Sobre Cioran, en una radio española












No procedemos a embeber el audio en cuestión por razones personales, las que se cimientan en que el audio no nos interesa en su totalidad a pesar de que su grueso esté dedicado a charlar sobre este escritor. Para escucharlo completo, clic aquí.

El subtítulo de que se sirve la emisión es "El filósofo aullador" y se basa en el siguiente aforismo: 
"Soy un filosofo aullador. Mis ideas, si es que existen, ladran. No explican nada, estallan". El conductor hace una introducción entrelazando los títulos de los libros de este autor, -algo muy visto, y efectivo, en publicidad- dice, por ejemplo: "Bajar a 'Las cimas de la desesperación'", lo cual es muy propio de Cioran ya que la desesperación es mixta, a un tiempo manía, al otro melancolía. 
Ya se sabe, Cioran es un cínico, un sofista, y un moralista. Su escritura sería como la pretensión de Wittgenstein: "la filosofía deja todo como está, [sin enturbiar las aguas]". Con la excepción de que Wittgenstein identificaba probablemente en este punto de su obra a la filosofía como algo libresco, o dicho así: más bien hasta ese punto no disociaba filosofía de los libros de filosofía. 
¿Pero por qué son moralistas estos personajes, y por extensión por qué se revisa entonces la noción de cínico? Porque por más que ellos se den cuenta que están embaucando al lector -lo cual comprueban, al fin de cuentas- se toman muy en serio lo que dicen. Es posible armar frases mordientemente ingeniosas pero no es posible sin haberse preparado para ello, esto es, haberse tomado en serio esas patrañas. 
Es dable presuponer que Cioran todavía no se da cuenta de que muestra un ars combinatoria a un nivel paradigmático. Aunque su obra todo el tiempo tal vez respire eso. Queremos decir: Cioran todavía dirá cosas como las que dice el conductor de radio: "Ese maldito yo que nos habita, 'aunque no lo veamos'". Derrida, pregunta, por su parte, ¿quién ha visto alguna vez un yo? Así, Cioran tiene aforismos como "Mi misión es ver las cosas tal como son. Todo lo contario de una misión". Ese aforismo no sirve para nada sin la segunda oración, la cual niega semánticamente el lexema que se repite (misión). 
Se sabe del elogio al insomnio por parte de Cioran: habrá que decir que dormir es perjudicial para descubrir la fantasía que es todo según Cioran (con la excepción de la música). También: que eso es así porque el insomnio tiene algunos efectos clínicos probables como el de socavar el deseo, que es aquello que nos hace ver lo mismo pero con un distinto color. Lo mismo vuelve a ser distinto, etc., etc. Lacan llama a este eterno retorno "precariedad de goce". Cualquier dilecto lo diría, molesto, así: "esos tontos que se asombran ante cualquier cosa". 

