Gellatly y un modelo de conciencia en la neuropsicología




Fuente INDIGO ©





Historia
La historia de la neuropsicología, como otras muchas disciplinas, está atravesada del contrapunto dualista. Desde Hipócrates enfrentado a Platón. En el caso del primero, mucho más materialista, materialista cerebral, y en el caso de Platón, mucho más "textualista" —según un término crítico actual— con su trinidad cuerpo superior-medio-inferior (razón, nobleza, pasiones bajas: cerebro, corazón, genitalidad y desecho). Esta disciplina, como debe ser, se pierde en otras disciplinas, como en el caso de arriba, en la medicina y en la filosofía. 
Un prelocalismo ("localizionismo": áreas cerebrales funcionales) se traza con Sylvius y cía en el siglo XXVII. Pero antes, por ejemplo, con Vesabio (s. XXVI) se había elaborado una concepción cercana a la que actualmente se tiene de los nervios: su potencial eléctrico. Más lejos aún, los romanos, en su clínica, practicaban terapias con ciertos "peces eléctricos" y más allá en el tiempo, se han hallado cráneos trepanados de primates, muestra de que había una terapia primitiva de electrogolpes. Más adelante de Vesabio y Sylvius y algún otro omitido, aparece el aporte fundamental de Luis Galvani (s. XVIII). Y en el siglo XIX, antes de que naciera la neuropsicología como tal, aparece la frenología, que bien puede considerarse un fundamental desencadenante. El padre de la frenología, Franz Gall, colige que el LF (lóbulo frontal) cumple un rol destacadísimo en el humano mismo, haciéndolo. Un precursor perdido en este ovillo de nombres es también Marc Dax, quien descubrió una parálisis derecha asociada a una afasia. 
Todo esto antes de llegar a quien se considera el padre de la disciplina, a través del pathos afásico, Paul Broca (s. XIX). Pero el localismo surgiría con Jean-Pierre Flourens (s. XIX), quien ejecuta una crítica a la frenología aportando el factor funcional como indeterminante de las certezas conseguidas. El error de la frenología había llegado con su desviación sobre especulaciones sobre la conducta según la forma y abultamiento de los cráneos, muy conocida. Flourens se inspira en la estimulación eléctrica y en las lesiones focales. Luego Gustav Fritsch (s. XIX) estimula el cerebro de su pacientes y descubre el quiasmo del HI (hemisferio izquierdo) al producir movilidad de la parte derecha del cuerpo.
Así se llega a Broca, un antropólogo, quien además de Dax, consolida el localismo al advertir que la afección del habla en cuestión es expresiva (cómo se dice) y no de comprensión (lo que se dice). Con ello se consolida esta noción del "área de Broca", que posteriormente será ampliada por la concepción de Wernicke (s. XIX), con una afasia aparentemente inversa (es decir, daño en comprensión, y no en expresión). Como dice la Wikipedia, el asunto aquí involucra la expresión lingüística y su "fluencia", o en como se llama en lingüística, la "aceptabilidad". El caso de la de Broca parece más simple y esboza ya una noción funcionalista del cerebro por cuanto que se entiende que al lado del área de Broca hay otra que tiene un rol motor y que por ello implica la fonación (esto es, la parte motora de la expresividad lingüística, lo que ya da una idea de la imposibilidad del lenguaje sin la función motora). Específicamente este tipo de afásico suele elidir las partículas funcionales de la oración (proposiciones, conjunciones, pronombres, artículos, etc.) centrándose en los nombres y en menor medida en los verbos, con alguna mención de partículas funcionales cuando hay tendencia a la recuperación. 
La afasia de Wernicke resulta un poco más surrealista, por decirlo de algún modo, descripción que merece en realidad el funcionamiento todo del cerebro. En esta afasia, como se dijo, el paciente se expresa con aparente gramaticalidad, pero sin entender lo que dice. La gramaticalidad, es decir la frase bien formada, de este afásico, es sólo aparentemente correcta puesto que muestra un desorden en su producción, una especie de fárrago impreciso de palabras que en su ejecución comprometen la corrección de la expresión misma. Ahora bien, si la primera afasia se localiza en el LF (lóbulo frontal) la de Wernicke lo hace en LT (lóbulo temporal), es decir más atrás, con proximidad a un tejido con función auditiva. No obstante, es de presumir que la función auditiva cumple un rol esencial en el sentido del tiempo que se requiere para matizar la expresión y dar sentido a la frase, ya que a lo que se dice se lo sigue escuchándolo.
Ya en el s. XX, Wilder Penfield delinea la franja motora en el LF, estimulándola. 
Justo aquí aparecen los problemas del localismo, que se podrían ver como problemas de arrastre de la frenología misma, lo que derivará en un paradigma funcionalista u holista. Este error se apoyaba en experimentos con animales, con "método lesional" (extraer partes del cerebro y corroborar así que, a pesar de lo que se creía, ciertas funciones seguían intactas). 
Con el que sería el fundador de la neurología moderna, Alexander Luria (s. XX) se puede entender que el método lesional no es funcional, pero lo construye. Con John Huglings-Jackson (s. XX) se comprende que las funciones complejas son esencialmente las complementarias y no vegetativas, es decir que actúan en conjunto, al destacar, por ejemplo, que el afásico de Broca no puede hablar o conversar pero sí insultar. Como se entiende que el lenguaje es una función nueva y por ello cortical, el canto y las expresiones indeseables como insultos merecen un asiento subcortical. Esta es la concepción de Luria y que lleva a más complejidad: es decir complementariedades no tenidas en cuenta.


