Tipología de sutiles según Emile Cioran
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Encontramos Sutileza:
en los teólogos. Al no poder probar lo que proponen, están obligados a practicar tal cantidad de distinciones que con ellas perturban el espíritu que es lo que desean. ¡Qué virtuosismo se necesita para clasificar a los ángeles en decenas de especies! Y eso sin insistir en Dios: su "infinito" ha malogrado numerosos cerebros, desgastándolos;
en los ociosos en los mundanos, en las razas indolentes, en todos aquellos que se alimentan de palabras. La conversación, madre de la sutileza... Por haber sido insensibles a ella, los alemanes se hundieron en la metafísica. Por el contrario, los pueblos habladores, los antiguos griegos o los franceses, expertos en los encantos del espíritu, sobresalieron en la técnica de las futilidades;
en los perseguidos. Obligados a la mentira, a la argucia, al engaño, llevan una vida doble y falsa: la insinceridad por necesidad excita la inteligencia. Seguros de sí mismos, los ingleses son aburridos: pagan de esa manera los siglos de libertad que han podido vivir sin recurrir a la astucia, a la sonrisa hipócrita, a las artimañas. Se comprende así por qué, en el polo opuesto, los judíos poseen el privilegio de ser el pueblo más despierto;
en las mujeres. Condenadas al pudor, deben disimular sus deseos y mentir: la mentira es una forma de talento, mientras que el respeto de la "verdad" corre parejo de la grosería y de la tosquedad;
en los tarados que no se hallan internados, en los pervertidos con quienes soñaría un código penal ideal.
Cioran Emile, Silogismos de la amargura, Tusquets editores, Trad. Rafael Panizo. Barcelona, 1997.