Sobre el Lacan para principiantes




















Lacan estuvo fascinado por Spinoza. Esto se mostró en que adornó su cuarto con la estructura trazada por la Ética de Spinoza. El racionalismo de Spinoza se nota en su obra. 
Otro intelectual que le interesó fue Joyce. Al frecuentar la librería Adrianne Monnier conoció a Joyce cuando tenía 17 años.
La obra de Lacan ha ido reformulándose por el mismo apostando sobre todo al discurso oral. 
Desde temprano le interesó lo que veía en la locura, tan pronto es sabido, se recibió de psiquiatra. La locura es una suerte de automatismo mental y en ella veía la imposición de algo desde fuera. Su tesis doctoral llevó el título de De la Psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad (1932). Allí presentaba el caso de Aimée, quien tenía una vocación literaria y cuyos poemas fueron contemplados por Eluard. Con esta tesis ingresó un concepto nuevo a la clínica llamado "paranoia de autopunición" que significa que en el caso de Aimée ella se castigaba en sí misma al querer castigar su yo ideal (una actriz famosa). El yo ideal, que luego se explicará comprende una idea de lo que se aspira a ser pero no se puede ser, y por supuesto inconscientemente. Este caso lleva a Lacan a notar el factor simbólico presente en los fenómenos de la locura, en tanto que Aimée tenía presente obsesión por la actriz y al mismo tiempo ese goce se transformaba en una idea de peligro para ella y su hijo. 

Lacan se analizó por la época de la conclusión de su tesis con Rudolph Loewenstein, quien emigraría luego al psicoanálisis de tipo norteamericano, muy diferente al de Lacan. Poco después está su asistencia a los seminarios de Alexander Kojève sobre Hegel. Es indudable la influencia de Hegel, en la comprensión dialéctica de sus conceptos tanto como la de Heidegger. 

Lacan entendió que el niño es una suerte de prematuro. Esto implica que no posee lenguaje cuando llega al mundo y es mera biología. Esta contingencia lo llevaría a la formulación del estadio del espejo. El prematuro recibe del entorno la inmisión del orden simbólico y forma inscripciones, que luego formaran al sujeto. El prematuro es endeble para regirse en el mundo, no sólo no puede "comunicar" su acaecer sino que tampoco no puede caminar y valerse por sí mismo. Su relación está ligada a otras figuras que imprimen en él un orden de hacer. Lacan incorpora un concepto de la etología que es el mimetismo: el ejemplo clásico es el insecto de la madera que cobra el aspecto de la madera para su defensa. Esto constituye una alienación en pos de la supervivencia. El prematuro realiza y está condenado a una acción similar de mimetismo, ese mimetismo proviene del orden simbólico. La teoría proviene de Caillois según la cual hay una captura de los organismos por su ambiente. Debe entenderse aquí el organismo como prematuro, como individuo biológico. 

En ese acaecer los hablantes son las figuras paternas. Son los que hacen la enunciación. Estas emisiones son las que adquiere el prematuro quedando así atrapado en una imagen ajena y formando su cuerpo. Al formar parte de esa imagen que le es ajena y a la vez propia el prematuro depende de la imagen y por tanto sufre el pathos que esa imagen sufre. Esta alienación se llama alienación esencial. En la biografía del individuo este acaecer coincide con su cautivación por la imagen. El prematuro está cautivado por su exterior, lo está interiorizando. Esto constituye el estadio del espejo y es un aporte que no está definido en Freud. De allí que se designe al yo (moi), producto imaginario, como instancia inauténtica, en tanto que se opera una pérdida a la que ya nos referiremos. Esto lo observó Freud de forma experimental: observó que el yo oculta una desunión. Lo vió en casos de alucinación negativa, suerte de sonambulismo instado por la hipnosis. El hipnotizado, que se comporta como el sonámbulo respeta las normas del yo, a pesar de que este "nivel" de conciencia esté fracturado en la hipnosis. Lo vió en el caso de personas hipnotizadas que respetaban el orden de los muebles dispuestos en una sala, al no tropezarse con ellos. 