Algo de taxonomía
En el cerebro humano hay unas 100 mil millones de neuronas y más aún glías. Lo básico de las neuronas es su cuerpo celular, axones y dendritas (fibras ramificadas intercélulas). Lo básico del cerebro son las neuronas debido a que en ellas se ha entendido el funcionamiento esencial del cerebro. Las neuronas se disparan, se irritan, se inhiben o excitan.  El "desorden" típico, actual y para todos los casos de un organismo sano se produce, por fuerza, a este nivel: es el disparo anormal, la sobrexitabilidad, una fatalidad de los seres vivos. El axón tiene un potencial que se ha de conectar con los cuerpos celulares de las neuronas contiguas a través de las famosas sinapsis, descubiertas por Charles Scott Sherrington (s. XX). Lo que por allí se dispara son sustancias químicas complejas conocidas como neurotransmisores. Éstos, sólo en función, son similares a las hormonas. El paradigma holista comprende así que el cerebro controla la actividad de las hormonas, pero que estas influyen en la actividad del cerebro. 
La taxonomía se complica más cuando se describen algunas partes del cerebro con sus funciones. En primera medida se ha dividido el cerebro en tres partes. La posterior (cerebro-cuerpo) involucra: la médula, que da impulsos nerviosos entre cerebro y cuerpo. El bulbo raquídeo, continuación de la espina, que regula el ritmo cardíaco, la respiración y la digestión. La protuberancia, continúa el bulbo, que envía información entre cerebro (corteza) especialmente las zonas visuales y el cerebelo, que coordina el movimiento. Formación reticular, que lleva mensajes sobre el sueño y el despertar (circadianos). La glándula pituitaria, la "glándula maestra" del sistema endócrino.  
El cerebro medio: con los pedúnculos y el tegmento, que se ocupan del movimiento motor. Con el tectum, el que contiene células visuales y auditivas pero que en los mamíferos más desarrollados delega alguna de dichas funciones a la parte siguiente del cerebro, es decir en la anterior. 
El cerebro anterior: 
El tálamo, un intercesor de información sensoria entre los "sentidos" y la corteza. 
El hipotálamo, pequeño y complejo, controla alimentación, lucha, huida, sexo, temperatura, sueño, emoción, el sistema endócrino. El sistema límbico, o pequeño cerebro, importa a la emoción (su hipocampo importa a cómo se representa el espacio). Los ganglios basales importan al movimiento, reciben aportes del límbico y de áreas del córtex. En ellos se ha supuesto un asiento donde compiten pensamientos del presente con emociones y recuerdos pasados. La corteza, la sustancia gris, controla el pensamiento, percepción y movimiento voluntario. El cuerpo calloso: envía información entre hemisferios. El cerebelo: coordina movimientos finos de músculos y el equilibrio. 
La división en lóbulos es en cuatro: frontal, parietal, temporal, occipital, divididos a su vez en cisuras (una forma de distinguirlos es con un método de tinción, descubierto por Golgi); la tinción, entre otras mecanismos delimitatorios, permite ver la forma de las conexiones. 
Algo fundamental sobre la estructura del sistema visual comporta que las zonas primarias o inferiores son la glándula pineal y el núcleo supróptico, ambos encargados de los ritmos circadianos, aunque la primera a largo plazo y la segunda a corto, los ritmos diarios, además de involucrar por ello el sueño y la alimentación. Las demás zonas son más secundarias o emergentes, por ejemplo, el pretectum controla el tamaño de la pupila; el tubérculo cuadrigémino superior orienta hacia los objetos, entre ellos a los que están en la visión periférica; el núcleo óptico accesorio mueve los ojos compensando el movimiento de la cabeza; la corteza visual, centro procesador, involucra la percepción de cerca y en profundidad, el color, y la percepción del movimiento; los campos frontales regulan el movimiento voluntario de los ojos. 
El tránsito de la información visual comprende, básicamente, su inicio en la retina, luego pasa por el quiasma óptico, luego por el núcleo geniculado lateral (en el tálamo) y por último va a la corteza visual primaria o V1. Los puntos próximos entre sí en la retina, terminales nerviosas pigmentadas, se conectan por el quiasma con los próximos en la corteza (occipital). De ahí, uno de los primeros casos a referir: cuando hay una lesión en esos centros de la corteza se produce un escotoma (punto ciego, el tipo de comienzo de ceguera cerebral). La corteza visual primaria, V1, se divide, especializa en hasta cinco V1-V5, cada una para una función específica: V5, por ejemplo, tiene la función de responder a los objetos que van en dirección específica; V3 se activan para analizar formas por medio del uso de líneas, V4, activa el color. De ahí un caso típico de pérdida del color, llamada acromatopsia. 


