El mal del cerebro (documental)




Jesús Rodríguez | (captura)





A propósito, notas.
A propósito de las tres entregas de El mal del cerebro guionado y dirigido por Antonio Martínez Ron, con una plaga de especialistas haciendo el todo, esta entrega, "Trastornos de la mente", la mejor.
Puede agregarse que la imagen y su definición son muy acabadas y que esto se relaciona directamente con su producción para Internet.

Los casos son interesantes: de Jesús Rodríguez (daño cerebral a efectos de un tumor) subrayamos: dice "nací en mil novecientos seis dos".
Al menos, hasta lo que sabemos, en Argentina se usa decir, y hasta los historiadores lo hacen "milnueve sesenta y dos". Unimos estos dos primeros dígitos haciendo el visto bueno por el que se entiende que se ejecuta por economía y que dicha economía es temporal y por tanto musical: si se observa bien se puede medir el tiempo que lleva pronunciar correctamente una fecha y hacerlo al modo antes referido: en decir "milnueve sesenta y dos" en vez de "mil novecientos sesenta y dos", el uso nuevo apostrofa dos sílabas y otra más al tender a obviar la cesura en "mil nueve". La cesura, dicho sea de paso, en este último caso, se obvia sobre todo porque se entiende que mil y nueve son dos sustantivos. El discurso periodístico muestra que su ligereza, en los dos sentidos del término, se debe a que sustantiva.
Luego, Jesús, dice otra fecha: mil novecientos sietenueve y al respecto de esto dice además tener 40 años. Luego,  que nació en mil novecientos y lo que sigue (centenas y unidades [1962]) en alemán. El año en el que cree estar es en el 2002 cuando la fecha objetiva, la del documental, es 2012 (su edad es entonces de 50). Ergo, la función de cálculo está bien. Otro dato llamativo es cuando cuenta que "Un gordo venía a la ventana", que era él, lo que hace recordar el refritado estadio del espejo lacaniano. Luego pudo saber que era él, y que la ventana era un espejo, lo cual es extraordinario. Recordamos el ejemplo de muchos animales que confunden espejos con imágenes 3D o umbrales con vidrios, lo que es lo mismo. Muchos recordaran las palabras de Borges, repetidas y repetidas por otros, de que los animales viven en el presente y de que el gato, pensando seguramente en su gato Beppo, se mira al espejo y no sabe que es él.


Como siempre el testimonio de los enfermos es mucho más atrayente. ¿Por qué puede hablar este hombre, si tiene la memoria a largo plazo tan estropeada? ¿O es la otra? ¿O qué?
Resulta de cabal interés ver el habla como la ejecución de un pianista, una sonata, y de ahí la subyacente admiración que generan los pianistas. A menudo un lego o un amateur en música suele preguntarse "¿cómo hace para recordar todo eso?" (Dixit). La ejecución no procede sino encadenando notas, es el conjunto sonoro el que dice, durante una ejecución, cómo seguir con ella y de allí el éxito ejecutivo. La capacidad ejecutiva en cuestión es la misma que el pianista comparte con el hombre que tararea y aun con un sordo. El asombro del eventual amateur se debe a que entiende que es más fácil recordar algo que tenga referente (no así la música), cuando se sabe por las literaturas mnemotécnicas que es al revés y además, el asombro se debe a que ve un esfuerzo allí donde no lo hay. Si se supiera más de la mnemotecnia se sería más conciente de todas las imitaciones que se realizan. Cuando se habla, se encadenan lexemas. Y el término lexema, perteneciente a la lingüística, resulta más pertinente que el de uso común "palabra", del cual es su correspondiente, ya que siendo el término lexema analítico propone un microcosmos semántico en la unidad llamada "palabra" que explicita la condición azarosa del sentido de una palabra: básicamente, lo que uno entiende por una palabra no es lo mismo que entiende otra persona.

