Jerga y derivaciones del Tractatus



by Christiaan Tonnis




Es curioso (no tanto) que Wittgenstein crea, en el Tractatus, que sólo hay posibilidad de representar un estado que contravenga las leyes físicas, pero no las geométricas.
La lógica habría sido más determinística en cuanto a la visión, al sentido de la vista, y por ende más determinística con la geometría que con la física. El nombre, como le llama, (el sustantivo) como signo primitivo, indesmembrable, desmembrable sino sólo en otra proposición, permite a Wittgenstein postular el círculo vicioso de la lengua, necesidad definicional se puede decir aquí, para la con la que él, en principio, no parece tener contemplaciones, y por ello como un correlato de lo que él llama "explicar". La generación —o tal vez generatividad— lingüística parte de un signo primitivo, el mencionado nombre, y se verbaliza, o toma otras formas complejas mejor etiquetadas por lingüistas. Esto sucede en la lengua. Nociones como las archimanejadas de "sentido" tienen otra mira en él. El "sentido" es la proposición. En ello la propuesta de W.(1) parece ser bastante resistente al tiempo: una proposición, una oración al fin de cuentas, es una función (funcionamiento) y no puede ser su argumento; muestra su sentido y muestra la forma de leer. El sentido, éste, es la modalidad universal de lectura. Ante la lectura de todo texto se está en un proceso de variaciones que se desprenden de un signo primitivo. Lo que se trata aquí es de representar cosas y variarlas verazmente, sobre todo si se quiere ser respetuoso del dato empírico. 
Para ello W. ha promovido la "estipulación" como descripción de la proposición, no del significado. Se usan símbolos que pretenden no remitir a nada, no argumentar, no proponer, no significar. Como se dijo, o se dirá, p y q (símbolos lógicos para proposiciones) ya suponen ~ y v. No se puede expresar una proposición negativa (~) mediante un hecho negativo. La lógica —ésta de W.—, como los hechos, son determinísticos. 
La estipulación promueve una estructura del signo primitivo o nombre o sustantivo (sustancia) en el símbolo lógico. Es el caso de la propuesta "Verde es verde", donde dos palabras de igual significado, en lógica, merecen distinto símbolo. Es célebre el ejemplo de la proposición "Verde es verde" como que se remite a ser un microejemplo de la mayoría de las aporías filosóficas. W. también piensa en Russell; este nunca había podido entrever con la naturaleza obsesiva de W. y por ello, un ejemplo sería la teoría de los tipos de Russell que hallaría un camino en la también suya paradoja, la del barbero.(2) Para más o menos entrever porqué W. pretende que la teoría de los tipos no resuelve la paradoja del barbero, se requiere ver qué intenta decir W. con símbolo y signo. Para haberla resuelto, Russell tendría que haber hablado de los símbolos lógicos como símbolos lógicos, en cambio, habla de los símbolos lógicos como se habla de signos primitivos o nombres. En otras palabras: lo que haría Russell es forzar a la proposición a enunciar algo sobre sí, lo que hace la filosofía. Es aquí donde la psicología, o mejor, la psiquis de W. es distinta de la de Russell, más penetrante, más obsesiva, más paranoica, más incansable o más torturada. W. habla como un místico, cree haber dado con una sustancia de la cual ya nada puede predicarse, mientras que los demás, a su ver, todavía se enredarían en predicaciones inconscientes. Es por aquí donde se ha acusado también la peligrosidad de Wittgenstein, si es que algún detractor se le ha atrevido con algo mejor que el desdén; la epigonalidad reduccionista de sus acólitos o seguidores estará a él ligada. W. despierta en su mente antiguas propuestas de filósofos escépticos griegos al obcecarse; la sombra de Sexto Empírico, por ejemplo, se ha visto como explícita, ya sea en el prólogo del Tractatus como en su interior, así como también en la noción que W. da de la filosofía, y primeramente de tautología. Cuando W. dice, como un poeta cualquiera del siglo XX, que lo importante del Tractatus es lo que no ha dicho, o cuando promueve que se considere el Tractatus sólo para desprenderse de él una vez leído lo mismo que una escalera al llegar a una hipotética altura, todo eso, toda esa enumeración, es la misma cantinela. Para ello se ha de entender que la filosofía es crítica del lenguaje, y que "está por encima o por debajo" de las ciencias. Ya que las proposiciones verdaderas (así expresadas en el símbolo lógico "VVVV") son las de las ciencias naturales.