De modo que el análisis desconfiará del yo del sujeto. Y observará casos clínicos en donde se expresa la fractura de este yo. En la paranoia, por ejemplo, se produce una descomposición del yo. En la paranoia no es que no esté presente el yo, tan pronto suceden al paranoico inmisiones del Otro, del orden simbólico, pero estas inmisiones no se corresponden con su causal y son mal atribuidas (es decir a otros causales). 
El yo del paranoico es por ejemplo un yo perseguido, de modo que no es propiamente un yo. La conclusión que saca Lacan de aquí es que el saber humano tiene una naturaleza paranoica, que actúa de un modo semejante, descomponiendo el yo.

Los casos de postguerra muestran a la paranoia como iluminaciones sobre el yo. En los casos de postguerra, Lacan ve en el ejemplo de los ingleses una reformación del yo alienandose en torno a una tarea de conjunto de reconstrucción postguerra.

1951 es la fecha del comienzo de los seminarios. Comprenden un retorno a Freud por medio de una lectura cuidadosa de su obra. 

La cuestión del síntoma había sido constituida por Freud. El síntoma estaba ligado a la conversación, la conversación misma de una persona individual se puede ver como síntoma. En los casos clínicos los síntomas encubren inscripciones simbólicas, por así decirlo, mal constituidas. De ahí que se viera que hay palabras atrapadas en el cuerpo y su expresión en el caso clínico sea el síntoma. Se cita el ejemplo de la mujer que quería tener un hijo y al arrojarse de un balcón emite la palabra "parir".

Es sabido cómo modifica Lacan el signo saussuriano confiriendole mayor jerarquía al significante por sobre el significado. El significante no expresa el significado, de ahí que el síntoma esté ligado a un significado como a otro. La vida diaria es considerada por Lacan como el producto de un malentendido, este concepto coincide con el de la psicopatología de la vida cotidiana. Lo que sucede es el goce del sujeto y el agujereo de la lengua para que el significado no sea un proceso de mismidad. Se da así una opacidad entre el significante y el significado, puesto que el objeto del deseo del sujeto mina el significado, como se sabe. 

Se refiere un caso de posibilidad de maltrato ya sea verbal o físico al prematuro: el producto es que el sujeto puede ser un canalla o un santo. Los significantes (que en ese caso tienen significados negativos) operarán en la formación del prematuro y el goce del sujeto se las arreglará con esos significantes. 

Aquí llegamos a la diferencia entre ideal del yo y yo ideal: el primero como la imagen que se asume; el segundo como elemento simbólico que otorga a cada cual su lugar. De modo que se ve en el sujeto dos procesos, la condición del sujeto por el elemento simbólico y la imagen que asumirá en consecuencia. 

En el análisis se opera a ir en busca del ideal del yo, pues esta segunda instancia muestra la realidad enunciante del sujeto y el ideal del yo es el yo mismo que cobra una forma de camuflamiento, de máscara. Por ello se procede a la busca de las ideas reprimidas a través de la cadena significante. Las inscripciones simbólicas estarían sustituidas por el síntoma.

Lacan introdujo la sesión variable, de tiempo variable, que es coincidente con el efecto Zeigarnik. Esta variación en la sesión se centra en la emisión de una palabra importante dicha por el analizante que constituye en sí misma una interrupción y un punto de inflexión hacia el goce del sujeto. Brinda más material asociativo. Es la suerte de busca de sustraer el analista y su saber y que el comentario sea producido por el analizante. El saber moraría en torno a enunciado y la palabra a la suposición del hablante (enunciación, acto, identidad en cadena significante y goce: más de lo que se dice). Decir más de lo que se dice es decir el saber no sabido. Este saber no sabido constituye el deseo / goce del sujeto. Esto muestra cómo el Otro es interno y externo al hablante al mismo tiempo. 

En el nudo borromeo la realidad puede ser definida como la amalgama del registro simbólico y el imaginario. En tanto, el real no se simboliza. 
El extrañamiento tiene relación con la aparición del goce, cuando un objeto se vuelve extraño aparece el goce. El objeto pierde su sentido. 

Ya que el análisis busca el lugar de la enuciación, del hablante, La Interpretación de los sueños, por sería más que un libro sobre sueños, un libro sobre soñantes. 


Lacan describe muy bien un tipo de neurosis: la obsesiva. En ella, se aplica la dialéctica de amo-esclavo. El obsesivo, da por muerto al amo, sólo lo da por muerto. Pero se identifica con él, tan pronto no lo está. De ahí la sintomatología obsesiva: rituales diarios para la vida cotidiana. Se identifica con el amo dado por muerto y él es como si estuviera muerto. Los síntomas rituales del obsesivo son una forma de escapar a la sexualidad, es decir a la erogeneidad, que lo enfrenta al amo. Es el ejemplo del postergador. 