Casos
Este último problema arriba referido comprende uno de los tantos casos patológicos que son la sal de esta disciplina. 
Los casos siempre son numerables, por eso son casos. Continuando los problemas en el sistema visual, las especializaciones de la corteza visual referidas promueven otro tipo de desórdenes. Una lesión en V4 de sólo un hemisferio produce, por el quiasma referido, que se vea la mitad de la imagen en blanco y negro. El daño en V5, produce que se vean las imágenes sin movimiento, es decir como una diapositiva de fotografías. Pero en honor del holismo, los demás lóbulos, además del occipital están involucrados en el fin visual, no sólo porque involucran diversas zonas, sino porque involucran funciones diversas. Una lesión en el lóbulo temporal provoca ver un objeto incompleto, borrado en alguna de sus partes. Es un caso con alguna semejanza a la agnosia de la forma. 
En la agnosia asociativa se ve un objeto al que no se le puede dar el nombre o uso pero sí su categoría (si se trata de una blusa, se suele decir que es ropa). En la prosopoagnosia no se reconocen caras familiares ni la propia pero sí la voz, debido a que el reconocimiento de la cara parece estar involucrado además con las emociones en el sistema límbico. El paciente ve, identifica y hasta se emociona por la voz ante aquello que sí percibe, pero no reconoce los rostros. Gellatly relaciona este desorden al dèjá vu (familiaridad sin reconocimiento) y ja mais vu (reconocimiento sin familiaridad), ambos fenómenos frecuentes en la epilepsia de lóbulo frontal. Véase como el caso vulgarmente referido como "tener algo en la punta de la lengua" se relaciona, salvando las distancias, sobre todo con el dèjá vu: saber de lo que se está hablando pero no encontrar su nombre. En la simultagnosia hay problemas para orientarse en un espacio familiar al no poder ver más de un objeto por vez. De esto se deduce que las "posiciones relativas" no existen.
En el lóbulo parietal posterior se localiza el disparo de las células cuando se va a agarrar un objeto (es más que percibirlo, es un cálculo de espacio); con el síndrome de Bálint el lóbulo referido se lesiona provocando que esta segunda función (agarrar) desaparezca (es claro que este fenómeno involucra la incapacidad de uso de los dedos oponibles). Se supone que esta segunda acción es más "consciente" que el reconocimiento. Otro caso interesante es aquel en que se da instrucciones de cómo poner un sobre en un buzón y en otra oportunidad la sola instrucción de ponerlo. En el primer caso se falla, en el segundo no. Hay una desconexión entre la corriente superior e inferior. La superior, más "consciente", falla al recibir instrucciones. 
Como se refirió, el dominio espacial parece localizarse en el lóbulo parietal, y más especialmente en el HD. Esto se hace sensible en personas con "cerebro dividido" que sufren fuertes epilepsias que empiezan en el HD y se difuminan por todo el cerebro; por ello se les corta el cuerpo calloso produciendo por esta intervención un déficit en la escritura y dibujo aunque igualmente se escribe (lo que implica que ambos hemisferios divididos se bastan, aunque, no obstante, la mano izquierda se baste mucho mejor (ya que el HD involucra el dominio espacial). 
En el caso de la hemiasomatognosia espacial izquierda (más frecuente y severa en HD), la lesión en este hemisferio trae aparejado, por ejemplo, no vestirse en el lado izquierdo, no comer el lado izquierdo del plato, etc. Estas personas no son ciegas del lado izquierdo sino que más bien desvían la atención de esa zona y eso apareja dificultad para con ello (arrastrando a las funciones motoras). Por lo tanto, en el lóbulo parietal derecho se construyen representaciones del espacio y para afinar esto, es preciso saber que existen 3 tipos de representaciones del espacio: egocéntrica (yo y A), alocéntrica (yo entre A y B) y mapa cognitivo (más complejo, lugares, objeto, rutas, etc.) Estos mapas cognitivos están ligados al hipocampo y por ello una lesión aquí hace que la persona no se oriente.