La filosofía y no la ciencia, entiende W.,  es lo que establece lo que es impensable. Ella establece este límite: por ello hay proposiciones falsas y verdaderas. Es necesario —pare antenas, aquí, lector— que haya habido y que haya proposiciones falsas, es decir que no se correspondan con una configuración de hechos, porque esa a prima facie imposibilidad positiva ha promovido a través de la filosofía, la acción creativa, la poesía; todas estas formas más generales o antiguas de conocimiento son las que han promovido que esas proposiciones "falsas" no sean, a la postre, tales. En este sentido, las formas menos generales de conocimiento (por ello más precisas), como la ciencias no viven sino es en contacto con las formas más generales de conocimiento. En este tenor, comprobado después por W. o por el Wittgenstein de después, el lenguaje es más general y antiguo que la lógica; la expresión ingeniosa de W. según la cual la forma lógica "no puede decirse, sino sólo mostrarse", fórmula que hará extensiva a otros varios fenómenos, no es sino la promoción de un ser, cualquiera sea su avatar ahora, del que nos vemos obligados a "guardar silencio", "callar la boca", o del que si no nos llamamos a silencio nos veremos obligados a repetirnos o confundirnos sin que nos demos cuenta. Así, la forma lógica es una modalidad misma de la lectura en el hombre, es dada, es inconsciente. 
Si no se ha advertido, hasta ahora, que Wittgenstein está tratando de mejor delimitar el nombre "inconsciente" se podrá mejor revisar cuando se refiere a los "conceptos". Destaca dos tipos: los conceptos lingüísticos y los lógicos. Los primeros representables como una función y los segundos, los formales, inmanentes, antimetalingüísitcos, impredicables, los que, curiosamente nota W., tienen su parangón, su tentativa, en la lengua, tales como "complejo", "función", "hechos", "género", incluso la palabra "infinito" o "alma", estos conceptos han intentado decir algo o aproximar el resultado de W.: los conceptos formales o lógicos, es decir algo estructural a la epistemología humana que no ha sido salvado, que sigue no siendo salvado. ¿Qué es x, símbolo lógico del nombre primitivo sino un "género" en la gramática discursiva, en la lectura o en el habla?
Por ello, los conceptos lógicos hacen patente (muestran), en su descripción, la ausencia de dualismos, paradojas o todo otro tipo de figura de la retórica que genera aforismos, todas ellas incluso traducibles como confusiones. Todas estas figuras retóricas y los aforismos, proverbios, etc. no han hecho otra cosa desde el principio de los tiempos que promover una fórmula unificadora, lo mismo que cualquier disciplina más exacta. 
La proposición elemental, entendida como función de nombres x, y, etc. (fx, fy), se representa con una p, q, etc. símbolos estos últimos de proposiciones per se las que, según Wittgenstein, son regeneraciones de las p. elementales. 
Dentro de estas últimas, las proposiciones existenciales, cuestión que habría discutido con Russell in extenso, mejor aprensibles como "esto es a esto" o "a = b", —las que en gramática se dicen que poseen un verbo "copulativo"— no serían, para W., proposiciones elementales. Y, sin embargo, las proposiciones existenciales son, realmente, el problema que es la filosofía misma: el acercamiento de objetos (por vía representacional, claro está, ya que no hay objetos lógicos), o la metafísica. Wittgenstein vería que "carecen de sentido" porque no funcionan, porque no hay función, porque repiten, lo que el signo primitivo (nombre) ya presupone. 

