Noción de comprensión










En DRAE, esta palabra se encabalga como acepción a la de «comprehensión». Si nos dejamos llevar por el patrón morfológico de la palabra, es decir un sustantivo, podemos ir por las palabras «aprensión» y «aprehensión». Al llegar a aprehensión observamos que actualmente está en desuso un uso antiguo que equiparaba esta palabra con la de comprehensión. No obstante se dirá que más que al sustantivo aprehensión debiéramos haber ido al verbo «aprehender» el cual resulta más claro y se aleja del sustantivo predicho: asir, básicamente, agarrar o capturar. Pero, curiosamente (o ya no) aprehender lleva nuevamente a aprender, que refiere algo de índole epistemológico, por lo posible y por la problematicidad de lo posible: llegar a conocer. Finalmente, ya curados de espanto repetitivo, aprehensión es «acción y efecto de aprehender» tal y cual enuncia este célebre diccionario. De modo que llegamos a aprensión nuevamente donde hay algo más interesante si tenemos en cuenta la naturaleza mórbida (el pathos) de lo interesante: el término aprensión  retoma nociones de la conducta, de la motivación, de la psicología a fin de cuentas, tales como temor al contagio, recelo, temor de decir algo perjudicial (una blasfemia, por ejemplo), lo cual liga todo este giro semántico que hemos hecho a conductas (incluidos actos de habla) como tabú. En el otro extremo del significado de blasfemia podemos encontrar el mentado ex abrupto que colinda con el acto gratuito o el latino lapsus linguae.

Ahora bien, el Diccionario de semiótica de Sergio Albano, Ariel Levit, Lucio Rosenberg, equipara  comprensión a «intención». Se forma un conjunto de características, atributos, y propiedades de un objeto que «forman» su definición. 
Este diccionario abunda en artículos que tratan de transmitir las nociones en base a oposiciones, por ende, el opuesto aquí de comprensión sería «extensión» que supone una enumeración, cuantificación de conceptos y objetos que integran ese conjunto. En semiótica sólo es compatible la noción de definición o intención. Esto quiere decir, básicamente, que una teoría semiótica no sabría hacer lo que hace la lógica o los modelos matemáticos. 
El análisis de Lacan (el psicoanálisis, lo que profesó) supone una comprensión de esta imposibilidad de parte de la llamada ciencia de los signos; el psicoanálisis o el análisis, como quiera escribirse, supondría una operación opuesta a la comprensión ya que esta poseería una raíz imaginaria. Aquí, para hacer más inteligible todo este enredo de palabras abstractas -y sin recurrir a aventurarnos en lo que Lacan llamaba el registro de lo Imaginario-, pudiera acotarse algo aproximativo o ingenuo como decir que la imaginación es lo que posibilita y restringe lo que entendemos por comprensión. Comprendemos porque damos con algo que no es totalmente asimbólico. Pero hemos dicho "no totalmente" asimbólico. Algo hay, entonces, asimbólico en la comprensión.
En epistemología la comprensión (el cómo -se dice que responde a esta pregunta-) es correlativa a la «explicación» (qué). Así la comprensión supone insertar el objeto en un marco de relaciones más amplias, mientras que la explicación implica exponer sus relaciones causales. En este segundo sentido de la palabra comprensión puede haber un acierto del psicoanálisis lacaniano puesto que muestra el carácter universal del hombre al hablar que es en su gran parte explicativo, descifratorio. Curiosamente, los fenómenos de conciencia estupefaciente, por decirlo de algún modo, estar bajo el efecto del alcohol, el efecto de la ira, la demencia senil, uno de los síntomas de la enfermedad de Alzheimer u otro efecto similar, se sustrae a este carácter explicativo de la comprensión. Al postular el análisis tal como Lacan lo refiere, el hombre al hablar intentaría erigir una solución en su discurso mediante un mecanismo de comprensión, es decir colocar el objeto o concepto en cuestión en un marco de relaciones más amplias. No es curioso que este fenómeno se dé cuando el hombre esté polemizando sobre cualquier tema o se esté defendiendo o esté atacando. El territorio de la polémica es el territorio de la moral. En este proceso, no obstante, cada hombre se alejaría de los demás al desplegar otras relaciones que sí son causales porque son asociativas. No se trata simplemente de decir que eso es charlatanería, porque justamente esta charlatanería es la que constituye obras intelectuales de todo tipo, incluidas las de arte.
  
En el caso del término intención, dada su ambigüedad, Albano-Levit-Rosenberg nos cuenta que se sustituyó por «intencionalidad» (más fenomenológico) dado que la observación del fenómeno pretende circunscribir motivación (virtualidad) y finalidad (realización). Los dos términos estarían implícitos en el de intención (por lo cual se entiende que la finalidad puede causar la motivación). Y esto es más claro en un entorno o sociedad que tiene claras reglas de comportamiento.


Para el término «comprensión», en su Diccionario de Retórica y Poética, Helena Beristáin nos redirecciona -véase aquí la omisión característica de los diccionarios, el famoso «véase»- a la entrada «MEMORIA a corto plazo y a largo plazo»; allí refiere que en la lectura de un texto se produce interpretación la cual tiene una naturaleza semántica y a eso le llama comprensión. La comprensión, no obstante, sería caprichosa porque dependería de un factor que interfiere la transmisión del contenido del texto que se prueba con la simple constatación de que dos lectores no leen igual el mismo texto. Pero como decíamos arriba, la supuesta interferencia de la transmisión del contenido es una suposición totalmente equívoca y arcaica, porque la transmisión sólo es posible gracias a esa interferencia. Si es que hay asimilación de la información del texto, asegura Beristáin, es necesario por parte del lector, una asignación de una «estructura semántica» para construir una «representación conceptual» que da primero con una memoria a corto plazo. El fenómeno resultante es una paráfrasis, o sea una compresión del significado de dos o más proposiciones en una sola llamada «macroproposición». Volviendo un poco a lo que decíamos, este proceso parafrástico que se produce allí pretende ser un fenómeno universal a la manera del sujeto trascendental kantiano, pero justo allí se produce un desvío. Kafka lo decía así: «Vivir es desviarse continuamente, a tal punto que ni siquiera nos está permitido descubrir de qué nos estamos desviando». Aquí se nota bastante lo palabrero de la retórica y la lingüística puesto que por ejemplo el territorio de la llamada macroproposición pudiera ser el de la memoria a largo plazo y también el de la de corto plazo. Decir macroproposición pudiera ser intercambiable por microproposición, ya que el asunto es compresivo y no habría gran diferencia en decirlo de una u otra manera. Esto de los dos tipos de memorias es por ello también palabrero y pertenece, además, a una psicología primitiva. Asimismo, cuando Beristáin dice que existe un tipo de información que posee el lector que se llama extratextual. Pero lo pertinente de esa idea es que nos permite que imaginemos al lector cuando no está ante el texto. Las proposiciones se presentan como series y mejor aún como series predeterminadas por los signos de puntuación -inclusive aún cuando un discurso de infralenguaje propio de ciertas novelas los retire, el signo de puntuación resiste-.  
La síntesis de ellas es una abstracción de esas proposiciones. Esta presentación de las proposiciones en forma de serie al leer se llama «estructura de superficie» cuya memoria o recordación literal (tal cual están escritas) es imposible para el lector. Al leer no se ven series proposicionales, la lectura misma desactiva, por así decir, esa serialidad.