El caso de los llamados cerebros primitivos permite ver la importancia del holismo neuropsicológico. En el caso de la percepción alimenticia, el sapo por ejemplo, intenta comer un fósforo que se mueve horizontalmente pero no si lo hace verticalmente (se lo figura un gusano). La gaviota alimenta a sus crías con la boca si tiene para éstas un punto rojo por lengua sobre una franja amarilla por pico, así los pollos sólo se alimentan si reciben este estímulo, por ende se ha comprobado que intentarían alimentarse de un clásico lápiz amarillo Faber. Esto es lo que se llama superestímulo (comprende no un error perceptivo, sino una reducción de varias funciones a un sólo signo). La simplicidad mental está en el hombre también. Para ello el test de las luces en el cuerpo sobre un traje negro delante de un fondo negro muestra un patrón de movimiento que recuerda la percepción inconsciente de los géneros sexuales. 

Como se dijo, la lesión de Wernicke está en el temporal y es un problema de comprensión y (la fonación está bien y no del todo la gramática). Pero hay otro caso que ha recibido el nombre de afásico anómico que también forma bien las oraciones pero no halla las palabras y por eso usa sustantivos indefinidos como "coso", "goyete", etc. El anómico entiende el objeto en su contexto pero fuera de él le resulta cosa imposible su reconocimiento, por ello puede mencionar un objeto que antes no podía mencionar si se desplaza levemente el contexto. Si no pudo decir "lapicera" al principio, cuando la ve puede decir después si se le muestran un cuaderno "escribo en él con la lapicera". Como se ve, el reconocimiento de los colores, más allá de que de él sólo se le puede decir un nombre, no intervenido por la función lingüística, se parece al caso anómico. 
El modelo de lenguaje de Wernicke comprende: primero se reconoce el objeto al que se le da su palabra, segundo movimiento para esas palabras conformando un sonido por ese movimiento producido (en la zona cercana a la de Broca). La conclusión es, como ya se viene diciendo y debe subrayarse una vez más, cuanto más compleja es la acción (es decir relevada o complementaria) menos localizable es, y este es el caso del lenguaje. 

Referida antes la función del cerebelo, hay un término poético que define sus logros, al almacenar la secuencia de movimientos "hábiles", se dice que compone la "melodía del movimiento". 
Referida la función de los ganglios basales, es esencial en el caso de Parkinson, en ellos no hay allí casi dopamina y por ende se producen temblores e incapacidad motora. Un mal anexo al Parkinson es la Corea de Huntington definible característicamente como iniciación excesiva seguida de la función compensatoria, con un resultado semejante a la compulsión. 
Dos movimientos más refinados se triangulan en la corteza motora lo que explica la lesión que altera el uso delicado de dedos y manos, cuando sin embargo la ejecución no se altera por estar en el cerebelo. 
En la apraxia ideomotora, provocada por una lesión en el LPI, que provoca un problema para simbolizar objetos (proceso cerebral sustitutivo palabra-objeto-palabra), sin embargo cuando el objeto está presente, se lo puede ver. 
La propiocepción, es la sensación sobre las partes del cuerpo en el "espacio" (de allí que un defecto sensitivo o sensorio promueva una incapacidad motora sin estar esta inhibida). A este fenómeno Gellatly lo relaciona al llamado "yo corporal" cuya concepción tiene relaciones con patologías no tan neurológicas y sí más "psiquiátricas". La capacidad de sentir el cuerpo esta ligado al límbico como regulador de las emociones. Estimularlo sirve para apreciar que una lesión allí provoca trastornos de conducta.  
Los llamados "estudios del temor" muestran, por ejemplo, cierta verdad parcial de la célebre La naranja mecánica. Estimular el dolor y unirlo a un timbre produce, cuando quitada la estimulación y dejado el timbre, un malestar confundiendo la causa del dolor (estimulación) con aquello a que se lo asocia (el timbre). Es este tipo de test el que muestra una descripción de las conductas en las llamadas más sutiles patologías neuropsiquiátricas: temores aprendidos pero no infundados asocian objetos confundiendo las causas del dolor. Obsérvese la complejidad de este tipo de patologías en su relación con causas arbitrarias. Estudios en que se lesionan el hipotálamo, luego del experimento de temor mencionado y debido a la lesión, el estimulo asociado se desactiva pero no la capacidad de sentir el malestar por el primer estímulo. Esto, en primera medida, y muy esencialmente, demuestra que no existe "el arte de ser valiente".
El sistema límbico se muestra muy fundamental y siempre parece estar presente cuando se dan este tipo de enfermedades más "culturales" o "psiquiátricas" (por oponerlas a las neurodegenerativas). El límbico se conecta con el LF; cuando hay lesión aquí se produce una alteración de las emociones: en este caso se contemplan las derivaciones de las neurosis, término que no casa en neuropsicología aunque su descripción coincide con esta literatura psicológica: se alteran las decisiones. El que suceda esto hace entender la importancia de la emoción para decidir, entendiendo la situación como no alterada en estos casos, como una elaboración racional, y que la emoción (o la emoción "adecuada") no viene a acompañarla. Es como si en estos casos, al encontrar la emoción para la situación, la persona sana anulara una suerte de variables y dudas que no pueden ser más que eso: variables y dudas.
Asociados a estos males debe considerarse los efectos de las lesiones en la corteza prefrontal: reproducir movimientos en secuencia equivocada, rigidez de conducta, no poder variar el uso más común de un objeto (conducta estereotipada). Las lesiones en este lugar también provocan las llamadas "respuestas indeseadas" o tal vez "poco inglesas"; entre ellas Gellatly da el ejemplo de tomar un cepillo de dientes y usarlo aunque no sea propio; también, como se refirió más arriba, provocan incapacidad de planear y llevar a cabo; en algunas personas, en cuanto a su discurso, se observa una tendencia divergente o digresiva; también provoca falta de espontaneidad e indiferencia emocional a sí mismo y con los otros. 
El LF, y más aún el prefrontal, está asociado al poder pensar, a no distraerse, al "deseo consciente". Esto último, este último buen funcionamiento parece relacionarse "culturalmente" a lo que se ha llamado "libre voluntad" y de la que Gellatly se ocupa. 