Un ejemplo de proposición elemental, compuesta de 4 signos primitivos, y en todos los casos falsa (FFFF):

Los elefantes amarillos vuelan al caminar, es p.


Elefantes, es x.
Amarillos, es y.
Vuelan, es w
Caminar, es z. 

Aunque la morfología de "vuelan" sea un verbo conjugado, es un signo primitivo y por tanto esencial (lo que es el caso) para la comprensión de las proposiciones, primero elementales, y segundo las proposiciones mismas. 
La verdad de una proposición no es qué cosa nos haga sentir, desde este punto de vista arraigadamente positivista en W.: es su relación con una configuración de hechos al que homologa, o, dicho de otra forma: al que, de la forma que puede, imagina o traspone. (Por eso no es tampoco gran cosa, es un sucedáneo de una situación). Y puede que este sea el quid o uno de los quid del Tractatus: sin importar qué sea la verdad, la proposición que se ajusta a una configuración de hechos es muy pobre para toda intención investigativa.
Tautologías y contradicciones tienen, por su parte, su sucedáneo conceptual bastante explícito en las figuras de la retórica del epíteto y del oxímoron que bregan desde antaño por un concepto formal. Ambos fenómenos, lógico y lingüístico, carecen de sentido porque no producen la variación necesaria para figurar una configuración de hechos. La proposición, posiblemente etológica, "los gatos se alegran al caer la noche", tiene cuatro signos primitivos, x, y, w, z, digamos. Dicha proposición no es un sinsentido salvo por el término alegría, que puede hacer que el comportamiento del gato sea un sucedáneo del del hombre y aún el comportamiento del hombre, como se verá, es problemático, o mejor, escurridizo a la verificabilidad.

En el Tractatus encontramos ceñudos, sesudos aforismos, o como se quiera, que no lo son para nada, porque se vuelven claros a la luz de lo que se viene diciendo, v. gr.: "La tautología deja todo a la realidad del espacio lógico": la tautología es la forma de describir la extensión de lo obvio, del signo primitivo con una alteración repetitiva ya que W. ve sustancial a la lógica de la que él habla y tal cómo él habla de ella. "La nada nadea" (Heidegger) es un ejemplo y es el caso de un filósofo dogmáticamente desprestigiado por los positivistas lógicos. Salvo el caso de la poesía e incluido a Heidegger dentro de esta forma de conocimiento, este filósofo sería más profundo de lo que se piensa, e incluso del funcionamiento del sentido mismo, puede producir una variación, la susodicha tautología sería la productora de muchas variaciones, sobre todo cuando se piensa que la tautología no tiene tanta entidad como el epíteto, porque como el mismo Wittgenstein presume bien, derivaría de él.  
La proposición elemental es la función de verdad de sí misma: con ellas se establecen los argumentos veritativos de las proposiciones per se. La función de verdad de un p. elemental se escribe VVVV, y sus variables posibles, donde cuando alguna es inverificable toda la proposición es falsa: FVVV, VFVV, etc., etc., etc.  
A su vez, dará bajo sus elucubraciones una original diferenciación entre deducción e inducción: la primera procede a priori, lo que quiere decir que una proposición q está ya contemplada en otra p, no por lo que dice sino por sus formas proposicionales. Los fundamentos veritativos están en p y q. (De modo que así se prueba que la deducción es insuficiente y promueve sinsentidos, entre ellos la paradoja de Russell y un sin fin de bromas con silogismos).
Es así que tiene caso o razón de ser la fundamentación veritativa de la probabilidad. Es el fenómeno de operación: una proposición que hace surgir otra de sí. (No debe confundirse operación con función, al menos en un primer tiempo, al menos por ahora). Mas la importancia de la operación importa hasta donde puede tender sus redes. Este fenómeno que aquí Wittgenstein llama "operación" es más importante de lo que se cree. En todo está presente de un modo implícito y en la literatura de ciencia ficción de un modo abierto y ensoñador. 


