Burgess sobre Borges




Vía | Revista Literaria AZUL@RTE





En Un diccionario de Borges de Fishburn y Hughes, hay una reseña (deleznable) de Vargas Llosa y un prólogo de Anthony Burgess con traducción de María Teresa Brown Seone. 

Burgess cuenta algunas cosas. Él y Borges hablaron una vez en el viejo anglosajón. El marco: la Embajada de Argentina de Washington. La razón de hablar en esa lengua: un Borges seguido por espías del "régimen" para capturar posibles críticas. Borges, que hacía caminar a un vigilante peronista que lo seguía durante los primeros gobiernos de Perón, ahora planteaba otra de sus artimañas. Para Burgess esto es lo típicamente borgeano. 

Para Burgess, Borges, rematadamente idealista, debía haber advertido a través de Funes, un personaje, que referir detalles era un abuso de la estadística, una suerte de maldición mundana o cotidiana, y eso lo sabía, entre otros, por Shaw. En ello está la raíz hipervinculante de Borges. Su estética del salto de página. Hay que saber que hipervinculante quiere decir al costado yendo arriba, como si le indicaran al visitante dónde queda el cuarto de baño.
Como sugiere Burgess, el escritor de ficciones tiene que recurrir a generalidades para narrar. Así, dice Burgess: "su obra es una bofetada a los nominalistas". He aquí un nuevo significado para encasillar a Borges para dar una charla sobre él: ¿Era Borges nominalista o era idealista?, título plausible para dicha conferencia. La Biblioteca de Babel no mostraría sino una variación de esto mismo, otro chiste. El arte de la combinación de letras y palabras supone dar con un corazón y eso es el espíritu judaico que da con la cábala. Pero cada palabra es poesía, cada palabra es la negación del principio de no contradicción aristotélico. También, en este último relato referido, Borges parece acordarse de la película The Truman Show en el que el epónimo da con una pared y una escalera más allá de navegar mar adentro. Esa pared, pintada con nubes de escenografía teatral desalienta sobre saber el fin del mundo. Dice carpe diem. Pero Funes también es nominalista porque tiene la memoria teleológica, que Burgess llama aquí, "memoria perfecta". Su memoria es tan hermosa que para qué escribirla; si así lo hiciera cómo cabría en algoritmos. ¿A quién se parece Funes? ¿Cuántas cosas encarna? Diga Wikipedia, digan los enlaces externos de Wikipedia, y diga el sentimiento "tenemos todavía mucho que hablar de él". Encarna la manía sostenida, por eso muere joven, encarna al epiléptico Cioran que no puede escribir más que frasecitas. Sin embargo donde hay una frasecita de Cioran hay mucho más que en muchos ensayos, salvo que la mitad de sus aforismos son obviedades. Una de las cosas que si bien no tuvo clara Cioran, sí la presintió, es que no se trata de contradecirse, sino de chispear, como Funes. Tal es imposible la memoria de Funes que Burgess intuye bien un dicho más contemporáneo al mundo mismo que a cualquier otra cosa "nadie escarmienta por cabeza ajena"; Burgess lo dice así: "Para escribir su autobiografía [la de Funes] se requeriría literalmente revivir su vida". En el aparente polo opuesto, Brodie, ve que la tribu de que es testigo tiene una lengua que "desconoce la manera de nombrar cualquier artefacto". Decir árbol era decir choza y era decir también libro. En Tlön, una variación de Nueva refutación del tiempo, rescata Burgess que no existe sino sucesión y la lengua no tiene sustantivos sino que todo es adjetivos. Cada cosa es y no es al mismo tiempo lo que ve Funes y la forma de relacionarse con el mundo de la tribu de Brodie. La filosofía de hoy parece estar dándose cuenta, el mundo mismo sin que nadie le tocara el hombro, que Anaxágoras gritaba desde el fondo de los tiempos que todo tiene partes de todo, lo que querría decir, por lo menos, que ya que la velocidad es una medida relativa del hombre, la llamada percepción del hombre impone una medida absoluta en su relación con las cosas, como si estas estuvieran fuera de él. ¿Una distopía? ¿De dónde? Está hecha con materiales de este mundo. La flecha de la lanza del Depredador, que casi carece de peso, sabemos, aunque no seamos nosotros quienes la construyamos, está a la vuelta. 

Hay un fragmento de Burgess que mejor que recortemos, porque describe algo de la escritura de Borges: "[los] estrechos límites formales que Borges imprime a su obra son por anomalía un índice". 

Burgess rescata también sus poemas. Pero no, son malos. Borges es un poeta menor. Sucede que resultan microensayos. Hacen claro el aforismo y la poesía hoy es conceptual, otros la reducen a la brisa verde de los campos. 
Gracias a la suerte, Burgess se aleja de Vargas Llosa y habla poco del libro que prologa, sólo sí para relacionar la lexicografía con el diccionario que prologa. Aquí hay una explicación extraíble de por qué Internet, entra otras cosas, no sirve en sí misma para el conocimiento, como ninguna otra herramienta sirvió antes para el conocimiento. Este diccionario, como Internet, —lo sabía Borges: "los críticos de Shakespeare no leyeron a Shakespeare"— no viene de otro diccionario. Si este diccionario sirve para algo es para ser un libro, no la obra de Borges. Sirve para ser otra obra; que si no, no sirve.

Otra afirmación interesante de Burgess: "había leído más extensamente que cualquiera de sus contemporáneos, incluido James Joyce". Si eso es un juicio de valor, es cierto. Aunque Néstor Ibarra dijera que Borges no era erudito —"¿Erudito Borges?"—. Si a usted le gusta más Borges que Joyce, también es un juicio de valor.

El dato final de interés es cuando Burgess cuenta que vio por vez última a Borges en 1982 en ocasión del centenario de Joyce, en Dublín. Ahí Burgess dice que Borges le habló sobre Joyce a los postres porque nadie dejaba de hablar y porque además nadie parecía saber quién era Borges. Tristemente, éste tenía que ser Borges para que lo escucharan. Se trataba de gente desinformada.
En esa ocasión Borges le dijo a Burgess: "¡Qué hermosa es la palabra 'mist'!" (neblina, en inglés). Burgess cuenta que la palabra en alemán también quiere decir 'estiércol' y que no se atrevió a enterarlo o recordárselo, y que aún así, para él, Borges las hubiera sabido "reconciliar".

Otra afirmación interesante de Burgess, ahora sí sobre el diccionario: "Al ciego Borges le hubiera encantado que se lo leyeran en voz alta". 
Es cierto. En ello está la raíz hipervinculante de Borges. Su estética del salto de página. Y también, claro que sí, el Borges profesor —hable de un tema a su elección—, y el de las entrevistas —táchelo—.