El asunto se torna risible en todos los casos de enfermedad, aunque con una tendencia a disminuir en los casos más patéticos: puede verse el atisbo en la expresión del neuropsicólogo ¿personal? de Jesús cuando describe los olvidos de Jesús (por ello aquí nada tiene que ver la dignidad humana; inclusive el hecho de que se crea que por ser risible lo dignificaría más, tampoco es posible sostener eso. Recordamos aquí el Talmud: "los bufones traerán la redención").
Otra característica palmaria en Jesús, es que la función del habla no está alterada más allá de un rango de ejecución normal: cuando se produce un lapsus, Jesús, —se supone que si no bilingüe, casi—, cambia la lengua castellana al alemán. ¿Dónde está entonces la lengua, en la memoria a corto o a largo plazo? Memoria a corto y memoria a largo plazo es una binaridad y hay que invertirla, y por invertirla, en definitiva, expurgarla. Siguiendo esta hipótesis de la memoria a largo y a corto plazo el habla pudiera considerarse como una ejecución pianística por la introspección del ejecutante, y más aún si es lo suficientemente larga, como para mostrar la cualidad esencial entre habla y música, el ritmo. El problema de Jesús, sería, siguiendo esta línea, entonces, en la m. a corto plazo.
En cuanto al lapsus, la necesidad de estudio es la de su relación con la epilepsia y el ritmo.
El prosaísmo del científico dice "no es conciente de estar hablando en alemán" a lo que puede agregársele que en cuanto a lo que a la lengua se refiere cuando se habla en el idioma nativo tampoco se está conciente de hablar en ese idioma, lo dice, naturalmente, el mismo Jesús: "no pienso en qué idioma tengo que pensar [cuando habla]".
Cuando Wittgenstein habló de que el hombre tiende hablar sin ton ni son —hablar por hablar cumple una función en el hombre— y cuando, como La Rochefoucauld, refirió que para hacerlo es preciso que no supiese que se lo está haciendo,[1] refirió que eso se debía a que el lenguaje formaba parte del organismo.
Entendiendo la noción de Wittgenstein de tautología ya sea contradicción lógica o redundancia semántica (tautología) —la filosofía pertenece a este segundo caso, toda ella es una redundancia semántica— llevada a un plano lexémico, el resultado lingüístico es la binaridad, la oposición binaria que acusa Derrida en el estructuralismo. A fin de cuentas, sinsentido. En Derrida, a instancias de Saussure, la idea de la conciencia es el resultado de un dualismo zarostriano que acusara Nietzsche, o la misma metafísica de la presencia. El ejemplo literal de Derrida pudiera ser: "no hay diferencia entre contexto y texto", del cual se vuelto emblemático su "nada hay fuera del texto".
Organismo usado por el pope de la filosofía analítica y la idea de la neuropsicóloga del documental de que el lenguaje no tiene una zona identitaria, reflejan la misma idea.
El concepto de organismo es un símil del concepto de inconsciente y a fin de cuentas de memoria a largo plazo: en la filosofía de Gilles Deleuze este dato se puede observar muy bien. Por inconsciente se entiende, así, las formaciones molares a las que la jovencísima ciencia ha venido a hincarles el diente, y que se caracterizan por su automatismo. El Golem es poca cosa en relación a los seres vivos: gracias al organismo o al inconsciente el hombre ha supervivido, a ser un Golem gracias.

En el caso de Beatriz, con un TOC y un Tourette, es interesante el asunto de las junturas de las baldosas, que se repita en distintas personas: todos conocen el caso del célebre crítico Samuel Johnson, cuyas anomalías podían observarse hasta a nivel físico (pero eso es otro tema). Se llega a pensar que la ciencia, que diagnostica estructuras, se parece a la esotérica naturaleza: se llega a pensar que el sufrimiento mismo es estructural.
Todos conocen también el que caso obsesivo ligado a la higiene, relacionada a limpiar las cosas, lavarse las manos, etc., como en el caso de Jenny del documental aquí, ambas, por su repetición, son tentadoras de la interpretación textual. El caso de estas que tientan una metaforización es el hecho de que su sola manifestación encierra valores positivos de un grupo. La higiene es un valor, incluso la organización lo es. Sin embargo, Freud describía otros casos más absurdos, como por ejemplo, el caso de un obsesivo que miraba hacia atrás después de que se había cruzado con una persona porque creía que lo había matado, tal vez uno de los más sorprendentes. Pero aunque absurdos algunos más que otros el componente que comparten todos los TOC es el mecanismo corroborativo, aún el ejemplo que se suponga absurdo. Mientras muchos insisten en tachar de disparate las interpretaciones de Freud, Lacan insiste en que dichas interpretaciones son inmanentistas, que Freud no es simbolista en este aspecto sino que intenta unir un significante (el síntoma absurdo) a otro fatalmente reprimible por el grupo. En este sentido la defensa (o lo que sea) de Lacan es pertinente porque la idea de higiene, o para ser más precisos al caso de Jenny, el de la contaminación, viene de peligros (que al fin de cuenta funcionan como represiones) que el grupo ha elevado a verdades.