No hay objetos lógicos, constantes lógicas, como el símbolo de implicación: este símbolo trata el símbolo como si fuera un signo (aquí W. descubriría que la metalingüística envenena, o enerva, por decirlo de algún modo, al simbolismo lógico). Implicación en lógica no es relación de ningún tipo; lo mismo sucede con ~~p donde ~ es objeto cuando en realidad se lo quiere tratar como símbolo. La negación que ~ detenta en p ya está contenida en p. Este concepto primitivo y otros aparecerían en Principia Mathematica de Russell y Whitehead. Estos signos primitivos no alteran a p: en lógica (la que entreve W.) no hay generalidades, no algo más especial, clasificatorio o jerárquico (t. de los tipos), ni vecindad. Así "v" en "pvq" sería otro ejemplo de pseudorrelación lógica. La implicación (→) y (v) requieren paréntesis; en la proposición real no se requieren paréntesis. Todas esas "operaciones" "lógicas" allí pretendidas están en la proposiciones primitivas. La esencia del mundo, concluirá por de pronto W., estaría en la proposición elemental. 
Por ello alega que no hay errores en lógica del mismo modo que no se puede pensar nada ilógico. La lógica es un gran a priori. Dos signos-palabras como alma y silla, en lógica, cumplen la misma función: son símbolos que harán el sentido, lo mismo da que este una en lugar de otra.

Para Frege el sentido de la proposición es que esté bien formada; W. agrega que ya sólo siendo posible tiene sentido. Un ejemplo que demuestra esta mayor flexibilidad de W. por sobre Frege y al que presta mucha atención es "Sócrates es idéntico": proposición existencial donde el signo "idéntico" es un caso de concepto que ha intentado decir algo o aproximar el resultado de los conceptos formales o lógicos. En la proposición corriente, 'idéntico' "dice" igualdad, como intenta mostrar el símbolo = en lógica, pero ninguno de los dos establece el sentido, y por tanto son sinsentidos, sin función, sin funcionamiento. "Es" e "idéntico" como en el caso de "verde es verde" tienen el mismo "significado de signo" pero simbolizan distinto (x = y en el espacio lógico). 

