Un pedazo del Canetti de El suplicio de las moscas













Lo que parece ser el origen de este texto en lo que nos orienta la pobre reseña que se hace del libro en la página de descarga gratuita, sería el que copiamos a continuación y que hay que verlo como origen del libro (como artefacto, de venta); esto es, no propiamente como algo que decidió Canetti: 

"La historia más terrible la encontré hoy en las memorias de una mujer, Misia Sert. La llamo Suplicio de las moscas y la transcribo literalmente: 

"Una de mis compañeras de habitación había llegado a dominar el arte de cazar moscas. Tras estudiar pacientemente a estos animales, descubrió el punto exacto en el que había que introducir la aguja para ensartarlas sin que murieran. De este modo confeccionaba collares de moscas vivas y se extasiaba con la celestial sensación que el roce de las desesperadas patitas y las temblorosas alas producía en su piel.""
Más allá de lo que allí se refiere hay que atender a una cualidad del escritor aforístico y que es el hecho de que cada anotación-reflexión-aforismo posee una capacidad amplificativa, más allá de su estructura discursiva. 

Trataremos de glosar el libro -parte- en nudos temáticos:




El luteranismo semántico

La posible destinación que se da uno con las palabras (la condena de creer en lo que uno se dice a sí mismo como un performativo de Austin): "Cómo llega uno a ser algo a fuerza de nombrarlo. Karl Kraus se llamó a sí mismo Swift durante tanto tiempo, año tras año, que al final lo fue en Los últimos días de la humanidad." Para Kraus como para Canetti -ya que estas son notas autobiográficas- vale este otro aforismo de más adelante "Historia de un hombre arruinado por una palabra." Aquí se siente de un modo desapacible que sucede una alquimia de las vidas humanas y las palabras mencionadas. No se trata ya del etiquetado de Austin, donde decir v. gr. "sí, acepto" hace que un hombre sienta el idilio, la consagración de un sentimiento y por ello se esclavice y libere en un futuro con forma de hombre o mujer. Se trata, más bien, de la obsesión que se va gestando hasta que por fin encuentra las palabras que dichas le imponen un destino humano a su vida de la cual ya no será posible safarse. Es necesario ver en las palabras un campo contaminante del hombre -así lo vio Lacan- a la manera que se ve que cuando un país es determinado por el medio en el que vive, si tiene salida al mar, es muy posible que sea un pueblo navegante. 




Las dos nociones de escritura

Las nociones modernas del signo como disfraz, la idea de pensamiento privado en Wittgenstein opuesta al cartesianismo y la noción de lenguaje a secas en Barthes están expresadas aquí: "Ninguna escritura es lo suficientemente secreta como para que el hombre se exprese en ella con veracidad." Si pensamos en el hombre como escritura, el concepto de animal es potente en Canetti, no porque en el animal haya algo como una mayor sinceridad -esto sería una tautología, entre otras cosas- sino porque ellos viven en otro mundo: viven en otro mundo, porque precisamente son otro mundo. La inversión de los términos: decir la verdad sería decir lo que otros quieren escuchar (o el Otro lacaniano). Todos los occidentales que notan estas cosas tienen una predilección por Oriente, como si fueran hacia una madre perdida, -para el lugar común que reza "todo lo dijeron los griegos", Canetti tendrá "qué hay que no sea chino"-. 
La noción de escritura entonces en Canetti es la de agotamiento, repetición: "Sólo en las religiones indias ha calado el asco por la repetición tras experimentar como ningún otro pueblo los inefables excesos de la repetición." El exceso tratado como lo trata Canetti aquí es un mal social, no natural. Y esto se debe a la atadura del lenguaje. Sólo se dicen cosas originales pasando por los lugares comunes. Allí, en lo natural, no hay excesos. Pero de la naturaleza jamás se habla, justamente por eso esa insistencia de Canetti en los animales.
La otra noción de escritura es la Roland Barthes, según la cual, lo que se escribe es eso que ve o presiente Canetti en los animales, una manifestación asimbólica. 
Hemos insistido en esta idea: es curioso, al principio, notar que se tuvo una idea parecida a la de otro sin haber tenido contacto con ese otro. Luego deja de ser curioso. Un paradigma célebre es Leibniz-Newton. A pesar que Leibniz llevó la peor parte ("acusaciones de plagio") este acontecimiento es sumamente positivo porque su comprensión mina toda manifestación a la intolerancia. Decir que esta frase "Sus inventarios son sus omisiones." de Canetti es como esta otra "Clasifica para hallar excepciones" es como ganar tiempo, aunque no se sabe del todo para qué. Esto se refiere a la pretensión de tener un nombre, o un título, o lo cualquier cosa que sea la extensión de yo prepsicoanalítico o preschopenhaueriano, según se quiera decir. 