La conciencia
Después de lo expuesto, la pregunta es dónde queda la consciencia. Se verá que en ningún lado o se verá que una bolsa aripillera. La perspectiva neuropsicológica y por ello la neurocientífica (aquí, investigadores, neurocirujanos, etc.) no ha tomado demasiado en cuenta las palabras. Así el lema que Gellatly acomoda en las primeras líneas de su memorable libro "donde se han visto traumas, la neuropsicología ve lesiones; donde conflictos familiares, conexiones"; no es correcto del todo, sólo expresa un paradigma más preciso, operable, usable. Aquí se comercia con un tema que no se puede conjurar. Las familias son referidas, y los traumas, pero son tan complejos o vagos que no se puede hacer nada sobre ellos. Este determinismo signa la neuropsicología.
Por ello no en vano Gellatly muestra su predilección sobre Homero. Presta detenida atención a la estructura narrativa y algún que otro caso de la historia referida, sobre todo el caso de Ulises, en quien se aprecia la conducta misma de la transformación, complejidad y, hay que decirlo, el carácter absurdo (sin más que su funcionamiento) de lo que se viene diciendo. En Homero, anota Gellatly las palabras "pensar", "decidir", "deseo", "creer" no aparecen. En todos esos casos los héroes se refieren a una fuerza sobre ellos que atribuyen generalmente a los dioses como una cosa que viene desde todos lados. Desde esta perspectiva neuropsicológica, occidente ha dado una interesante relevancia a los sentimientos, quizá incluso tanto que profundizara su dualidad con lo racional. En episódicas épocas se ha tratado de estrechar esta dualidad. Uno de los tantos casos pudiera ser Tomás de Aquino. El dualismo no ha podido ser desocupado: si antes era vertical (excluyente) ahora lo es horizontal (en forma de paradigma). El materialismo de Hipócrates (reducir las funciones al cerebro) corre muy al lado de la historia humana. Lo mismo que el cuerpo físico parece grabarse en el cerebro de modo de que la inteligencia pueda no perder sus capacidades desarrolladas, la importancia de la "mente" es la de trasladar el grupo al individuo. Con sus parábolas y paradojas Jacques Lacan bordeaba el asunto, por ejemplo cuando decía que la mente no está en el cerebro. Lacan decía que pensaba con los pies. Los pies de la especie muestran que no andaba equivocado. Los rasgos "humanos" muestran que la mente es la voluntad que actúa e hizo toda esta conformación. La mente, es entonces, el destino humano, y no su cerebro. Decir que la evolución y no la teoría de la evolución es epigenética, si bien es fallida apuesta, es expresable y no falaz. Algo de esta realidad se muestra cuando Gellatly refiere que precisamente los mayores logros de la mente humana (teoremas, ajedrez, las máquinas mismas) han sido controlables por máquinas muestra este revés gracioso. Mientras estas máquinas pueden controlar lo que más aprecia intelectualmente el hombre, se han mostrado incapaces de reconocer, por ejemplo, caras y palabras. Sin embargo vemos toda la maquinaria que es el hombre por ejemplo en caso de su funcionamiento, en su torpeza dada por la necesidad que tiene de hacer funcionar en conjunto sus capacidades como en el caso cuando el hombre cree que ejecuta la acción que ve al estar los verbos asociados al de control de las acciones. 
Así aun cuando se habla de un sistema motor en el cerebro, todo el cerebro participa del movimiento, la conducta misma es movimiento. Se llega a un punto en que las sensaciones mismas resultan indiscernibles del movimiento salvo si se reactiva esta función matizadora del lenguaje. Por ejemplo, los ya referidos e interesables dedos oponibles, índice y pulgar más precisamente son los dedos "más concientes". Cuando se piensa en esto se piensa en esa acción de "afinación inhibitoria" que se ha ligado al cerebelo y que se muestra tan preciosa, por ejemplo en la ejecución de un instrumento de música. Sin embargo, si esta afinación no define la conciencia, menos aún define al hombre. 
Es preciso observar los niveles de control del movimiento: el control espinal regula los movimientos más "primarios" (caminar erguidos, los reflejos, etc.). Un nivel superior, es mucho más activo o retroalimentado (comprende la vista, el tacto, el dolor, el lenguaje) pareciendo que se vuelve voluntario. Por ello Gellatly refiere niveles de automaticidad: médula, tronco, cerebelo, ganglios basales, áreas motoras corticales. 
Un modelo sencillo de ingreso de la información aquí es, primero ojos y oídos, luego el tálamo, luego las zonas de visión y audición corticales. Al pasar por el límbico (parte del tálamo, como se dijo) la emoción involucra la percepción. Esto puede que explique la suerte de "falacias perceptivas". 
Como se sabe, la cualidad del humano es su neocorteza; en animales que no la tienen, pero sí tienen límbico, no hay un procesamiento representacional sino por estímulos. Este es otro punto donde la delimitación entre términos, la disciplina en cuestión y la semiótica se involucran. El estímulo es alguna forma de representación puesto que su esencia es el diferimiento (unir piezas de algún rompecabezas). Por otra parte el miedo es más importante que la representación más compleja, puesto que la constituye. 
Entre los experimentos en humanos se encuentra el caso de uno particular: solemos ver primero la mitad izquierda de un rostro porque el HD se encarga de procesar rostros.
Como ya se esbozó, en la afasia de Wernicke, por el daño cerebral en HI, se entiende más el tono emocional pero no el significado de lo dicho. Línea aparte, las más sencillas teorías de psicología tienen su pertinencia bajo estos modelos: el niño que no ha adquirido el lenguaje parece tener un comportamiento semejante a este afásico. 
Otra muy particular mención de Gellatly es cuando refiere que el HI parece ser más "optimista" que el HD puesto que las lesiones en HD propenden a provocar alegría maníaca, en tanto que en HI provocan depresión (es preciso no perder de vista el quisma de los hemisferios aquí: definir "optimista" al HI por compensación "pesimista"). Es interesante porque esta perspectiva simple hace pensar en algo culturalmente redundante como que Apolo (dios del orden, mesura, etc.) es más optimista que Dionisio (dios del exceso). 