El signo de generalidad, el concepto-signo que busca decir algo del símbolo señala una "protofigura": así un objeto es todos los objetos dentro del signo primitivo o nombre. El mundo no es una enumeración (de objetos) sino la descripción (estipulación) de las proposiciones elementales. La identidad, ya sea como símbolo lógico (=) o como verbo copulativo no es una relación de objetos sino una diferencia entre ellos. (Por eso carecen de sentido las props. existenciales). La lógica no dice "hay esto y esto no"; "la lógica llena el mundo" es todo. Tampoco tiene sentido decir "A piensa p": esa proposición pensada por la persona A no tiene relación con A y es una traducción del pensamiento, lo que es imposible. No importa tanto qué se entienda por traducir el pensamiento —incluso su vaguedad ha de ser provechosa— importa que este tipo de proposiciones son prioritariamente inverificables y eso las vuelve de suma importancia. En el film de Jarman, este punto se toca de este modo: Wittgenstein dice "¿Cuál es el sentido de estas palabras "esta es una piña muy agradable"? Un alumno contesta "Esta es una piña muy agradable" y Wittgenstein llama al alumno a que se escuche, puesto que así pretende demostrar que los hombres creen que el sentido de las proposiciones estéticas y éticas es su transcripción, como hiciera el alumno, que se bastan a sí mismas. Y aquí volvemos al ejemplo del gato "los gatos se alegran al caer la noche" proposición que incluye sus fundamentos veritativos pero que agrega una proposición psicológica.
Por ello no es casual que Wittgenstein derive, luego de estas consideraciones, a la consideración del solipsismo, el cual al igual que la lógica de W., se muestra, no se dice. Muestra que los límites del lenguaje son los límites de mi mundo o del mundo. El solipsismo es el principio del sujeto cognoscente, que en realidad no es sujeto ("no existe") "El sujeto es como el ojo del observador" (o el cerebro del pensador, o el gusto del gustador, etc.) Lo mismo pasa con el escepticismo, aquí en el Tractatus; el mismo ni siquiera es irrefutable sino sólo un sinsentido. Cabe rescatar que el término mismo de refutación ya propone el de la verificación, pero que es menos acabado que la formulación de este último ya que este incluye la experimentación. 
No obstante cuando W. refiere que la experiencia no es a priori (ni como la lógica, ni como la deducción) parece que nos debemos una importante distinción entre experimentación y experiencia. A W. le asombra que las proposiciones de la lógica sean verdaderas (inconsciente), aunque él discierne que la verdad en lógica es la verificación, y a su vez, que las props. del lenguaje no se basten a sí mismas sino es con los hechos (subconsciente). No obstante si la lógica es algún inconsciente la diferencia es de grado con respecto al lenguaje, inconsciente también: pero la lógica también es modificada; W. habla aquí de algún tipo de evolución, sin duda, aunque el no tenga nada demasiado elaborado que decir; ha llegado necesariamente hasta allí. La estructura de las props. lógicas las hace tautologías: no hablan de ninguna contingencia sino que tratan de mostrar la función (el funcionamiento) de las proposiciones corrientes. El lenguaje, que es anterior a la lógica, en su movimiento, busca sin fin, incansable, una ley, fijar algo que valga para muchos casos. (Es, entre muchas otras cosas, por el lenguaje que la física existe y por el lenguaje qué no sabemos qué somos). 
Y bajo esta rígida diferenciación que hace W. entre lógica y lenguaje, la validez de las props. lógicas es esencial mientras que, en cambio, la ley inductiva expresada en proposiciones como esta "Todos los hombres son mortales" es accidental. (Como ya se dijo, este tipo de certeza requiere de fundamentos veritativos), pertenece al universo del lenguaje. Destaca entonces esta relación que ha trazado —no nosotros— sino el mismo Wittgenstein lógica-deducción-inconsciente (aunque no lo nombre)-a priori, y por otro lado, lenguaje-inducción-subconsciente-experiencia.
Asimismo, la relación que existe entre el lenguaje, polémica, valores y experiencia lo liga a nociones, por decir un caso, deleuzianas sobre la realidad social, e incluso al alboroto actual sobre la evolución: Wittgenstein no sólo tiene derivaciones en el positivismo lógico sino también en la llamada lingüística social. Wittgenstein dice también escuetamente que la evolución no es una ley y prueba con ello que las pruebas de la evolución deberán ser más que las que se manejan científicamente, que requerirán de otro paradigma. En conclusión, la teoría de la evolución importa más al lenguaje que a la ciencia, y por ende, a la filosofía.