El demonismo de Canetti

"Entre los muertos figuran también los animales que no han sido devorados."
Aforismo que parece inadjetivable, pero no es así, ya que Canetti hace con las palabras teoría de conjuntos -"hasta cuando seguiremos robando de Platón", dice y se dice-: 
El conjunto de los muertos que contiene en primera instancia la gente que ha muerto -entiéndase: de donde toma su sentido el tópico canettiano, sino ¿de qué forma lo haría?-, luego los animales muertos (o devorados) y luego los animales vivos (los que no se cocinaron para ser comidos, por ej. como no hacen en la India pero sí en China).
Canetti teme lo que dice puesto que el oído (símbolo de lo ciego, digamos mito que no se equivoca según la tópica del mismo Canetti) permanece impermeable y la lengua, es, como se sugirió arriba proclive a prostituirse. La lengua acusa al oído. "Es tan malo que sus oídos se asustan de su lengua."
Obsérvese que por ejemplo lo que Canetti ve sagrado en los mitos, Lacan sacraliza en lo que llama "significante", como algo que no es particionable. 




El lichtenbergeanismo (1) de Canetti y la muda de pieles

El siguiente relato que copiaremos está escrito a la manera de Lichtenberg, es mixto, al tiempo argumentativo y al tiempo narrativo, visiblemente esto (claro es) desde las estructuras discursivas. Aunque aquí está la cualidad que comparten los dos escritores: aunque Lichtenberg es conocido por sus Aforismos, sus aforismos suelen ser una anotación cuya estructura puede ser visiblemente narrativa y a la vez contienen una agudeza propia del aforismo. Para dar un ejemplo: Lichtenberg imaginó la idea de que el hombre nazca viejo y muera niño (una o dos líneas apenas); luego tenemos relatos como El curioso caso de of Benjamin Button o Viaje a la semilla
Canetti: "En tiempos de gran desconfianza uno crea personajes misteriosos y temibles a partir de las personas que conoce bien o con las que ha hablado recientemente: te dicen cosas taimadas y execrables con la peor intención. Les replicas con acritud. Y su respuesta es aún más acre. Su único propósito es irritarte más y más, hasta que la rabia y el miedo te hacen perder todo recato y les muestres sus peores rasgos, exagerados hasta lo demoníaco. Palidecen, incluso es posible que se hagan los muertos por un tiempo. Pero de pronto te asaltan de nuevo, preferiblemente por la espalda. Te enzarzas en interminables diálogos con ellos. Siempre te comprenden y tú siempre les comprendes, todo es uniformemente diáfano en su hostilidad. Es probable que quieran devorarte, y la parte de tu cuerpo más próxima a ellos es la más amenazada. Retiras la mano de golpe, escondes tu hígado, enrollas la lengua, aunque sigas usándola con fruición. Esa figura hostil presenta un contorno preciso sólo por el odio que expresa y que tú le devuelves. Pero no puede morderte en cualquier parte, posee una limitación muy específica, pues depende de ti. Surgió como una estela de humo y como una estela ondea de un lado a otro a nuestro arbitrio. Tiembla, se hincha, invertebrada, y a veces pienso que es una reminiscencia del tiempo en que vivíamos en el fondo del mar y nos atacaban criaturas informes.
Pero, en cuanto la persona a la que el personaje debe su nombre se acerca a nosotros, éste se disuelve en la nada, y por un instante nos sentimos confiados y alegres." 
Cometeremos la herejía de destrozar la pictórica de este texto -aunque no la semántica, siempre hay herejía allí-, donde la repetición esta bastante ocultada en tanto es logrado el párrafo: 
La desconfianza apareja misterio. Cuando uno no conoce una persona le parece misteriosa. (Canetti dirá luego algo así como que el escudo del hombre es su nombre) "Te dicen cosas taimadas y execrables con la peor intención" es pleonástico y refuerza como una humorada que lo que tiene doble intención tiene la peor intención. Por responderse con acritud la persona se prepara a recibir otra respuesta acre: la comunicación no tiene nada que hacer allí. Por ello luego dice Canetti que "Siempre te comprenden y tú siempre les comprendes, todo es uniformemente diáfano en su hostilidad." El enojo es un flujo -como usa Deleuze, al tiempo que otras sustancias metabólicas-, una suerte de líquido de alta densidad: deriva por algún conducto inexplicable, y si no deriva en su totalidad, se corta (al menos en la circunstancia dada). O es o no es. Es también una descripción de lo que se suele llamar "golpe bajo". "Se engarzan en interminables diálogos" precisamente porque no hay nada que decir, sólo se ruge, seguramente se dicen más cosas dos perros que se ladran y rugen entre sí que dos hombres que discuten. Decir, claro en el sentido del que estudia comunicación. "Esa figura hostil presenta un contorno preciso sólo por el odio que expresa y que tú le devuelves. Pero no puede morderte en cualquier parte, posee una limitación muy específica, pues depende de ti." dice Canetti, es decir, espera -aunque en realidad se está hechizado, las afrentas hacen eso- y el resultado es la espera de ser asestado para asestar a su vez. Muerde en su mordida se puede decir: de hecho una discusión asocia lo que se dijo a otra cosa en este caso dada vuelta la punta del dardo -siempre emponzoñado- en dirección al atacante ya fascinado. Cuando decimos fascinado no decimos nada que Canetti no haya dicho: que la contraparte quiere recibir la embestida, que ancestralmente está decidido a recibirla. Por otra parte, lo que se dice arriba: ¿a quién se va atacar sino es un conocido es decir alguna forma de familiar, leve o no tanto? Al cordón de una vereda no se le ataca. El hombre entiende bastante bien esto. Finalmente, Canetti describe la concordia como algo así como ese gesto de poner la mano en el hombro del otro. Hay un verso famosísimo de César Vallejo que describe esto.(2)
Otro rasgo que comparte con Lichtenberg es la humorada aguda: "Bolsillos muy grandes, como los bolsos de las señoras, para los pecados." Hace pensar en algo tan extraño como un bolsillo (no es una caja, no es bolso tampoco, es eso que es). 