Tal y como se ha referido esta disolución o impresión de los términos entre sí, las emociones son, de alguna manera, razonamientos, no se pueden desleír de representaciones por más torpes que estas se crean. Pero para ver esto más funcionalmente la capacidad de flexibilidad, adaptación, el cálculo (que de alguna manera se opone a la noción de automatismo) se ha creído ver cerca del límbico, más precisamente en la corteza entorial (LT). El aprendizaje, así se relaciona a que la situación o contingencia llegue al límbico. Una lesión en la entorial causa amnesia (la verdadera amnesia, pérdida de memoria a corto plazo), por ello, como se ve, la memoria nueva ligada a la zona cortical referida parece tan importante en el hombre. Lo que se llama experiencias y no procedimientos son los involucrados aquí. El lenguaje, por ejemplo, como función procedimental aunque demasiado nueva, se desocupa de la función atribuida a la corteza entorial. El que los procedimientos, como refiere Gellatly, no tengan carga emocional, confirma esta sospecha casi literaria de que la emoción es estrechísima con el aprendizaje. Casi literaria porque Gellatly se refiere a la "autobiografía" en cierto momento y este concepto sociológico, por decirlo así, está en conflicto de subversión. Como la conciencia y la libre voluntad, se muestra indetectable.
Algo de la ambigüedad entre las capacidades motoras y emotivas puede que diga algo de esto. En experimentos, con el parpadeo reflejo y otro más emergente, el condicionado, se ve que este último se aloja en el cerebelo. Una lesión allí elimina el condicionado, pero no el reflejo. Estrechamente ligado a la amnesia este experimento, en un amnésico, mostraría la resultante de reacción al reflejo condicionado pero olvido de la prueba que causó su accionamiento. 
El experimento de condicionamiento a un pollo que come una cuenta brillante (una semilla) recubierta de algo desagradable muestra cómo en cerebros más "sencillos" se producirá un condicionamiento que alterará otras funciones: el pollo no picoteará más no sólo la cuenta, sino todo lo que tenga su gusto, su brillo y su forma (funciones localizadas en tres diferentes partes del cerebro).

