Schopenhauer y la música
Para Schopenhauer hay una jerarquía entre las artes. A la cabeza la música, en segundo lugar la poesía, en tercero, la pintura, en cuarto, la escultura. Quinta, la arquitectura. Y cruzaron el disco. Estas son las denominadas bellas artes. Las demás serían artesanías. El boxeo, la astronomía, la pastelería, la internáutica, la fotografía o el fútbol no figuran ni en el banco de suplentes del DT Sir Arthur. Sin embargo, todos cuestionan a todos los directores.
Para Schopenhauer las bellas artes merecen esa jerarquía según el material de que se sirven para propagarse. Por ejemplo, el arte número 5, la arquitectura, se caracteriza definicionalmente, para el filósofo alemán, por una lucha constante entre la pesadez y la resistencia. Pero ello es demasiado gráfico. La resistencia en la que está pensando es la gravedad y piensa la arquitectura como una interpretación muy audaz de esta ley. De la escultura dice, por ejemplo, que expresa la naturaleza humana, de manera que antropomorfiza este arte. De modo que como se puede deducir, no puede pensar en el arte de las vanguardias del siglo XX ni en un arte que partiera de una condición antigravitatoria. Un ejemplo conocido y curioso, la forma que puede describir un líquido derramado dentro una nave espacial.
Como vemos, en principio, las cinco bellas artes tienen una dependencia más que con la materia como tal vez insistía Schopenhauer con los sentidos, que son también cinco.
En orden descendente, la arquitectura no se reduce sino en mucho a la vista. La escultura también, la pintura, parece, aún más. El sentido del tacto puede explorar la escultura mejor que la pintura. En el caso de la escultura da la sensación que puede ser mejor abarcada por el tacto que la arquitectura porque la asociamos más a la noción de convexidad. Todo esto son suposiciones básicas.
Cuando llegamos a la poesía, se produce una interferencia. La poesía se ha desarrollado, pulido, o vuelto más delicada a través de la escritura y por ello demanda el sentido de la visión. Pero la poesía tiene visible su condición doble, el significante (imagen acústica) en el sentido de Saussure (por lo cual requiere la visión) y el significante en un sentido cercano al de Lacan, una condición que comparte con la música. Como se sabe, el significante en el sentido lacaniano es muy ambicioso, psicopático se pudiera decir, porque se acerca a la lucha entre lo indiscernible y lo discernible.
Acuñamos esta definición de interpretación: respetar para burlar, o si se quiere: respetar para glorificar. Esta evolución de sentido "burlar ----> glorificar" puede verse así: primero lo que pide respeto es hostil, luego la hostilidad se disuelve y se siente que lo que pide respeto se reconcilia con la burla y así se convierte en corona, gloria. Por decir algo: como si la gravedad de la Tierra agradeciera el Burj Khalifa o sus variantes competidoras.
Ahora bien, Schopenhauer asimila las Ideas (platónicas) a su filosofía y acuña su concepto de Voluntad. Como se sabe, Kant y Platón son los dos dioses de Schopenhauer. Cuando dice entonces, inflamado, que sabe responder a la pregunta por la cosa en sí kantiana, esa extravagancia, dice que es la Voluntad. Esa extravagancia no le cerraba a Sir Schopenhauer -tampoco, curiosamente, no hubo repudio allí-. Tenía que decir algo más para entenderla.
En los manuales de filosofía Schopenhauer es de la escuela idealista porque se identifica la Voluntad con el mundo de las Ideas.
Pero en su concepción de la música se puede ver tal vez más claramente la inversión por la cual no queda tan claro que Schopenhauer pueda ser reducido al idealismo. En realidad, queda clarísimo.
La jerarquía mencionada de las bellas artes lo muestra: Schopenhauer tampoco identificaría la música a la Voluntad sino que vería que la música es lo más "parecido" a aquella. Como en esa nueva extravagancia llamada "Voluntad", la música, dejaría un rastro, un rasgo, incomprensible, irrepresentable. En realidad todas las artes lo dejan, pero ninguna como la música. Por ello, era previsible que en esta escala que realiza terminara por decir que la música instrumental es el summun del summun de las artes, o sea la música.
Totalmente inútil, puede que la música sea lo mejor que le ha pasado al hombre desde que es hombre. Pero esta distinción es importante repetirla: no es la Voluntad, porque por hacer esta repetición se observa que esa palabrita permite entrever que la música pudiera no ser necesaria. En este sentido, a diferencia de la conocida afirmación confundidora de Nietzsche, sí sería posible vivir sin música.