Los filósofos legión

Pensador o filósofo, -pensador, digamos, es más inmune al desprecio del encopetado-, eso que se refiere allí es el género de oficio de las personas; en este sentido dice Canetti: "Jamás llegará a ser un pensador: se repite demasiado poco." Puede parecer un elogio a sí mismo o a otra persona. La idea está aquí en la segunda proposición -puesto que la primera apenas describe-: el pensador sería estereotipo del que se propone algo y lo logra, o, repite al final lo que se le ocurrió al principio. Ese tipo de pensador es el que describe un círculo con su discurso y el círculo le hace caso. Ningún ente le salió al cruce y lo desvió de su objetivo. Dicho sea de paso, Canetti siempre se elogia a sí mismo, tiene la soberbia de Lucifer, como se usa decir, pero la gente se la ha perdonado porque además puede que no venda humo y además porque el sí mismo de Canetti siempre está puesto en cuestión, no desde afuera hacia Canetti sino desde Canetti hacia afuera. De hecho, como ya se supone, donde hay un empecinado hay algo sagrado. El empecinado defiende lo que hace o dice como un tesoro. 




Los aforismos antologizables de Canetti

Los aforismos antologizables de Canetti son los que se entienden más fácilmente, o dicho de otra forma, los que llegarán más pronto a los manuales de enseñanza de nivel medio: "En cada frase añade al menos una palabra extranjera de un idioma que no conoce, ni tampoco los presentes, y todos asienten como si estuvieran al tanto", donde se ríe del hombre que discursea con floripondios. Se puede agregar que uno tendría que irse por las nubes o las ramas -ser un de Quincey- de esa palabra extranjera -generalmente latines de no latinista y, lo que es más curioso, de latinistas- para que eso no sea una insignificancia y una jactancia y por ende dejar de lado aquello que estaba refiriendo, que ya a esa altura ha perdido toda importancia. Suele suceder, no obstante, esta extraordinaria tara de de Quincey. Puede verse en clases universitarias inclusive, aunque las menos de las veces. En el escritor, su nicho escogido para escribir juega las veces de laboratorio: allí todo se conduce como una digresión. 
Otro ejemplo de aforismo antologizable en Canetti pudiera ser el siguiente: "Mientras siga habiendo ramas del saber ajenas al experimento, estará justificada la esperanza." Una suerte de vindicación de las ciencias humanas cuya herramienta más preciosa es la denominada "intuición".
Los aforismos antologizables de Canetti pueden llamarse también "pobres": "Mucho más que objetivos, lo que se requiere para vivir es un semblante." Pobres en este caso porque el mecanismo es el de una mera inversión de valores cuyo paroxismo encontramos en Nietzsche: tener objetivos en la vida es un valor sobre todo porque con ellos se consiguen cosas. Lo que sucede es que se ha descubierto que las recomendaciones no son condicio sine qua non para poder vivir.  




El trastorno obsesivo-compulsivo de Canetti

¿Por qué dirá Canetti que "El obseso nunca es agradecido"? Porque supuestamente no quiere que lo molesten. Este sería justamente el verdadero sonámbulo al cual es peligroso despertar. En la tesitura canettiana: es posible que se violente, o sea, que se vuelva sincero. 