Para redondear esto, finalmente, algunos términos de la psicología clásica parecen "esclarecer" el problema de la conciencia. En la atención, promueve Gellatly hay que diferenciar "fijación" y considerar la llamada "red atencional" integrada por los lóbulos parietales, el pulvinar, los tubérculos cuadrigéminos superiores. La atención debe, asimismo, ligarse al asimiento y sus desórdenes. Como si la función ya supusiera qué hacer ante un objeto, arrumbada sobre él, el asimiento se dispone ya cuando se puede ver en un plano un dibujo 3D. Esta actitud, refleja, "inconsciente" pone al hombre adulto en el plano del niño, de un tarado u otra cosa imaginable.
No obstante, se suele tender a ver que el mejor sentido de lo que es consciencia está asociado a la experiencia sensoria y emocional condicionada a su vez por el sentido de la vigilia y el sueño. La conciencia en vigilia es controlada por la formación reticular, la protuberancia, los núcleos de rafé y el locus coeruleus. Las lesiones en los núcleos de rafé inducen insomnio y las lesiones, en la formación reticular inducen el coma. Las otras dos zonas referidas regulan a los primeros. 
En el caso referido de visión ciega, causada por un escotoma (lesión en V1), curiosamente, hace que las personas crean que están adivinando lo que registran. La visión primaria (V1, occipital), así, está ligada a la sanción de certeza, otro hilo por el cual se pierde la noción de conciencia. En este caso de visión ciega, las fibras que van del núcleo geniculado lateral hacia el área occipital visual llegan a V4 y V5 sin "pasar" por V1. 
Otra definición más ajustada de conciencia en neuropsicología es "memoria de trabajo", a lo que vulgarmente se le dice "tener en mente". Entre las partes de la llamada memoria de trabajo hay una muy curiosa asociada al sistema auditivo que se ejerce en el proceso en sentido amplio de "lectura" reteniendo una cantidad de palabras con el fin de reordenarlas volviéndolas así inteligibles. Esto muestra que el relevo auditivo (mejor aún, rítmico) sirve a la intelección y que el medio produce una interferencia salvado por aquel.
El "área 46" —anote, si es fetichista—, en la corteza frontal, parece ser el centro ejecutivo de la "memoria de trabajo". Los psiquiatras, no sin lógica, suelen usar más la noción de lo asertivo que de lo ejecutivo, relacionado a patologías. No obstante, la conciencia no se reduce a esa ilustre área, una vez más, aunque ella parezca coordinar finalmente los pensamientos. Para ilustrar esto, Gellatly se retrotrae a Penfield, quien al estimular las zonas motoras de sus pacientes el LF, éstos decían que su movimiento era involuntario. La corteza motora se complica, con una corteza premotora cercana y otra suplementaria. La primera seleccionando movimientos en reacción a estímulos internos (incomodidad) y la segunda a externos (un timbre).

Retomando esa noción cultural de libre voluntad —y recordando, vaya a saber para qué, a Lacan— y para que aquella tenga más o menos cabida, hay que decir todavía que la imaginación consciente de sus objetivos dependen de los centros visuales (occipital-temporal y motores (parietal-frontal). Finalmente la libre voluntad, si quiere algo aquí, ha de decir, con filósofos y escritores que tiene que aparecer cuando hay angustia. El poeta neuropsicólogo es capaz de decir a este respecto "Tan grande es nuestra ventura / que algo en ella va a llorar" (Lugones). 
En el amnésico (no recuerda lo reciente) suceden cosas parecidas a las que se presentan en la angustia. El amnésico tiende a "fabular" (mentir, inconcordar) en torno y sólo en torno a lo que hacia antes de la lesión, como si este pasado fuera el presente que no es capaz de retener. Puede pasar por un mentiroso descaradamente artista si no se tiene en cuenta la amnesia. 