Wittgenstein cotejará lógica y matemática donde fundará su sustancia en la lógica.
"En lógica proceso y resultado son equivalentes", dice, (operación e inferencia): mejor ejemplo de fundar una sustancia en la lógica, en este primer W., no hay. Un irrenunciable inconsciente lingüístico (ya más hacia el segundo W.) es el que derivará de esta parte del Tractatus.
Las ecuaciones, así, son pseudoproposiciones: 1+1+1+1 tiene como propiedad, como si fuera una prop. elemental de lógica, el que se pueda formular así (1+1)+(1+1). Esas dos pseudoproposiciones matemáticas serían para Frege (al igual que el Russell del Principia) de desigual sentido. Pero como en las proposiciones, los paréntesis y los operadores no son funcionales, ya que los números se bastan. 
¿Por qué, W., como mucho otros, otorgará a las matemáticas puras un valor insoslayable? Wittgenstein intuye aquí que no basta con autoproclamas intelectuales según las cuales ser fieles a la experiencia conlleva la veracidad. Hace falta una elaboración mental: el rigor intelectual no es patrimonio de seguir un paradigma establecido —del cual tampoco es posible desprenderse— sino el de la fidelidad a intuiciones personales que hace base en aquellos paradigmas. 
Las matemáticas aplicadas, como las "leyes" científicas no son leyes en el sentido lógico del término. La inducción, por una parte, es una proposición con sentido. La causalidad no es ley sino la "forma de una ley" (forma de una ley lógica, agregemos, igual que las generalidades como idea, complejo, hecho, etc.): por lo cual el lenguaje tendría leyes más fuertes o antiguas. Y estas leyes pertenecerían a una filosofía preanalítica. En cuanto al mecanicismo, aquí Wittgenstein ya despunta una modalidad discursiva propia de las Investigaciones: "Imaginemos el mundo como una figura...": el mecanicismo toma al mundo con puntos materiales cualquiera, no determinados: W. imagina el mecanicismo como una red tendida sobre una figura (el mundo) y lo que se interpreta, así, no es el mundo sino la red, se describe la red. El principio de razón suficiente trataría sobre la red. Todo mecanicismo, así, olvidaría el principio activo que le dió razón de ser: el hombre.(3) Comparte con la lógica de W. el que se muestra y no se dice, es decir que tiene forma de ley. La inducción, atinente a la experiencia, sería más una ley psicológica que lógica (si esto quiere decir algo).
Por último, las llamadas "leyes de la naturaleza" no explican los fenómenos naturales, y por ello W. devendrá en que nada hay que explicar a menos que nos hallemos en terreno emergente de supervivencia. Da el ejemplo del sol cuya certeza es que retornará. Este tipo de certeza no tiende a ser tan lógica en ciertos universos animales diminutos.  

Ya en la parte ética y final del Tractatus, sin duda la generadora de todo lo demás y por demás visible en la vida "pecaminosa" de W., no pecaminosa porque fuera disipada sino porque W. sentía la vida como culpabilidad, él dice "En el mundo no hay valor alguno, si lo hubiera no tendría ningún valor, puesto que todo lo que sucede es accidental". Debe entenderse aquí que lo accidental es lo que carece de sentido. 
Los valores, como dijo W. de Dios, no residen en el mundo, o no se expresan en él, y si lo hicieran, serían accidentales. Hay algo terriblemente claro aquí que relaciona a W. con Spinoza —se intuye que hay muchas más relaciones posibles entre ambos—: un dios material, del que Spinoza predica que si así no fuera no sería omnipotente, es derrumbado a un supuesto origen material por Spinoza, reencarrilado pudiera decirse, probablemente sin que él se diera cuenta. No obstante, la ética o la moral tiene un mecanismo semejante al que Wittgenstein ve en la lógica aquí (como sucede con su gran influencia Otto Weininger, quien viera una relación tan profunda entre lógica y ética que la querría identidad). Aquí Wittgenstein concuerdaría con varios autores y pensadores, Spinoza, el mismo Winninger, Nietzsche, el mismo Freud. Pero para delimitar la importancia de la ética, de Dios y las proposiciones que de allí se promueven explora fenómenos inobservables bastante más corrientes y claros como el de que "la voluntad no puede cambiar lo que se expresa por el lenguaje, sólo los límites del mundo". La voluntad que constata esto y la que constatándolo no lo asume, ambas constituyen la ética. 
Y el caso del aforismo "La solución del problema de la vida se traduce en la desaparición de ese problema" resulta hasta chistoso. Miles de autores han expresado este tema de una u otra forma, hasta el mediático cantautor Ricardo Arjona ha intuido algo ahí. 