La complicación de leer un libro de aforismos está dada por su composición: algunos restallan y otros desaparecen.
La tópica de Canetti es los muertos y nada más que los muertos: cuando confiesa que los muertos están en el futuro y en su corazón "Desea arrancarse el corazón del futuro." (Sic), hace la pregunta de Freud-Lacan según la cual se compara a los muertos. Su sensación general puede describirse como un estado de permeabilidad, de ahuecamiento que por la descripción durativa de Canetti lo transforma en un estilo de vida. Es por ello que tiene más presente que el contacto con los demás lo disuelven (idea poderosa de la sugestión porque no es justamente aquella a la manera del mendaz mentalista). 
Estamos desnudos a la luz del futuro como avecina Canetti: cuando el futuro, las generaciones futuras "descubran" nuestra desnudez por eso mismo no habrá ninguna vergüenza. Pero para ello hacen falta esas generaciones futuras. Canetti: "Al que deja sus confesiones a la posteridad le toman la palabra. ¡Qué atrevimiento, considerando la crueldad de las futuras generaciones!" Las futuras generaciones no nos perdonarán -como sugiere la igualación de Borges entre olvido y perdón, "Fragmentos de un evangelio apócrifo"- simplemente nos olvidarán. Conocer no es perdonar, como sugería Unamuno, escritor prescindible.
"Las penas de los demás lo vuelven peor que las propias." Otra vez Canetti cuenta algo que no es factible de narración (en ese tipo de aforismos se tiene como personajes a abstracciones: "pena", "los demás", "el yo"); bien pudiera ser para un cuentista ruso un disparador de un relato. El héroe que antepone la "salvación" de cualquier ocasional otro sobre la suya, tiene de suyo una forma de perversión. En esa última frase que citamos de Canetti se observa esa sensación lastimosa inconcorde que siente un hombre al ver por ejemplo, a un linyera tirado en un espacio público. Es inconcorde porque comprueba al fin y al cabo que la miseria insidiosa e invalidante que siente al ver esa figura no coincide con lo que siente el linyera. Y de pronto se da cuenta que ese hombre allí tirado no quiere que lo ayuden. Entonces se pregunta ¿para qué es esa sensación que ese hombre no necesita?
La figura del linyera remite a la noción de mendicidad. No es curioso que estos dos aforismos estén pegados (sean consecutivos) en el libro: "Embustera, de casa en casa trapicheando con la última palabra."
"No quiere seguir viviendo, a no ser antes." Los dos hablan de la mendicidad y la desesperación: en el primer caso se trata de un disfraz de la desesperación; en el segundo, un poco más serio, se trata de un disfraz para negar toda hipótesis de que haya voluntad de morir. 
Otra vez el tópico de los muertos: "El moribundo se lleva el mundo consigo. Pero, ¿a dónde?". Que le contesten a Canetti, dirán algunos, "adonde siempre existió".
En el mismo tenor ya Canetti entrega todo: "El vivo se contenta doliéndose." Y se responde en esa frase -queremos permitirnos entrever- que él está muerto. Lo mismo se dice en esta frase, morboso como cualquier Dostoievski epiléptico: "A menudo uno enferma gravemente para convertirse en otra persona, y, decepcionado, sana." Para él el dolor no contenta, el dolor es irremediable. El dolor ya no es un duelo. Encontramos esta frase de un poeta estrafalario colombiano llamado León de Greiff: "en mi nao fantasma, único a bordo". Hay tantas frases lindas que ya no se sabe que hacer con ellas y cualquiera puede ser escritor. Otra vez la atadura del lenguaje al cual vamos en busca de un punto de referencia. Se puede decir indistintamente "cada hombre no es una isla" o lo contrario. O se puede decir cada hombre es Novalis, porque nadie olvidará aquella frase "cada inglés es una isla". Entonces muchos que hayan leído la frase, bajo su hechizo, habrán hasta querido ser como un inglés. De hecho, esa tontería que dice Foucault "el hombre está muerto" quiere decir "cada hombre no es un isla", etc., etc. La idea aquí es que siempre se estuvo solo, y que sólo a veces se da con los límites de su soledad personal o epitelial o cómo sea que se llame para darse cuenta que la soledad está poblada y bla bla blá.  
Hay otra frase de Canetti, en este caso antologizable, que apela sobre todo a la crudeza. De hecho cualquiera puede pensar que la hubiera dicho Nietzsche: no la recordamos bien pero dice más o menos que para el hombre solo no pasa mucho tiempo y ya empiezan acompañarlo demonios. 




El sujeto tácito y el fotografismo 

A menudo observamos en Canetti que el sujeto está omitido, "como quién dice "Llueve"" (según recuerda Borges). Está práctica no es nueva, se ha visto como recurso expresivo en muchos poetas. En teoría literaria se habla de un desdoblamiento del poeta, de implicaciones (o implíciteces), yo lírico, etc. Ahora bien, tranquila la mente puede relacionarlo al obseso que refería antes el mismo Canetti. Una línea de Enrique Banchs dice: "yo siempre estoy con lo que está lejano". Otra, de una poeta que no recordamos dice: "siempre que pienso en mí, siento que me hallo lejos". Con esto se ha deducido que los poetas han venido practicando desde hace tiempo ya cuestiones que después tratan los filósofos, por ejemplo, se nos ocurre, el tópico de Foucault: "el hombre no existe." 
El fotografismo sería, básicamente, hacer de un detalle o una estupidez un todo, algo parecido le pasa al obseso. La estupidez cobra importancia. La siguiente frase resume los dos tópicos: "Una cabeza por encima del agua le devolvió la fuerza para retomar el hilo del relato."
Todo poeta por elegir ese "oficio" se condena a esa soledad autista y son poco prácticos a excepción de las excepciones. Como referimos, Canetti dice: "El obseso nunca es agradecido". Hemos trasladado la noción de agradecimiento a la noción de incivilizado. El agradecimiento es mucho más que un simple ritual. Volviendo a Austin, es un fenómeno con el que se hacen muchas cosas, que conforma grupos de disfrutes interesados, y hasta se puede usar la noción bélica de "barricada", en tanto y en cuanto el grupo ejerce una acción militar sobre la especie en cuestión que aquí sería el individuo y hace que el individuo ponga el grupo por encima de sí mismo. 
Muchas veces el aforismo no tiene el sujeto tácito pero se palpa a veces mejor lo personal a través de un pronombre indeterminado: "Nunca se odia uno tanto como cuando siente que ha dado en vano lo mejor de sí, y entonces, sólo entonces, desea realmente morir." En este caso, el aforista comete el pecado de hablar de sí mismo como si hablara por todo el género humano. Es un problema de la expresión. Es más común observar que cuando el poeta está enojado o trata un tema que le molesta particularmente se vuelve un pequeño dictador. Como se sabe de Spinoza para acá, la ética es siempre todo lo contrario al grupo, en orden descendente: al grupo, al ciudadano, al individuo, etc. Curiosamente Wittgenstein tiene un leit motiv en sus disquisiciones sobre ética, que tampoco es novedad. La idea se resume así: la felicidad hace que el hombre quiera desaparecer. Pero entiéndase: desaparecer no es más que una forma de la voluntad de vivir. Una malísima novela que tal vez ha tratado de la mejor forma posible esta cuestión tal vez sea Muerte en Venecia de Thomas Mann. 
Este aforismo refrenda el anterior: "En los días hermosos se siente demasiado seguro de su vida."




