Michel Foucault — Nietzsche, Marx, Freud














Ponencia en el VII coloquio filosófico de Rayaumont, 1964.
Tiene Foucault un sueño, un deseo: construir una enciclopedia de todas las técnicas de interpretación que han existido desde los gramáticos griegos. Esto tiene su fundamento en las aclaraciones que siguen.
El lenguaje no dice exactamente lo que dice: el sentido que se aprehende es un sentido que protege, se protege, pero transmite otro y que es el más importante. A esto los griegos llamaron allegoria e hyponïa. Desde el lenguaje, desde dentro de él, surge también la sospecha de que otras cosas hablan y no son el lenguaje (los griegos dieron también nombre a esto: semaïnon).
En el siglo XVI, la técnica de interpretación estaba basada en la semejanza, la semejanza entre signos establecía el límite a la interpretación. Las nociones que se manejaban entonces eran: conveniencia, el ajuste entre signos tales como el que había entre alma y cuerpo, suerte de remisión obligada entre signos. La sympatheïa, la simpatía o identidad de accidentes en sustancias distintas. La emulatio, paralelismo de atributos en sustancias o seres distintos (y esos atributos eran reflejos entre sí). La signatura era una relación entre propiedades visibles de un individuo que aparejaba la imagen de una propiedad invisible. La analogía, o identidad entre dos sustancias distintas. 
Estas nociones que hacían que la interpretación sea efecto de semejanza establecía dos tipos de conocimiento: cognitio que era, efectivamente, pasar de una semejanza a otra y divinatio o el paso de una semejanza superficial a otra más profunda. Este conocimiento era el consensus del mundo, especie de límite del entendimiento y se oponía al simulacrum, que no era otra cosa que la mala semejanza (basada en todo aquello que era contrario a Dios, es decir el Diablo). Estas técnicas interpretativas se suspendieron en los siglos XVII y XVIII, y en el XIX, aparecerán nuevas técnicas de interpretación que implican a los tres autores arriba citados. 
Marx con el primer libro de El Capital, Nietzsche con El nacimiento de la tragedia o La genealogía de la moral y Freud con la Traumdeutung. Verdaderos libros para el desciframiento, según les atribuye Foucault el término de "jeroglíficos", para darles una cualidad distintiva. Jeroglíficos porque no multiplicarían los signos como sucedía con la técnica interpretativa antes mencionada basada en la semejanza. Estos libros habrían puesto en cuestión la naturaleza del signo. Aquella interioridad de la semejanza ahora se vería como una exterioridad. Por ejemplo, la crítica de Nietzsche de una profundidad ideal, de la consciencia como profundidad (invento, para él, de los filósofos) demostraba que esa profundidad era la única que había y mostraba una búsqueda pura. Esta busca enterró la exterioridad. La profundidad de esa búsqueda era sólo un pliegue de la superficie. Especie de extravío del camino.
Su parte hacía Marx con su concepto de "banalidad"; lo banal eran los planteos insistentes de la burguesía sobre la moneda, el capital y el valor. En Freud, el cuestionamiento del signo estalla en el supuesto desciframiento del analista en la cadena hablada del paciente. 
La interpretación del siglo XVI, entonces, daba signos que se remitían entre sí, justamente, como se dijo, porque tenían como horizonte la semejanza. 
La puesta en cuestión del signo por parte de los tres hombres mencionados, no era más que la negación de un comienzo  donde la interpretación era (ya) semejanza. A esto Foucault le llama "Robisonada", tomando la palabra de Marx.    
En Freud, el análisis célebre de Dora muestra que la interpretación debe cortarse y que es la mentada transferencia la que desencadena, de otro modo, su final. 
Para Nietzsche la filosofía era una especie de filología en suspenso. 
Por su parte esta interpretación basada en la semejanza, es decir hacia un final que la hace imposible, presentaba una estructura parecida a la experiencia de la locura; la continua demanda de signos, la repetición. 
Precisamente griega es la conclusión de que al no acabarse la interpretación es justo decir que nada hay que interpretar. Pero la razón de ello reside en que se interpreta sobre una interpretación. Cada signo es la interpretación de otros signos. O: nunca hubo interpretandum (interpretación) que no fuera interpretans (intérprete). De lo que deduce Foucault que interpretar, más que elucidar, es violentar. Para él, Marx mostraba esta conciencia en que no interpretaba la historia de relaciones de producción sino que a esas relaciones las veía ya como interpretación. El mecanismo analítico de Freud era interpretar, sí, pero interpretar interpretaciones (de los pacientes): los síntomas traían, además de la angustia, los fantasmas, o interpretaciones del analizado. En Nietzsche, los signos se habían convertido en signos porque ellos mismos interpretan; y esto no es otra cosa que lo mismo que cuando dice que las palabras fueron inventadas por las clases superiores: la imposición de una interpretación. (el signo muestra una historia de lucha por el poder). Allegoria e hiponïa están entonces en la base del lenguaje, estructurándolo; dicho de otro modo: anterior es al lenguaje mismo el que no diga lo que dice. 
Los signos, dice Foucault, son interpretaciones que tratan de justificarse; como se dijo arriba, esta justificación no es otra cosa que protección. La interpretación es, siguiendo a Nietzsche, una máscara. Por ello a Foucault le interesa organizar en el interior del signo, conceptos negativos, contradicciones, oposiciones que allí conviven. "Volver a colocar la dialéctica en su sitio", en la densidad del signo, abierto, irreconciliable. Interpretar será entonces interpretar un "quién" que propuso la interpretación. Por ello Nietzsche insistía en la psicología, una forma de decir que he ahí el intérprete que da su interpretación. Foucault piensa en una hermenéutica que no se base en la semiología, porque si así fuera vería como esencial al signo (natural), un origen, y perseguiría índices, abandonando lo inacabado que contiene el signo. 
Ya en la discusión que prosigue al coloquio, Foucault responde preguntas a Vattimo, a Taubes, entre otros. Dice que el fenómeno del cuestionamiento del signo no sólo se desarrolla dentro de la filosofía, sino que se vio atizado por el descubrimiento de la filología, la organización de la lenguas indoeuropeas, la pérdida de utilidad de los métodos de clasificación (a finales del siglo XVIII).