Ósip Mandelshtam leído por Deleuze




Vía | Elizabeth Welsh






Hay algo que, no obstante, no comprendo. Nunca he podido entender a gente como Tolstoi, enamorado de los archivos familiares, con sus epopeyas de recuerdos domésticos. Mi memoria no es de amor sino de hostilidad, y no trabaja para reproducir, sino para descartar el pasado. Para un intelectual de origen mediocre la memoria es inútil, no tiene más que hablar de los libros que ha leído y ya tiene hecha su autobiografía. Mientras que en las generaciones felices la epopeya habla en hexámetros y en crónicas, en mi caso hay un signo de oquedad y entre mi y el siglo yace un abismo, una zanja llena del tiempo que murmura. ¿Qué querría decir mi familia? No lo sé, era tartamuda de nacimiento y no obstante tenía algo que decir. Sobre mi y muchos de mis contemporáneos pesa el tartamudeo de nacimiento. Aprendimos no a hablar sino a balbucear y sólo prestando el oído al ruido creciente del siglo y una vez blanqueados por la espuma de su cresta, pudimos adquirir una lengua.







Fuente: El Abecedario de Gilles Deleuze. Trad. Raúl Sánchez Cedillo