Canetti patólogo

Canetti podría considerarse un patólogo. Sólo el hombre salvaje escribe lo que le pasa; como decía no recordamos quién, hay cosas que no se inventan: "El trato íntimo de una persona, que le fascina, ¡cuánto lo aborrece cuando se muestra igual con cualquiera, con todos! ¡Cómo preferiría entonces cualquier repugnante, cualquier desdeñosa frialdad! Vive convencido de que sólo es posible comportarse de un modo determinado con cada persona, y quien no lo hace confunde a la gente." En este universo que es cada persona Canetti, caprichoso, pretende que en la interacción entre dos de esos universos haya un comercio totalmente único. Lo cual hemos comprobado: sólo presentimos, pero presentimos al fin que hay algo único en una persona. Eso único que presentimos de una persona es esa cosa intocada que Canetti todo el tiempo traspone a los lexemas "muertos" y "animal".
Algo que apenas se insinúa y permanece como una insinuación. Lo extraordinario es la potencia que cobra esa insinuación en un sueño. Nada mejor que recordar los sueños que tenemos con gente que ha muerto hace mucho tiempo para darnos cuenta que hemos captado el "eso" freudiano que allí refiere también Canetti. 
El tópico freudiano de la transferencia está en boga y será reconsiderado por la era digital, al respecto Canetti tiene para decir: "Ese extraño y tardío amor por todo lo malo que nos ha hecho el prójimo, como si lo hubiéramos querido así; como si hubiéramos esperado eso y no lo bueno, como si lo bueno no fuese más que una consecuencia secundaria y fugaz de la proximidad, y lo realmente duradero, el auténtico logro, lo malo." Ese razonamiento es una variante de este otro que no es otra cosa que la noción de Barthes de "sedimentación": "Una experiencia espiritual excesiva requiere un periodo de gestación; no se puede aprender impunemente, lo aprendido tarda en ser olvidado, y sólo lo olvidado emprende caminos nuevos."
Dijimos que Canetti pudiera considerarse una suerte de patólogo; nos preguntamos entonces ¿qué sería Canetti bajo la lupa de un patólogo acreditado que leyera esta frase?: 
"Sólo le excitan las sospechas, no los hechos. Ya pueden ser graves, más graves que la propia sospecha, que no le atemorizan. En cuanto un hecho corrobora sus sospechas, se tranquiliza. Puede temer que le hayan envenenado, por ejemplo, pero tiene una forma de liberarse de su miedo: basta con que se convenza de que está realmente envenenado, y ya todo está en orden." Histeria, hipocondría, paranoia, se puede predicar y hasta perversión. Lo que no se puede predicar es esta deducción: que allí hay algún tipo de malestar. Curioso que no sirva el método científico para poner en duda un malestar y sí que ese párrafo diagnostique hipocondría por ejemplo, y no otra cosa. Wittgenstein nos tira un lazo, Wittgenstein y un posible psicoanalismo en su obra: "no sé puede dudar donde no hay conocimiento" o "cómo sé que hay malestar allí". ¿Por qué no elige, Canetti, comprobar si está o no envenenado en vez de elucubrar todo ese ejercicio inútil de darse por envenenado? Es como se sabe, porque el conocimiento a veces es una maldición porque no permite comprobar lo que sin ser más que la certeza más pura es imposible de comprobarse.