La especialista refiere un desfase de zonas claras en la gran mayoría de los casos de estos trastornos: la corteza prefrontal no controla la hiperactividad dopaminérgica de los ganglios basales y, en definitiva, los movimientos; es importante la segunda consecuencia: por un lado la expresión involuntaria y por el otro la represión establecida por el promedio humano que lo ve como violencia. Ese promedio humano es ilusorio, pero tal y como diría Lacan "tiene estructura de verdad".
Otra cuestión a ver es si el sufrimiento contribuye a mejorar la enfermedad o si simplemente es entendido como una función–zona del sistema nervioso. (aunque es evidente que no).

El caso de Jenny había resultado tan severo que aparejó cirugía —se puede notar la expresión de compunción en su testimonio—: haciendo un orificio de trépano para introducir una sonda y "lesionar" la zona de las fibras nerviosas que van al lóbulo frontal y causan, así, la ansiedad, su situación mejoró.

En el caso de María José, paciente con esquizofrenia, el síntoma recurrente es el del delirio, ya sea en forma de voces o en forma de imágenes.
Lo intrigante es que el delirio cuestiona la mentada realidad de la preciosa salud mental a tal punto que el fenómeno esquizofrénico parece una burla del mundo y sobre todo, porque el delirio es patológico por dos aspectos claros: la discordancia conductual del delirante y por su sufrimiento. Comparada con el sueño, donde no parece pertinente hablar de conciencia, en la esquizofrenia sí parece pertinente hablar de conciencia agregado al dato alucinatorio. Sin embargo, la conciencia es otro término de la binaridad que está tan arraigado al uso común, y ha sido usado por célebres filósofos ingleses.[2]
El sufrimiento que acusan María José y   Jenny resulta casi imperceptible en Jesús, así como también en los casos de Tourette o afasia. Lo que hace pensar que el sufrimiento pudiera ser neurológico, aislable.
En la temible esquizofrenia la especialista refiere un desorden en la "red neuronal por defecto", encargada del sentido de sí mismo. En esta patología esa red no se apaga mientras se están haciendo trabajos en los que se requiere concentración.

Otro dato interesante es que los especialistas empleen el término "parchear", —aunque resulta un lugar común en este documental—, en relación a la prescripción de fármacos, lo que a más de uno le puede resultar dignificador en el sentido de que ellos hacen lo que pueden, y además, como se expresa al final del documento, en el sentido de que ellos hacen como la misma esotérica "naturaleza" viviente hace. Parches.[3]

En Ágatha, paciente con afasia hay dos puntos interesantes: la relación de Ágatha con personas sin accidentes cerebrovasculares como ser, se nos ocurre ahora, Roberto Giordano, el peluquero argentino —por ser mass media y por ello también satirizado— por la forma de hablar enumerativa o dicho de esta otra forma: por tener un discurso formado de un encadenamiento de sustantivos. El discurso del peluquero es por demás interesante: si se ha visto, su tendencia afásica se pronuncia cuando se dirige a un gran público, como es el caso de los famosos desfiles. Luego, en otras situaciones más recogidas podemos observar que hace uso de la gramática.
Así, el afásico puede mostrar desde sus casos más leves a más severos que el habla se mueve sustantivando y que los operadores de frase, nexos de todo tipo, funcionan por arrastre. Esos accesorios son las palabras huecas, sociales, y que se sustraen más al análisis.
El segundo punto de interés es que en un momento dado Ágatha confunde —no se sabe si por accidente: es decir más allá del problema de su enfermedad— el lado derecho con el izquierdo cuando se refiere a los hemisferios. Es interesantísimo que lo haga ya que como en el primer caso, el de Jesús, no reconociéndose en el espejo estamos en presencia de algo tan superficial como el Otro lacaniano: nada más arbitrario en relación a un individuo que su imagen en el espejo, lo mismo que nada más nulo que la noción de derecha e izquierda.