Una cura psicoanalítica incluye la idea de un proceso inverso: la integración de las imagenes del ideal del yo con el yo ideal. Es decir, el yo mismo debe asumir su historia a través de la apertura de la cadena significante reprimida, que lo restituye al amo. 

Es evidente el aporte de Levi Strauss a la teoría lacaniana, tanto como amigo que fue de Lacan como antropólogo. El individuo y la sociedad están gobernados por estructuras inconscientes, se cita como ejemplo atípico a Russell cuando descubre en un epistolario del padre cómo repitió el patrón de conducta con su matrimonio, casi de modo exacto. Tanto el hombre como la mujer pertenecen a esa organización simbólica que lleva por nombre el Nombre del Padre (N. P.).

Merece especial atención cómo el autor de este libro, Leader, tiene para con el complejo de castración un trato indistinto con el complejo de Edipo. Se describe a este proceso como el apartamiento del objeto del deseo de la madre, que es el falo, cuando se produce el Edipo. Pero este proceso es el mismo que de castración y donde interviene la fase del espejo; el prematuro se castra y el falo, que es objeto simbólico es una renuncia para que a posteriori sea poseída por el infante como don. Así se asume una posición sexual, erógena por la pérdida fálica. 

Es de destacar por qué Lacan no puede ser estructuralista o sólo estructuralista, y Leader nos lo hace notar: su invención del petit a. Su investigación no está sólo sujeta a los condicionantes del orden simbólico, que constituirían la estructura. 
Aquí Leader describirá un avance teorético de Lacan entre los años 1953 y 1958. Entendiendo que el lenguaje no sólo da identidad (yo) sino que la bloquea (a). El llamado objeto de necesidad, el falo a que aspira la madre, es eclipsado por la demanda (orden simbólico). Luego, en el futuro, el deseo hará un relevo de esa falta asumida como expresión del petit a. Un ejemplo es el fetichismo de las personas ya adultas, ya sea en grado menor o mayor. Esto es, el modo de gozar dirigido a un objeto, que elijan ese objeto. Esto es, para volver a lo que le interesa al análisis, el objeto perdido, que se expresará definitivamente como pulsión y con ello emanará sus significantes del orden simbólico. El neurótico constituye un problema a esta observación en la medida que oculta su deseo en pos de mostrar la demanda. Esta demanda no es la demanda procesada por el deseo, en la cual sí hay demanda. Así, en el caso actual de la anorexia, tenemos el ejemplo en el que la demanda y el deseo están muy juntos. Ha pasado a ser demanda el objeto de su goce, cuando la demanda primigenia es que comer bien es saludable, se le contrapone el significante de que comer bien no es saludable. 

Como decíamos, que el deseo sea un tanto inasible, y esquivo, remite a que es como Lacan dijo inter-dicto. Emerge en pequeños detalles. La mejor comprensión nos debe llevar a la distinción entre deseos conscientes de no conscientes. En el sueño se observa esto. Uno sueña con algo que anhela (deseo consciente) y lo realiza en el sueño. Pero con el deseo inconsciente el sueño actúa de otra forma, muestra una cadena significante ligada a ese deseo, de esa forma desordenada, sin saber realmente qué quiere el soñante. El anhelo es irrelevante, porque remite a la demanda, el deseo inconsciente en cambio remite a un anudamiento entre la demanda y el goce del sujeto. De ahí que en los lapsus haya expresión de goce del sujeto. El goce del sujeto se muestra como error porque es inconsciente. En tanto que el anhelo es coherente con el orden simbólico. El orden simbólico está presente en el  deseo / goce pero como producto, por ello la inmisión del orden simbólico, el saber, es problemática y confundidora una vez que se haya producido el goce del sujeto. En el neurótico, como decíamos se observa claramente este movimiento de sustracción-sustitución: el neurótico pone delante la demanda y oculta su deseo. Los síntomas son bifocales porque son sustitutivos, remiten a la estructura y al goce del sujeto. El neurótico -así se expresa- no se resigna a no ser el falo de la madre, pero tampoco se resigna a tener en cuenta el mandato del Nombre del Padre. 