El método inductivo está planteado en la cuestión de la pregunta, en la nimiedad de hacer una pregunta. La duda existe allí donde una pregunta y una pregunta es ya la actualización de una corroboración, una verificación o de todos los modos que se llame. Alguien que se acuerde, podrá pensar en los escritos teóricos de Cortázar, sobre la novela y el cuento, donde refiere que el cuento ya está escrito antes de que lo escribiera. También W. desmantela proposiciones muy afines a las religiones, incluso las religiones más materialistas, como el Budismo, "No se resuelven los problemas porque se viva eternamente", del juego de lenguaje "inmortalidad temporal del alma"; W. empieza a hablar aquí de "enigma", y dice que no existe, no tiene sentido. El inmanentismo de W. se expresa en la idea aquí expresada de que el enigma, (fenómeno psicológico, no del mundo), como Dios, o los valores, plantean, si se sostuvieran así, que no habría una respuesta para su pregunta cuando en realidad "si no hay pregunta, no hay respuestas" (se está en el territorio de lo inexpresable o impensable o como W. dice, en los límites del mundo). 
En este tenor el mundo no sería místico (lo que W. llama mundo) porque el mundo tendría una formulación proposicional posible, un cómo, tal como él dice. Luego, lo místico es el qué. Eso de que el mundo "sea", esa intuición existencialista de estar arrojados u obligados a la situación. 

Una prueba posible de que W. no "mata la filosofía" está en la figura que toma de Sexto Empírico, la escalera, por la cual todas las proposiciones del Tractatus serían sinsentidos. Si W. despreció la filosofía en algún momento (es cuantioso su testimonio oral, de hecho su pensamiento es tan concentrado que resulta oral y tan concentrado que no daba con la escritura porque le costaba salir de esa confusión, y se lo presume, con acierto mitológico, un hombre proclive al desdén. 





Conclusión
Los místicos o lo místico son los grandes inspiradores del Tractatus. Morin habla de hombre como una península, Deleuze como pliegue, Lacan como garrafa, Sloterdijk habla de esferas y otros símiles. Ninguno de ellos descendió a la lógica —en el fondo a su posibilidad inmanente, irrepresentable— como Wittgenstein y de todos es no poco probable que haya sido el que menos consideró la llamada "voluntad de estilo", así como también se ha hablado de su formación desordenada y lagunosa (cuestión inmedible, y sobre todo, anacrónica) y esto puede advertirse. 
Tanto la virtud —diremos "idealización"— de la voluntad de estilo como de la formación de una persona son preciaciones todavía injustificadas. Observemos, sin más, las dos figuraciones primeras (porque eso son, figuras): Morin expresa lo de la península y Deleuze la noción de pliegue, ambas figuraciones pueden ser traspuestas al símbolo griego omega Ω. Por su parte las figuras de Lacan, ya imposibles a la tercera dimensión, no son, asimismo, sino variaciones sobre figuras de tres dimensiones. 
Al llamar al método de la lógica método cero, es evidente la relación de Wittgenstein con Barthes, Blanchot, Deleuze y otros que hablan de la literatura como W. de la lógica. Es extraordinario cómo estos hombres han dicho las mismas cosas y el peso que tiene hoy día identificar esa paridad, asimismo cómo producen sus variaciones lo que hace que fuerzan al lector a creer que son universos separados y así promover una dificultad inmerecida y poner a la luz por ello la precariedad de la memoria del lector. Leído por primera vez, el Tractatus da la sensación de que uno de sus aforismos, o un grupo escueto de ellos contiene toda la obra. Quien se haya detenido algo en el Tractatus podrá indagar porqué esto es así.





(1) "Wittgenstein" en adelante “W.”

(2) Borges, lector improbable de Wittgenstein y verificado de Russell, consigna, en algún lugar de Discusión, un muestrario de paradojas donde se les llama silogismos bicornes o bicurnutos o dilemáticos, a las cuales, divertido, agrega una de su factura. Lo que muestra dos cosas: que son fácilmente fabricables y que Borges reconoce, de alguna manera, que la paradoja de Russell no es de Russell, ni de Demócrito, ni del barbero, etc. Es, simplemente, una estructura, por eso aparece con nueva vida en distantes épocas.  

(3) Curiosamente no tanto, Barthes imagina el mismo modelo, posiblemente en El grado cero de la escritura o S/Z y curiosamente (no tanto), Borges escribe ese pequeño texto que habla del mundo como un mapa, "Del rigor en la ciencia". 



Bibliografía
Procede de antiguas notas personales tomadas de la edición bilingüe de la editorial Tecnos, al español traducida por Luis Valdés Villanueva.