La palabra esquizofrenia dispara en el llamado imaginario colectivo los lexemas asesinato, o mejor aún degüello, o incluso más preciso sería decir el infinitivo "degollar", como si un demonio lo ordenara. Se puede ver a través de la técnica del cine que Žižek ve en Hitchcock. Lo que se nos ocurre decir de esa técnica, de un modo sintético, es que el retorcido cineasta intenta decir "sé el mal si quieres hacer algo con él". Para ello puede generar un plano secuencia no habido (plano secuencia que no es sino a fin de cuentas otro tipo de focalización) para disgregar el maniqueísmo estructural héroe–villano. Otro ejemplo son los casos de relatos con narradores en segunda persona, donde el narrador aparece indefectiblemente con un tono imperativo y extremadamente omnisciente en relación a la acción del personaje: "caminabas tú", etc. Un caso ilustrativo es el relato Aura de Carlos Fuentes.

Dichos trastornos tales como el de Ágatha muestran una posibilidad de recuperación de destrezas perdidas, como si la isquemia con consecuente derrame tuviera un efecto regresivo. Regresión que es sólo una metáfora aproximativa: dicha regresión, de claro tinte psicoanalítico, sólo refiere el dato de que se parece al infante, a la mentalidad del niño.
El enunciado que principia el caso de Ágatha "Mi cabeza está roto" es significativo porque la dispara al caso del extranjero que no domina del todo una lengua: en el caso de Ágatha, a diferencia del supuesto extranjero, la memoria de la práctica del idioma parece haber sido borrada o barrida y a su vez es evidente que como el extranjero que está aprendiendo una lengua suele cometer errores triviales del tipo de confundir la correspondencia del género entre el nombre y su adjetivo (en la lengua castellana).

Básicamente la afasia es una barrera expresiva, pero no comprensiva (casi todos los casos mostrados en el documental así lo muestran).
La metáfora explicativa de Helena Briales, neuropsicóloga, del afásico como una persona en el extranjero, genera la conjetura de que cada lengua en tanto ha tomado individualidad por gracia y culpa del Estado y de las circunstancias geopolíticas previas y posteriores al Estado, es entonces, respecto de las otras lenguas, afásica.
A su vez, al referir la neuropsicóloga  Helena Virales, que cada individuo es de alguna manera afásico, que todo individuo tiene problemas de comprensión o de expresión, aparece el acierto de la famosa falla espistemosomática lacaniana, donde se sobreentiende que la codificación lingüística en pos de la comunicación reprime la expresión. La codificación lingüística no es más que el famoso Otro lacaniano, un concepto que Lacan transfiguró de Hegel (el manierismo idealista de Hegel resultó tan acusado que fusionó —se puediéra decir de varias formas— la noción de idea con real; de las mayores/mejores catástrofes filosóficas que proceden del entusiasmo iluminista).[4] El lenguaje, el Otro, como manierismo o afán hegeliano que no podía pasar desapercibido, es la idea de que algo sin vida sigue ejerciendo su voluntad, como en el narrador hiperomnisciente de Aura y, a fin de cuentas, la del demonio burocrático de Kafka: el mundo de Kafka, postura de un comediante, un sofista, que le da la razón a la autoridad. Jamás se pone en su posición.

Otra paciente con afasia dice que "yo tenía el sentido común en el cerebro", es decir que, claramente, se puede observar que allí trata de expresar su pugna por amoldar el funcionamiento intacto de su comprensión de la realidad con las trabas expresivas productos de la enfermedad, las que la volvían ante la mirada de los demás estigmatizante/ble. Aquí hay diferencias con otras patologías como las psicosis: si en la afasia el problema es expresivo, en la esquizofrenia el problema se inclina a la comprensión.

Finalmente, el mecanismo compensatorio que describe el fisiólogo Francisco Rubia no puede no ser evolutivo: el sentido de evolución como sacrificial aquí puede leerse como el caso de la araña de patas largas (los que más/antes saben le han llamado fólcidos) que todos conocen porque habitan en nuestras casas, donde se cuenta el caso de que habiendo perdido una pata la "vida" (fascismo/libertad) fuerza a resignar su pérdida.
Por su parte, la idea subyacente en la selección natural es de que la pérdida no se resigna.






[1] Justamente La Rochefoucauld, para quien la exposición oral en público era, por decirlo con un término nuevo, panicosa.
[2] Gran Bretaña, esencialmente Inglaterra, es el país más moral del mundo, sobre todo por su influencia mundial.
[3] Si el pathos griego es cierto, ni siquiera somos capaces de preguntarnos cuáles serán las enfermedades del futuro.
[4] Hasta incluso pudiera decirse que Hegel es el auténtico o el único filósofo del lenguaje o cualquier patraña semejante.







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