En el plano del hombre ordenado por la estructura se plantea el verbo "tener", en el futuro, el falo. Y en el de la mujer "ser" el falo. Luego veremos esta diferencia en más detalle, según los roles de uno y otro sexo ante el orden simbólico.

La metáfora paterna es, como su nombre lo indica una metáfora, y es sustituyente del deseo de la madre, que es un deseo fálico. Ser el falo. Tanto en la madre como en el infante se ve esta aspiración que se depondrá. El falo representa el objeto faltante de la madre y el infante trataría de ser el objeto faltante, en una primera instancia. 


En el caso del psicótico encontramos una casi total, si no total ausencia del Nombre del Padre. Se halla el sujeto preso de la forclusión (Verwerfung). Se reprime el orden simbólico, del lenguaje y este regresa no obstante en el habla de modo delirante, que constituye un grado alucinatorio en el decir. En el habla del psicótico se ven alusiones a la metáfora del significante fálico y a estructuras jerárquicas, temas de filiación y paternidad). La buena salud remite a que haya un retorno de ese objeto reprimido, que no simplemente sea el deseo de la madre, el falo, el goce, que hace sufrir. Puesto que sí hay un retorno pero en otra forma muy diferente, en forma de alucinaciones. El yo del psicótico está fracturado y parece no haber nada ahí: los significados causados por significantes del orden simbólico están forcluidos, es decir, totalmente reprimidos. Este cuadro delirante es, al parecer el último recurso de la psiquis en su avatar por darse sentido. El sentido está disgregado, el significado, porque es delirante, persecutorio, etc. El psicótico atribuye a la realidad sus propias imaginaciones, como dice Leader, si es en este tiempo un sonido alucinado será atribuido a la TV, si fuera en la edad media, a los espíritus. 


Volviendo al tratamiento de la psiquis más general. El A, el Otro, constituye el conjunto de elementos lingüísticos y de alteridad. Nunca habrá un deseo del Otro completo, sino una demanda. De ahí que en la busca de comprender su deseo, se falle. Esto es expresado por el siguiente grafo: s (A) donde la A, está barrada. Las significaciones establecidas establecen un mundo de comprensión, que está construído simplemente por pedidos, demandas. Que se lo respete, en un decir. El hecho de que sea enigmático el deseo del Otro, prueba que no es un deseo / goce propiamente, sino una suerte de "institución". 

En el psicoanálisis anglosajón se habla de un objeto pregenital que pudiera coincidir con el objeto petit a. En este orden a el objeto de la falta se alinearía: el pecho materno, las heces, la mirada de uno mismo, la voz). Al principio, según el sentimiento oceánico, el pecho no está fuera del infante, allí es cuando el sujeto es propiamente una biología pura, un prematuro, como decíamos, siente que su goce se lo da él, y que se da su supervivencia. La voz de la madre es como si fuera su voz. Luego hay una instancia de comprensión mediante la cual la voz pasa a estar afuera del biológico y esa comprensión a su vez pasa dentro del biológico estableciendo un cuerpo, el psiquismo. No obstante la voz propia del cuerpo, no tiene psiquismo, sigue siendo pura prematuridad, si vale el término, pura biología, lo mismo que la mirada. La expresión misma del elemento perdido, el a, tan pronto no tiene especularidad. La pérdida de este mundo del falo constituye la pérdida del autoerotismo, que no obstante volverá, de otra forma, como pulsión. El grafo del fantasma, que es la realidad psíquica se representará pues con la S de sujeto, un grafo de alienación y la a del petit a. Ese grafo de alienación implica que está separado y alienado del objeto a. Que es otro respecto al a. El fantasma es más intermedio que la voz. No es puramente biológico como esta, pero tiene su parte de goce, lo cual lo hace único en cada individuo. En el fantasma se esenificará el deseo del sujeto, la fantasía como término tiene relación aquí. Son las fantasías inconscientes la expresión del goce. De ahí que la ex-plicación por parte del analista en un análisis implique la supresión del deseo.
El mejor ejemplo para ver esto es el mito de Antígona. Creonte, quien a su tiempo la castigará, da las razones por las cuales Antígona no debe seguir su goce. Es el ejemplo del explicador, no escucha nada del goce de Antígona. Esta, no obstante, no hará caso a la explicación. El goce se impondrá. La figura entonces de un analista ideal sería el de un sujeto supuesto saber (SsS), la suposición de alguien-algo que sabe del goce del analizante mientras que este no sabe. La finalidad es saber sobre el propio goce. 

