemplo una bella definición de inteligencia: plasticidad conductual. 
Sobre el objeto-sujeto, ya salvado, Rocca recuerda a Feyerabend para redondear la tesis según la cual ciencia y arte era un invento de las sociedades disciplinarias: "al tratar de resolver un problema, los científicos utilizan indistintamente un procedimiento u otro: adaptan sus métodos y modelos al problema en cuestión, en lugar de considerarlos como condiciones rígidamente establecidas para cada solución". Por eso dice Rocca, que la epistemología de Feyerabend es etnográfica. 
Sobre el sistema educativo, Rocca se refiere específicamente al de su país, Chile. No deja de subrayar esta denuncia ya conocida según la cual se repudia la sofisticación o el anti-intelectualismo a través de un virus -ya que ya empleamos el término- que no tiene gran futuro y que es el del modelo americano. La cultura americana preconiza cosas como la supresión de las asignaturas humanas de los planes de estudio. De hecho, los master, provienen de este modelo. Como se ve, las disciplinas del conocimiento práctico están más que bien, lo que se critica aquí es el remanente mercantilista, que es una imbecilidad erógena, a nivel ideológico. Entonces si bien sabemos lo que dice Rocca, esto es, que la literatura, el arte y el conocimiento teórico y especulativo en general, son estigmatizados como una prerrogativa de la clase alta, sabemos también que el científico inconforme regresa a las humanidades para tomar impulso, y que los demás permanecen obreros. 


Rocca y Sloterdijk.
Ya se dijo que Rocca es un difusor destacado de este filósofo alemán vivo. Que como nos hace saber el mismo Rocca, Sloterdijk es filósofo pero es también un lírico a la manera de las pretenciones que tenía Deleuze. Que la trilogía Esferas es el trabajo que intenta ser la obra capital de Sloterdijk, su Opus magnum, donde se plantea una reconstrucción de las etapas de nuestra historia como habitantes de esferas. Superado el binomio sujeto-objeto Rocca nos acerca una definición potente del hombre: una deriva biotecnológica asubjetiva. A propósito de ello, trae a colación la controversia Sloterdijk-Habermas en torno a las posibilidades tecnológico-genéticas de mejora del ser humano. Dice Rocca al respecto: "Este debate no ha sido sino la secularización posmetafísica del viejo problema del Humanismo, a saber: el de la domesticación del ser humano." Así barrunta en un léxico metafísico bien ejecutado como "humanismo" y "domesticación" para enclavar en un situación inclasificable del hombre que muestra sobre todo las posibilidades exponenciales de que sea un cyborg. Desde siempre lo fue, y ahora el tiempo de su modificación se estrecha como si venciera al tiempo con pasos agigantados. Las expresiones que valen aquí son meros juegos de palabras: el hombre ha ganado tiempo al tiempo. 
En Rocca vemos que le interesa esta tópica, que repite: la de los amigos del texto, concepción sloterdijkiana según la cual las obras que escribimos -léase escritura en la acepción de inscripción, marca- como cartas dirigidas al porvenir. Una célebre precursoría pudiera habilitarse en Lacan: el inconsciente como tesoro de significantes; en Zizek, el inconsciente, el futuro. Y antes, desde siempre, la literatura, con sus extravagantes fábulas fantásticas pasando por un Golem o una máquina del tiempo. 
Las esferas constituyen un tópico morfológico con el que se trata de mostrar los espacios de simpatía o afecto, de participación. Siempre es dual la esfera. Toma el tópico del doble y se resignifica así. En todas las esferas comprendidas por Sloterdijk habría un individuo a la manera lacaniana, un sujeto o sea un hombre tironeado por cada oreja, un hilo entre esferas, una esfera que tiene al mismo tiempo forma de red o vaya a saber qué. La primera esfera sería la intrauterina, donde es indiscernible el niño de la madre. Esa esfera es clausurada con el nacimiento, en una tópica traumática a la manera de las derivaciones freudianas de Otto Rank ese hombre de escueto currículum que terminó en aventuras del santo grial, si mal no recordamos. Lo interesante y que destaca Rocca al fin y al cabo es que la esfera materna, por así llamarla, es sumergida "no en el espacio, desde luego, sino en el tiempo" (Rocca dixit). Tanto Sloterdijk como Lacan hablan de la añoranza de esa esfera. Jacques Lacan, sitúa particularmente esta añoranza en el estadio del espejo, cuando se intenta recobrar la relación preedípica y es ahí donde se sitúa el trauma del nacimiento. Y ya se sabe que Rank le agrega traumas de allí en adelante. No puede no estar contenido este cotejo porque la pulsión o la Voluntad (de la que Schopenhauer predicaba que se objetivaba en la naturaleza) reaparece con sus siguientes nombres, "yo ideal" en oposición a "ideal del yo". Como se ve, el "yo ideal" corre los arquetipos platónicos y los coloca en el futuro, es decir a la derecha del yo. Es retroactivo. 
Así como la diferenciación entre razón e inconsciente parece irrelevante, la relación entre tiempo y espacio también lo parece. 
Acerca de una relación entre el primer libro de Sloterdijk Crítica de la razón cínica y el Opus Magnus Esferas, prefigurado en aquella, Rocca nos orienta. La crítica a la razón cínica, si mal no entendemos, recuperaría la noción de que el postestructuralismo no fue in-útil puesto que derivó en una nueva significación del cinismo. En otras palabras: El cinismo moderno o "difuso" que Sloterdijk denunciaría como “falsa conciencia ilustrada” sería la de "quienes se dan cuenta de que todo se ha desenmascarado y pese a ello no hacen nada, la de quienes se dan cuenta de que la escuela de la sospecha tampoco ha servido de mucho." La conclusión, no hay ningún epojé, no lo puede haber después de la caída de los grandes relatos. El mismo Zizek lo ha pensado en otras palabras: para éste el cinismo moderno no sería otra cosa que el pensamiento ideologizado. En una división clasificatoria, cinismo difuso iría para quienes son apocalípticos con respecto a la tecnología y luego los cínicos tal vez denunciados como tales por los apocalípticos serían los entusiastas ilustrados con las nuevas tecnologías. Básicamente la teoría de las esferas describiría el éxodo del ser humano de la simbiosis primitiva al tráfico histórico-universal en imperios y sistemas globales. Detalle curioso es esta aclaración de Rocca según la cual el concepto de esfera aparece reemplazante del concepto de “mundo” heideggeriano en tanto este estaría viciado por su connotación ontologizante. Considerar, porque no, a las esferas como los descansos a la escalera al cielo improbable de Richard Dawkins haría más amenas estas arideces conceptuales. En la tópica antes establecida erotismo-erogeneidad, de la mano de Barthes, el mismo Rocca dice del hombre que sería una emergencia "de una bio-ontología utópica que busca recrear su original caverna confortable y protectora, las microesferas íntimas, de las parejas no eróticas, sino ontológicas y luego las grandes esferas o “úteros fantásticos para masa infantilizadas” (imperios o los Estados-nación)".
Por último, Rocca, refiere una cualidad de estas sociedades Estados-nación o imperios que a nuestros ojos parece una reformulación del hincapié del complejo de castración lacaniano: estructuras cuya comunicación es paranoica: se habla y se hace creer que la estructura contesta.