Volviendo al audio, en el mismo tenemos la presencia de dos colaboradores conocedores de la obra de Cioran: Héctor Subirats y José Ignacio Nájera, ambos escritores que festejan a Cioran, con sus sendos libros allí mencionados. Todos parecen concordar en que el mérito de Cioran es sobre todo como artífice verbal: una suerte de Gracián rumano-francés pero con la ventaja de no haber escrito en español (y del siglo XVII), sino en francés. Uno de los colaboradores -al parecer, Nájera- dice que es uno de los escritores de mejor prosa francesa, a dichos de Paul Valéry. 
Frases como esta la puede decir cualquiera que haga un esfuerzo: "El hecho de que la vida no tenga sentido es una razón para vivir, la única en realidad". Sin ir más lejos cierta vez se nos ocurrió esta frase: "El sentido del mundo no es que tú estés obligado a reconciliarte con el mundo, pero sí alguien dijo de la tragedia de que el mundo tenga sentido. Que tenga sentido obliga a que las irreconciliaciones dejen de ser sino lo que debieran: sólo un punto de partida." El hecho de citarse a sí mismo es ciertamente repugnante según sea la sensibilidad del involucrado aunque tal vez lo sea menos cuando nos damos cuenta que ya lo había dicho otra persona. Siempre se quiere quedar bien parado, lo cual es deleznable. Esa extraña sabiduría que reside en ese impulsivo deseo de quemar la propia obra. Pero aquí parece venir muy al caso si se están refiriendo cuestiones sobre este autor. Así, se suele sentir una suerte de malestar cuando, como uno de los mencionados colaboradores, en trance festivo, dice que va usar un aforismo de Cioran para un artículo, aquel según el cual Cioran decía que "la meteorología teñía el color de sus pensamientos."* Por lo demás, es sabido que a Cioran le molestaba el sol, lo cual hoy día está estrechamente relacionado con el cambio de los ritmos circadianos. 
En la charla se proponen los tópicos de Cioran, nada menos afín: figúrese los tópicos como trampolines: le hacen trampa a la gravedad y le ganan por algún tiempo. Un tópico es el resultado de una lectura exhaustiva, un índice temático en un cuadro sinóptico, un ayuda memoria, un propulsor memorístico. No obstante, se toca bastante uno de ellos, que es el del suicidio: Cioran insistió con eso. Tanto así que lectores y demás vocacionados lo consultaban por ello, el modo o el tiempo, a lo que allí se dice que Cioran contestaba cosas como "no lo haga, no lo haga... hasta que no pueda más." Ocurrencia que tiene una muy visible estructura de ciertos chistes como ser "un amigo es un amigo... hasta que deja de serlo". Se necesita esa pausa, ese marcado rasgo de oralidad que muestra que hay allí un decir no verbal conjugado sintagmáticamente a la semántica. Martín Pucheta, joven poeta, ha dicho lo mismo en otras artes: "Nunca es tarde para morir a tiempo" frase con la que pareciera que se ríe de todas las disquisiciones de Blanchot acerca de la muerte. En este tópico tenemos ejemplares de Cioran que rozan el absurdo: "Quien no se ha suicidado a los 25 años, merece vivir", otra vez, Martín Pucheta escribió: "Muchas veces no suicidarse es traicionar a la belleza." Por su parte, Nájera dice en el audio que Cioran pensaba que los verdaderos suicidas eran los que no se suicidaban.
A propósito de que se desliza que Cioran habría tenido "incomprobadamente" un gusto por las mujeres bastante muy jóvenes, Subirats dice "todos somos muchos, todos tenemos cadáveres en el armario", de lo cual se puede decir que es una metáfora que está genéticamente comprobada: nosotros somos ese armario. Es aquí donde se ha de situar el logro verbal de Cioran, la constante reticencia al lugar común. Como las citadas de Pucheta, esas frases son koans, piruetas verbales que ponen de manifiesto lo apresado que se está por las ideas. En crítica literaria se llama a esto pragmatización de la lengua. En psicoanálisis se usa la noción de castración, o más específicamente "puntos de almohadillado".
En conclusión, nada es real a excepción de la música. Esta idea tiene una evidente paráfrasis en Nietzsche; Cioran llega a decir incluso las mismas palabras que el primero: "sin la música la vida carece de sentido". Esto puede rastrearse en Pitágoras, en Schopenhauer, en el mismo Nietzsche, así como también en Lacan, Deleuze, Eco, etc.: cualquier ruido o gesto que haga cualquier hombre es sui generis.  
Por último, la idea que allí se maneja según la cual Cioran sería un místico -no un religioso- tiene su correlato en sus apreciaciones selectivas para con los místicos. Lo cual es pertinente, según se entienda que en los místicos se ve la desestructuración de la religión y la mística es una suerte de liberación siempre y cuando no haya otro gobierno que la religión.









* Estas conjeturas recuerdan a esa extravagante teoría del periodista argentino Samuel Gelblung según la cual los techos de las casas, cuando bajos, harían proclives las disputas entre las componentes de las familias (que merecerá o mereció, seguramente, su test estadístico).