De este modo también hay una bifocalidad en la transferencia (enunciada como amor en Lacan, entendida como arma de doble filo por Freud) se utiliza para abrir los significantes reprimidos pero en un mal analista los bloquea. Esto es, bloquea el goce, esa producción. 

El goce involucra ya sea demasiada excitación como poca: apatía, aburrimiento. Por Lacan es definido como lo intolerable, no se puede sostener sobre él el sujeto por mucho tiempo. Es intolerable al cuerpo (al psiquismo). No obstante es lo único que se ve como lo que se satisface, a través de la pulsión. También, poéticamente, puede definirse al goce como la piedra con la que tropieza una y otra vez el sujeto. No hay entonces aprendizaje del pasado y el sujeto parece mostrar un interés en sufrir. Esto implica que no aprendería simplemente por la demanda, aprendería del goce: no desde el orden simbólico. 

Sin embargo la vida parece un proceso de regulación del goce, de drenaje del mismo. En el infante el goce es superior, es más presente y sostenido: el perverso polimorfo. Por ello, el valor testimonial que tiene el goce para la comunidad psicoanalítica, al ser único en su especie. Puesto que a través de este interés se pone en tela de juicio que el cuerpo (psiquismo) se modifique por prácticas terapéuticas no simbólicas. A esta consideración le interesa el concepto de pase, una suerte de "cura" que es problemática en su acepción. 

Algo de esto pueda que se diga en la actitud de Lacan hacia el mayo del 68. Volviendo a lo biográfico de Lacan, observamos que Lacan asume una posición media: acepta la huelga y suspende sus seminarios, firma la solicitada por solidaridad con los estudiantes, y no obstante dice su aforismo célebre: el de que los estudiantes aspiran a otro amo. Entiende la teorización, o discursividad del fenómeno (el discurso de la revolución) como un residuo de mecanismos de control y no de cambio. Por entonces el concepto del Uno cobrará significación importante para Lacan. Entendiendo que el goce no moraba en el lenguaje, ahora parece entender que si bien no mora en el lenguaje hay un aspecto de goce en el lenguaje: expresado de otra manera la lalengua sería una amalgama de líbido y significantes. A esto interesará el mito de Tótem y Tabú freudiano según el cual se repite una estructura que va hasta la mitología griega: el padre asesinado por los hijos por el acaparamiento de las mujeres (el falo) y el posterior remordimiento por el acto, hecho refundador, hecho de restablecimiento de la sociedad. 
Por ello más que el discurso de la revolución a Lacan le interesa el discurso del Santo como modificador de un orden de cosas. El santo constituye la excepción a la regla de la castración: el sujeto que siendo castrado, no obstante, como los demás, asume un valor libidinal, sostiene la falta a pesar del peligro psíquico que representa esto. Esto diferencia al santo de los demás: habría en él un goce suplementario, en tanto que en los demás un goce fálico. Lacan define al santo como desecho del goce. 

Quedó un cabo suelto. El goce de la mujer respecto del del hombre. Las mujeres son más cercanas a este santo. Dijimos que se expresa para ellas el "ser" el falo, lo mismo que el niño precastrado, desea ser el falo. El deseo / goce de reubicar la estructura mediante la excepción (pero pasando por ello por la regla) es una forma de ser del santo y de la mujer. Aquí se equipararía el síntoma al Nombre del padre: el síntoma del santo como establecedor de un nuevo nombre del padre: se vuelve a un anudamiento de los tres registros. 
El ejemplo que pareciera creer más claro para esto Lacan sería el de Joyce, estudiado en uno de sus seminarios: según este parecer Joyce sería para Lacan un ejemplo de Santo, en ese sentido, al lograr anudar los tres registros sin por ello reprimir su goce. Su clínica sería la de una psicosis sin factores desencadenantes, como se suele llamar a este proceso psíquico. Es el caso de Joyce el de la frase nietzscheana, el de "hacerse a sí mismo" o expresado en términos lacanianos: el Nombre del Padre es dado por sí mismo. 

Y no obstante, "gloriosa derrota" diría Virginia Woolf de la obra famosa de Joyce, el Ulises.