El profeta del siglo XX

Sobre los profetas ¿qué puede decir Canetti? Pasaron de moda. Un profeta es apenas un ser que se nos hace ver con cierto histrionismo para luego desarrollarnos, modificarnos, "hacernos ser otra persona", como dirá el mismo Canetti. El profeta es individual, nunca público. Cuando público, ya deja de ser tal. Por eso hoy está de moda el falso profeta: "Cada vez que quiere ser un falso profeta, acierta". El profeta nunca deja de existir, a menos que el hombre decida envejecer. Es la figura que toma el lugar del asombro. 
El profeta asociado a la noción de predicción no merece ningún respeto porque la predicción no es más que la constatación que le genera una afección a una persona más tarde que a la otra. Es general que por ello la persona que viene a la zaga, es decir la que sufre la constatación, se admire (y admire) al adelantado.




El amante, el único héroe

La vergüenza en el hombre suele hacer cerrar los ojos, a veces, como si hiciera algo, hace llevar las manos a la cara. Los inflamados enamorados suelen parpadear largamente -o mejor dicho: cerrar los ojos, sumergiéndose- para por fin volver a mirar a sus fetiches; Canetti dice: "¿Qué serían los ojos sin su reflexión, sin los párpados?"
A veces Canetti se dice que le molesta escribir frases aforísticas -las cuales suelen ser crueles, porque no se andan con vueltas- y que va leer una novela o mirar cómo nadan los patos en la laguna y que le va tirar galletitas, entonces escribe: "El espíritu debe recogerse a cada tanto en el relato de una historia larga. No puede vivir tan sólo de agujas y crueldad. También precisa hilos tiernos."
Tratando de entender qué es un héroe recurrimos a otro aforista que se nos aparece, Cioran, que dice algo así: en el sufrimiento cada gesto se transforma en un acto de heroísmo. Este héroe no es épico sino, podemos decir, dostoievskiano. El Cid, aunque es un pícaro bastante individualista, busca el favor de su rey, ¿qué heroísmo puede haber allí?, dirá cualquiera entonces. Canetti escribe: "La desesperación de los héroes ante la supresión de la muerte." Es cierto que hay otras extravagancias heroicas, como decir un samurái pero allí su señor no es el rey del Cid. Es bastante más gráfico pensar lo insoportable que sería para uno de ellos dejarlos sin su "asesinato ritual". 
También ya que está cerca, Cioran dice "No somos nada" luego agrega que eso lo dijo Pla y que cuesta trabajo aceptarlo. Por ello Canetti dice también: "La única forma de sobrellevar la desdicha es interpretándola".




El azar de la afición

Otra tara -llamémosle con este nombre genérico- en Canetti se dice de esta forma: "...El que me recomienda un libro me lo quita de las manos, el que lo alaba, me priva de su lectura durante años". Alejandro Dolina, pletórico de anécdotas en radio, cierta vez refirió que se lamentaba de haber descubierto a José Ingenieros demasiado tarde y alegaba que ello se debía a que un conocido al que no tenía en mucho aprecio le había sugerido su lectura. Por lo demás pudiera agregarse que para estas naturalezas humanas algo sensibles el hecho de alabar algo se los vuelve inalcanzable. Luego agrega Canetti en el mismo párrafo que algún detalle de un libro en cambio hace más factible el despertar de su curiosidad. Agréguese a esto la imagen de una suerte de caza involuntaria: alguien deja alguna miga por allí que no vocea nada y que luego despierta un ávido interés. En ese mismo párrafo Canetti no se jacta de su actitud, más bien, como Dolina, lamenta ese rasgo de su carácter.




Voluntad de morir, voluntad de vivir

Vamos a insistir en la repetición, repitiéndonos, es así como se entiende algo, como decían los abuelos "machacar, machacar": una definición del inconsciente la puede dar cualquiera, Canetti así "Sólo es posible vivir porque hay tanto que saber. Durante cierto tiempo, tras haberse derramado sobre nosotros, el conocimiento aún conserva su tersura y neutralidad, cual aceite flotando sobre las agitadas aguas de los sentimientos. Pero en cuanto se mezcla con éstos, cosa que finalmente ocurre, pierde toda utilidad, y nos vemos obligados a arrojar nuevos saberes a las olas." En una película de Bergman se dice: "alguien se adelantará y pondrá sus sentimientos en palabras". Las palabras ya las tiene, y el abismo lucha por convertirse en un emblema. Entonces hemos de revisar la noción de percepto de Gilles Deleuze para observar que Canetti se adelantó al asunto, como otros: esta noción (percepto) está condenada a repetirse y es por eso que ha llegado hasta aquí, hasta nuestros días. Deleuze hace una apócope de dos conceptos existentes, afecto y percepción. La animalidad canettiana mira el objeto y el objeto en tanto percepto mira a su vez, como una animalidad, al sujeto. En el blog Deleuze Filosofía de Fernando Reberendo observamos este fragmento de Deleuze que recortamos: "Lo que buscaba, o incluso lo que buscábamos, junto a Félix, era una especie de dimensión verdaderamente inmanente del inconsciente." Anteriormente citamos cuando Canetti habla de Karl Kraus; es precisamente este señor quien parece haber acuñado un término -que recordará a lo que hizo Pierce-: el panenteísmo, una suerte de conjunción entre "una estructura metafísica que pretende conjugar la inmanencia y la trascendencia de Dios sobre el mundo" (Wikipedia, 2007). La historia de este hombre resulta bastante curiosa: muestra cómo un hombre adopta actitudes -en este caso conceptuales- para negociar con el poder poniendo no obstante al resguardo su deseo. 
Asimismo es curioso que Spinoza y Canetti -más aún en este último- sostengan este concepto de Dios, que se supone ajeno al del cristianismo. 
En Canetti Dios es usado simbolizando al poder pero también simbolizando a una suerte de Dios indígena en el amplio sentido de la palabra, detallista, una noción de un ente plural, a diferencia del cristiano. Este aforismo muestra una de las dos acepciones a que nos referimos: "Dios se ha extraviado. Ahora todos le llaman a la vez desde todas partes." 