Gellatly refiere tres tipos de seres: el ser narrativo (ligado a la fábula lingüística y biográfica, no autobiográfica), el propioceptivo (del que ya se ha dicho algo) y el animal, el que también resulta indilimitable. En estos casos, lo relaciona con la alteración por drogas. Las neuronas que integran aportes sensorios del locus coeruleus (en el tronco) son alterables por sustancias psicodélicas y además se alteran los caminos de la serotonina (neurotransmisor, ligado a la calma). 
El llamado "delirio místico" tiene una estrechez con los "epilépticos psicomotores" y los usuarios de psicodélicos y con... [y aquí va el chiste]; aquí Gellatly se acuerda de tres casos emblemáticos. En primera medida Dostoievski, un epiléptico. Cita una frase donde Dostoievski parece Maradona. Luego Aldous Huxley, quien experimentó teórica y artísticamente con alucinógenos. Otro caso célebre ligado a la epilepsia es el de Hildegarde de Bingen (artista gráfica) que para el "modelo médico" es sancionado como un caso de migraña visual; probablemente el de Van Gogh, más conocido y asociado a trastornos de conducta no esté lejos. En la esquizofrenia, sólo localizable como enfermedad neurodegenerativa a instancias de sus estragos desencadenados al modo de un benigno y paciente Alzheimer, aparece la importancia del yo narrativo antes mencionado. Como el amnésico, en esta patología el componente lingüístico y de la aceptabilidad (bien-decir, bien-hacer, lingüística) es importantísimo en tanto que tienden esencialmente a fabular ante su enfermedad, como negándola. Concretamente: en su sintomatología más típica, o los llamados psiquiátricamente síntomas positivos, oír voces o ver algo que no está, el paciente suele darles una entidad externa (otra persona, etc.). La noción que condensa este fenómeno es el del delirio, que no sólo se presenta en esta patología. 

El modelo localista, de áreas o centros funcionales como especie de computadoras evolucionadas para una función especial no deja de ser imaginario. Resulta curioso que un modelo objetivo como las máquinas electrónicas sea el límite epistemológico del hombre actualmente. La torpeza que demuestran los seres vivos en su accionar vuelve sensato este criterio aunque incompleto desde el punto de vista del fatalismo del avance evolutivo. 

En los seres humanos y algunos animales más complejos algo parece delimitar su cualidad: el reconocimiento individual, de sí y de los otros, específicamente el desarrollo de una zona cerebral para el reconocimiento facial. En el caso del concepto clásico de personalidad hay menos "cualidad" para los seres complejos puesto que la personalidad define básicamente una conducta estereotipada que es muy útil sin embargo a fin de beneficiarse del otro. 
A este respecto el experimento de Heider como modelo que iguala nuestra percepción de los "estados mentales" con el caso del sapo referido y su fósforo horizontal moviéndose como gusano consiste, sencillamente, en: un triángulo grande que se "mueve" detrás de uno pequeño y también de un círculo también pequeño hasta que estos dos últimos quedan dentro de un cuadrado grande implicando la antidiluviana personificación u también llamada antropomorfización. 
Finalmente Gellatly aborda somera y efectivamente el concepto de responsabilidad volviendo a la literatura, a través de su ya avistado predilecto Homero: los actos horribles que son la materia que pone a temblar esta noción de responsabilidad no resultan, como ya se ve en Homero, "elegibles", pero tampoco resulta elegible el responder a haberlos cometido (otra es la historia de la irredención). No en vano Gellatly refiere este tema cerca del célebre Test del gorila invisible, desarrollado ha poco (1999) por Christopher Chabris y Daniel Simons; el mismo se puede resumir en la instrucción de contar la cantidad de pases que se dan jugadores de básquet y luego del experimento preguntar si se vio algo más. Efectivamente en este test aparece detrás de los jugadores un hombre disfrazado de gorila que casi por regla no es percibido. Por la reflexión que se promueve de la cuestión de la responsabilidad y del Test del gorila invisible se advierte que el accidente (la nulidad perceptiva) surge de los mismos sentidos, de allí que el conocimiento humano y de los seres vivos promueva esa categoría que se le desprende y se le suele llamar desastre, tragedia, etc. La noción de punto ciego (perceptivo, esta vez) cobra un cariz metafísico o demasiado humano, fraseando a Nietzsche.





Bibliografía

– Angus Gellatly & Oscar Zárate. 
Neuropsicología para principiantes
Era Naciente SRL, Longseller. ISBN 9789875550605

Wikipedia