Canetti y Dostoievski

En el mismo orden de referencia a Dostoievski: "Hace lo que no quiere hasta que lo quiere: autodestrucción." ¿Por qué Dostoievski? Una anécdota de biógrafos. Al parecer, el escritor ruso, torturado por los ataques de epilepsia, terminó sintiendo fascinación por este fenómeno incontrolable y era capaz de regocijarse ante la recurrencia de un próximo ataque, del cual había desarrollado una suerte de premonición, cuya cualidad denominaremos sólo como sintomatológica. A esta altura, como se observará, la noción de libertad ya se ha ido al cuerno. Anotamos una frase de una película (Delta de Venus) donde un personaje le dice a su querida esto que tomamos por aforismo: "Tengo pasión por la autodestrucción. Porque ella no significa nada para mí." "Ella" era una prostituta y era el engaño de la querida. La autodestrucción sólo es posible si el hombre que la ejecuta comprende que se está dañando. 

Para entender al capitalista millonario hay que entender al drogadicto, al mujeriego, variables del ludópata: Dostoievski retorna; porqué no al Don Juan de Kierkergaard o de Byron. O simplemente cuando Nietzsche habla de las naturalezas humanas donde prima el exceso. Es extraordinario el exceso que pueden soportar ciertas naturalezas humanas, lo que quebranta la noción de exceso. Deleuze dijo algo interesante acerca del borracho que también recurre a la cuestión numérica. La cuestión aquí es la satisfacción, el desborde del goce lacaniano. Estos seres patológicos son una especie de metáfora marginal de la voluntad de vivir: se comportan cotidianamente como se comportaría la mayoría en el caso de una catástrofe, nada significa nada, donde el significado es el descanso del deseo. En Sade el placer es numérico: el número de sodomizaciones que se realizó desde su encierro. En el preso (que mira por las rejas de ventana, no al que le da lo mismo estar ahí) es el número de rayas en la pared de la celda. En Don Juan es el número de mujeres burladas como cataloga, sobre todo, Zorrilla. El caso de Don Juan ha merecido tanto estudio porque sigue siendo enigmático; la cuestión es transposicional: Don Juan burla a la mujer decente en la mujer decente, haciendo de ella una prostituta. Canetti: "La humillación más profunda de los ricos: que puedan comprarlo todo. Entonces se creen que eso es realmente todo." A estos hombres, Canetti incluido, les aterra arribar a lo que vulgarmente se llama "sentar cabeza". Don Juan y Canetti son descriptos por Canetti: "Busca desesperadamente gente de la que no sepa nada".
El paradigma actual dice que estos hombres siguen existiendo y que no son combatidos -se puede citar como culpable de esto, más que a Foucault, a la difusión de sus ideas- ¿en qué resultará esto habrá que preguntarle al mismo Canetti? A menudo visita a la gente esta idea ya internalizada de que el hombre construye su destino sin planearlo; esta idea se relaciona con la capacidad que logran los hombres de sobreponerse a sus ambiciones y a que cuanto mayor es la ambición mayor es el sufrimiento que tienen. 




Canetti, practicante de la plasticidad gótica y o japonesa

"Un sueño
Un sueño de M. que anotó hace años para mí, creo que fue en 1942 ó 1943.
"Sin darme cuenta tiré un objeto pequeño, quizá una colilla. Al hacerlo caigo en la cuenta... ahí yace una muchacha muerta... miré hacia aquel lugar: era como si estuviera debajo de una mesa... o como si el tablero formara un techo, delante habían colocado unas tablas atravesadas de cerca de medio metro de alto de modo que, si te asomabas, podías ver lo que había debajo de la mesa... ¡y allí estaba ella! ¡Completamente abierta! De haberlo sabido, no habría sido tan descuidada como para tirar allí una colilla... ojalá no le haya caído encima. La quería mucho. Me alteraba enormemente que estuviera, de verdad, totalmente abierta y visible. Cuando me incliné, ¡se movió! Su boca se estiró, enorme y de través —un agujero negro—, no estaba claro si se reía o gritaba (no se veían dientes), por lo demás tenía un color amarillento, como una masa seca. Yo estaba muy excitada. 'Parece que revive. ¡Es posible que reviva realmente!' La quería muchísimo. Pensé en C. ¡¿Y si realmente le hubiera devuelto la vida?!
Estaba sentada a su lado. Estaba muy cerca de ella. Sus brazos colgaban casi rectos. Uno cruzado hacia la izquierda, el otro hacia la derecha. Uno de mis brazos descansaba sobre los suyos. La quería muchísimo. Tenía tanto miedo, pensaba, no puede ser verdad que esté viva... seguro que volverá a morirse. Mi mirada cayó sobre uno de sus brazos. Era de arcilla. Pero una arcilla fresca y blanda... aún podían verse los rastros de una espátula, dos trazos burdos hacia abajo, ¡y entonces ocurrió lo más extraño! Me encontraba muy cerca de ella... mis ojos repararon en su mejilla y... era de color rosa, de un rosa blancuzco, ¡vivo! Entonces supe que seguiría con vida."" Un in crescendo dice al fin "La quería muchísimo." 
Para el crítico literario hay que decir que aquí tenemos un tópico canettiano: los muertos, otra vez. Innumerables escritores han usado esta palabra; pero no es una palabra, es más bien una presencia, un ambiente -aunque una palabra no ha podido ser nada menos que un ambiente-. Procuraremos hacerlo visible con la misma letra de Canetti: "En cada lengua una palabra que mata y que, por ello, no se pronuncia jamás. Pero todos la conocen, y de algún modo misterioso se perpetúa en el saber de las gentes." Algo que no tiene un nombre, tradición insistente en la literatura japonesa, no dejará en paz porque no tiene paz. Por cuestiones de tiempo mencionaremos un relato de Ficciones de Borges que no aparece en todas las ediciones: "La secta del Fénix", allí, si no recordamos mal, se habla de un ritual que todos practican y del que todos son una suerte de "cómplices". La estructura simbólica entre el aforismo y el relato de Borges es practicablemente cotejable. 




Nietzsche, esa espina

Todos tenemos miedo de aceptar de pleno a Nietzsche, incluso Canetti. Es como si nadie quisiera abrazarlo. Todo el mundo no quiere hacerse cargo de él pero sin embargo no dejan de nombrarlo; a esto lo dice mejor la tercera cita de Canetti que copiamos con estas dos primeras:

"Nietzsche nunca me resultará peligroso: porque más allá de cualquier moral albergo un sentimiento indeciblemente fuerte, omnipotente, del carácter sagrado de cada vida, sí, de todas y cada una de ellas. Y contra él se estrella el ataque más burdo, así como el más refinado. Antes renunciaría por entero a mi propia vida que entregar, aunque sólo sea hipotéticamente, la de cualquier otro. No hay en mí ningún otro sentimiento tan intenso e inamovible." 
"No reconozco ninguna muerte. Y, así, los que han muerto siguen vivos para mí, no porque me exijan nada, ni porque les tema, ni porque pudiera pensar que algo de ellos perdura, sino porque no deberían haber muerto. Todas las muertes ocurridas hasta ahora constituyen un asesinato legal múltiple cuya legalidad no admito. ¿Qué me importan los precedentes sin número? ¿Qué me importa que ni uno solo siga vivo? Los ataques de Nietzsche son como aire emponzoñado, pero un aire que no puede hacerme daño. Lo exhalo ufano y desdeñoso, y me compadezco de él por la inmortalidad que le aguarda." "¡A cuántos colmó Nietzsche de ansia de peligros! Luego llegaron los peligros, y ellos sucumbieron penosamente." 

Las estupideces de Canetti. "No hay en mí ningún otro sentimiento tan intenso..." bla bla blá. Todo lo que se dice en literatura es porque se teme. Es mentira que Canetti no teme. Las afirmaciones que vienen después a modo de negación, no tienen ningún sentido que probar que el hombre que niega algo es porque lo tiene presente, porque eso lo obsesiona. No tiene nada de malo morir, porque no tiene nada de malo vivir. Lo importante de esa frase es que nivela las muertes y por tanto las vidas.
Es posible pensar que es más interesante asociar a Nietzsche al fascismo que tratar de defenderlo con cuidadosa filología como tal vez hizo Bataille.  
Nos atrevemos a decir que esa frase de Canetti "...los que han muerto (...) no deberían haber muerto..."es una de las más enigmáticas. Y que es por su desmesura, más que por lo que dice, que puede valer la pena.  Tiene la cualidad de ser semánticamente débil pero tiene el trazo, el tono exacerbado de un grito. Es tan resentida que se nota rápidamente que habla de todas las muertes del género humano y luego de todas las muertes, de todo tipo de muerte, y luego se disuelve, tal vez, en esa frase metafísica de Spinoza que a todo el mundo le gusta: "Cada cosa intenta perdurar en su ser". De repente sentimos que Canetti está defendiendo cualquier cosa inanimada que se nos ocurra, como ser la forma de una mancha de humedad en una pared, pero no cualquiera, sino la que está viendo. 





(1) Se suele usar sobre todo el término "lichtenbergiano". Observable en Internet.

(2) Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como / cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; / vuelve los ojos locos, y todo lo vivido / se empoza, como charco de culpa, en la mirada. ("Los heraldos negros")